Hombres de luz
Los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos
Los Andaluces queremos volver a ser lo
que fuimos, y esto supone la recuperación de la memoria histórica
de nuestro pueblo, expoliado por la conquista castellana y que relegó
al olvido la memoria histórica de un pueblo glorioso.
Abdfatah Checa
Blas infante descubrió en el estudio
de la historia de Al-Andalus a una nación reconocida, y la
compresión de este periodo de la historia de Andalucía, junto a la
marginalidad a la que se verá sometida durante siglos, sería
el punto de partida para recuperar la conciencia del pueblo andaluz.
El peor enemigo de los hombres y de los
pueblos es la ignorancia. Que enorme habilidad demostraron los
conquistadores y luego sus descendientes, que utilizando el engaño,
la estafa, la manipulación de la historia, ocultaron la realidad
histórica y la disfrazaron de mitos. Con la invasión castellana se
van a recoger con minuciosidad todos los datos posibles para
configurar una historia de Andalucía romana. Dejando en el olvido,
todo el esplendor que el pueblo andalusí había legado durante
siglos a la historia de la Humanidad.
El nuevo estado castellano, fomentó y
patrocinó todo tipo de ayudas a poetas y escritores, afines al nuevo
régimen, de ese periodo de la historia de Andalucía. Personajes
como Rodrigo Caro, nacido en Utrera (1573-1647), en pleno cenit del
nacional-catolicismo de Felipe II, cuando en frase de Rodríguez
Marín, “la opulencia que se despierta con los Reyes Católicos
crece con Carlos V y Felipe II, tiene una imagen real que refleja
toda grandeza: Sevilla” escribe Rodrigo Caro las
“Antigüedades y principado de la ilustrísima ciudad de Sevilla, y
chorografía de su convento jurídico o antigua chancillería.
Dividiéndola en tres partes, el autor trata en la primera del nombre
y antiquísima fundación de esta ciudad; la segunda está dedicada a
dar a conocer la estimación que Sevilla ha tenido igualmente en
todos los siglos, desde la época romana hasta el siglo XVI.; y la
tercera trata de los lugares sobre los que la ciudad tuvo
jurisdicción en tiempos de su adscripción al Imperio”. El
objetivo de su aparición, según el autor, fue el siguiente:
“intento en este tratado conservar en la corta memoria que
merecieron y alcanzaron mis escritos lo que resta de las antigüedades
de Sevilla y su tierra, antes de que del todo desaparezcan y acaben a
manos de ese poderoso contrario, el tiempo, que cada día las va
gastando y consumiendo”.
Esta reflexión nos da pie para
adentrarnos en la visión que Rodrigo Caro tenía de su época,
máxime sí tenemos en cuenta que la obra a la que hacemos referencia
la escribió en 1634, trece años antes de su muerte. Caro es
conocido por su obra lírica, “Alas ruinas de Itálicas”, en sus
obras se encontraran las biografías desde Trajano, Adriano y San
Isidoro hasta sus contemporáneos o predecesores: Fray Bartolomé de
Las Casas, Mal-Lara, Herrera…
¿Cuál es este pasado?,
paradójicamente no es el pasado más floreciente de Al-Andalus, o
de Sevilla, en el tiempo de los abadíes o de la de los
almohades, sino el pasado romano. Los andaluces descendientes de los
castellanos asentados en Andalucía, pretendían obtener cuota de
identidad por el método contrario al usado por los andalusíes.
Mientras estos afirmaban en los documentos escondidos en el Sacro
Monte granadino y en otros lugares que su presencia en Andalucía se
perdía en la noche de los tiempos, los cristianos querían ser
andaluces partiendo de un Hércules Andaluz, que de ladrón de los
toros de Gerión, pasa a ser, sin saber cómo, fundador de Sevilla.
Esta contradicción es
espectacularmente visible en la arquitectura civil del Renacimiento
Andaluz, en el que la nobleza asentada en Andalucía con la conquista
pretende ser la heredera del patriciado romano, volviendo a acudir a
las fuentes de las civilizaciones de la Hélade y de Roma o bebiendo
de las de la Biblia, pero los conquistadores tiene que encargar la
ejecución de las obras y edificios a alarifes, yeseros y albañiles
andaluces (moriscos), que construyen esas mezclas geniales
latino-mudéjares que son la casa de Pilatos, el palacio de las
Dueñas…o las iglesias del Convento de la Madre de Dios en Sevilla,
del de las Trinitarias en Málaga….
Arquitectos andaluces del Renacimiento,
como la familia Hernán Ruiz, contrariamente a lo que sucede con
otras familias de arquitectos y fundamentalmente en el Barroco; los
Hernán Ruiz no tienen su tronco, en otra tierras sino que parten de
aquí, son autóctonos, de raíces cordobesas andalusíes, pues
sabemos que sus antepasados pertenecían al gremio de alarifes, muy
restrictivo para los extraños y uno de los baluartes de defensa
autóctona en las ciudades andaluzas de los siglos XV y XVI.
Paradójicamente, los venidos de fuera reintrodujeron en la
construcción los elementos básicos tradicionales de Al-Andalus y
los nacidos aquí edificarán a partir de las normas que los
castellanos imponen en su obra de conquista y colonización.
Los Hernán Ruiz, serán tres
generaciones de genio andaluz. Y trabajaran en todas las obras más
importantes. A Hernán Ruiz I (1536-1606), le toco la desgracia
de tener que construir el crucero cristiano de la Mezquita de
Córdoba, cuyo proyecto origino una feroz controversia en la que se
enfrentaron los dos cabildos, el eclesiástico y el municipal, al ser
partidario el primero de la obra y rechazada por el segundo. Carlos
V, a quien se había elevado el pleito, falló, como era de esperar
de un flamenco xenófobo, a favor de los canónigos y su obispo
Alonso Manrique. Las obras comenzaron en 1523 y fueron llevadas con
una lentitud tal que el primitivo proyecto del arquitecto fue
modificado varias veces hasta su terminación por Juan de Ochoa en el
siglo XVIII.
Hernán Ruiz II (1547), nació en plena
euforia imperial, hereda el cargo de Maestro Mayor de la Catedral de
Córdoba, por muerte de su padre, trabajara en distintas ciudades de
Andalucía, pero continua el trabajo de su padre en la Mezquita de
Córdoba, en primer lugar con el crucero renacentista de la Mezquita,
y dentro del perímetro de la mezquita llevaría a cabo la puerta de
Santa Catalina, y mas tarde la capilla del Espíritu Santo que
podemos considerar como un ensayo de la utilización de elementos
arquitectónicos andalusíes aplicados a la época plateresca. En
Sevilla trabaja en la Catedral, terminara la Capilla Real, Sala
Capitular y Antecabildo. A todo ello se unirán también los tres
últimos cuerpos que se pretendían añadir a la Giralda.
Luego vendrá Hernán Ruiz III
(1536-1606), trabajo con su padre en la Catedral de Córdoba y
también en la Giralda.
Son años en los que Sevilla esta
transformándose rápidamente en el ombligo del Imperio español, y
por lo tanto, pasa a ser una urbe singular: La segunda Roma, como
panegírica e irónicamente la llamaron muchos poetas, oradores y
covachuelistas. En Sevilla, por lo tanto ha de tener su máxima
expresión la victoria de la contrarreforma sobre las mesnadas
luteranas y también la del Imperio Sacropolitico de los Austrias,
sobre el papado romano y la de la Cristiandad sobre el Turco. Esta
expresión seria la Victoria de la Fe o la Fe victoriosa coronando la
torre más alta de la ciudad y antigua alminar de la mezquita donde
en el pasado, ya habían ondeado los colores blanquiverdes para
conmemorar la victoria de Alarcos. Aun que sabemos que esos colores
verdes y blancos, ondeaban encima de las murallas de la ciudad de
Almería en tiempos del rey poeta Al-Mutasi (1051-1091), el visir
poeta Asbg Iben Arquan, nacido en Guadix, y que vivió en
Almería; le compuso un bello poema.
“Una verde bandera
que se ha hecho de la aurora blanca
un cinturón,
despliega sobre ti
un ala de delicia
Que ella te asegure la felicidad
al concederte un espíritu triunfante.”
Otro genio andaluz, Jerónimo Hernándes
(1536-1609), Imaginero y arquitecto nacido en Sevilla. Su familia
está vinculada al gremio de la carpintería. Jerónimo Hernández,
va a suponer el puente cultural entre el manierismo de la escuela
Andaluza y el Barroco.
El desarrollo de los talleres
escultóricos y la escasez de buenos pintores en esta época, va a
ser fundamentalmente los criterios que provocan el cambio de gusto en
la clientela sevillana. La introducción del manierismo en Andalucía,
responde a la idea de un ejercicio artístico muy rebuscado, debido a
la decadencia que late en todo Al-Andalus y que es provocada
por la conquista y represión del Imperio español. Son numerosos los
clises reducible a una larga serie de fórmulas como exponentes de la
censura que significará el manierismo en la evolución de las
órdenes artísticas propiamente andalusíes, dando cuenta del
alejamiento paulatino que responde a los órdenes clásicos de
Al-Andalus que se va experimentando.
Jerónimo Hernández cultiva con
acierto y extraordinaria personalidad creadora la totalidad de los
géneros religiosos. Preocupado por los avances técnicos e
iconográficos que se desarrollan en Europa, reunirá una importante
biblioteca en cuyo fondo bibliográfico aparecen los tratadistas del
manierismo y los grabados y estampas de los más importantes artistas
de su tiempo. Con este material, el estilo andaluz en el que se
encuentra inserto, y su indudable arte, van a trascender el
convencionalismo formalista que lastró a la inmensa mayoría de
otros imagineros, para romper con el modelo establecido. La evolución
estética de Hernández resulta sorprendentemente andaluza. Sus obras
de desnudos atléticos y figuras grandiosas se encuentran animadas
por ese espíritu heterodoxo y andaluz ideal y de mística clásica
andalusí. Estos cuerpos energéticos y rotundos de Hernández, junto
a la belleza y expresión de sus rostros, se tiñen de ese realismo
popular andaluz que va a caracterizar nuestro barroco, Formas
culturales continuadoras de nuestros ordenes estético. El estilo de
Hernández será andaluz y orienta nuestra cultura a partí del siglo
XVI.
Todo se hace con dinero. Todo se compra
y todo se vende. Y tras la apariencia de oro de una Sevilla Imperial
y forzada a ser Imperialista, se esconde un mundo de podredumbre
material e intelectual, Rodríguez Marín nos dice que “por
excepción se contaban los caballeros instruidos” y Mateo Alemán
hace llegar hasta nosotros el siguiente juicio. “En causas
criminales, donde la calle de la justicia es ancha y larga, puede con
facilidad ir el juez por donde quiere, ya por la una o por la otra
acera o echar por medio. Puede, francamente, alargar el brazo y dar
la mano, y aun de manera que puede lo que pusiéredes en ella”..
A Finales del siglo XV, se va a
desempolvar el tratado de Columela (nació en Gades “Cádiz”
muerto en el año 54). Y será un escritor de origen morisco, Gabriel
Alonso de Herrera, quien por encargo del Cardenal Cisneros, elabora
un tratado de agricultura donde se condensa, tanto la traducción
latina transmitida por Columela, como las fuentes andalusíes, es el
caso de Aben Cenif, en el cual hemos de ver una transcricin
defectuosa de Aben Wefiz, o sea Ibn Wâfid, según ha podido
demostrar J. M. Millá de Villicrosa.
Alonso de Herrera visitó las vegas del
Tajo y del Guadalquivir, las almunias del Levante; conviviendo con
los moriscos; se pertrechó de datos, de fuentes bibliográficas y
fruto de este desvelo será su magnifica obra “Agricultura
General”.
Mas reciente en el tiempo dirá Américo
Castro refiriéndose a la influencia del árabe en la lengua
Castellana, en su libro. “La realidad histórica de España”.
“Muchos arabismos perduran en la lengua literaria y dialectal. La
estructura gramatical no fue afectada por el árabe, aunque a veces
aparezcan giros sintácticos en obras literarias traducidas de
aquella lengua. Pero por fuerte que fuese aquella presión
lingüística, la estructura de las lenguas peninsulares de origen
latino continuó siendo románica”. Dice Juan Goytisolo en
una entrevista “….Basta citar a dos personalidades muy distintas,
como Menéndez Pidal y Ortega y Gasset, y comprobar que ambos
insisten en la herencia romanogermánica y rechazaban la herencia
semita. Ortega y Gasset dice que los árabes ¡no fueron un
ingrediente esencial de nuestra cultura!. Era un intento de olvidar
todo este pasado para poder ser europeos como los demás. Era una
actitud de rechazo de lo que culturalmente nos diferencia del resto
de Europa. Creo que ha llegado el momento de perder todos estos
complejos y darse cuenta de que nuestra verdadera riqueza cultural
estriba precisamente en lo que nos distingue del resto de
Europa. No hay ningún mudejarismo en Europa, no hay obras como la
Celestina, El Quijote o el Cántico espiritual”.
De Europa se solicitaba lo que no
existía en la deficiente tradición romana de los reinos cristianos
de la Península, cuya literatura original en lengua latina fue muy
exigua en comparación con las de Italia, Francia e Inglaterra.
Esta realidad de una cultura andaluza
truncada en los años de la conquista y la colonización de
Al-Andalus, con el éxodo de gran parte de la población culta y
yugulada definitivamente con la conquista del reino nasrí de Granada
y la proscripción de toda su civilización. En el campo de la
literatura y de la poesía, como en el de la música, existía una
profunda contradicción entre lo que los andaluces sabían que habían
tenido y lo que podía hacer a partil de la situación colonial,
puesto que si el pasado había sido grandioso, los medios de la época
eran ínfimos.
Por eso, cuando tiene lugar el resurgir
cultural del Renacimiento, se produce, de forma relativamente masiva,
el fenómeno de las escuelas andaluzas en todos los terrenos
artísticos. No se trata solamente de que el genio andaluz
resplandezca al entrar en contacto con otras culturas florecientes
como la italiana, es que florece de nuevo la vieja cultura andaluza
al contacto con los medios que tomados de Al-Andalus siglos
antes, pone Italia a disposición de estos artistas. Por ejemplo el
poeta Gutiérrez de Cetina que nació en Sevilla (1514-1556),
encontró en Palermo o Milán la manera de poner en pie su propia
estética, más que la estética italiana. Estas características se
notan, incluso más, en el terreno de la música, a la que era
también muy aficionado y que practicaba en la academia que se había
formaba bajo la dirección del pintor Pacheco, suegro de Velásquez,
y de la que formaban parte además, Baltasar de Sayas y Alfaro.
Manuel Rodríguez, Antonio de Vera Bustos, el ciego Pedro de Madrid,
Luis de Vargas, Bernal, Juan Vásquez, Alonso de Mudarra, Navarro,
Ceballos, Jerónimo Peraza, Francisco Guerrero….
La música que realizaban todos
ellos se distinguen por su misticismo y a la vez, por su sencillez
impregnada de esencias populares , de gracia, luminosidad y dulzura
andaluza, sin dejarse impresionar por las corrientes extranjeras,
particularmente por la italiana, aunque eran ampliamente conocida por
todos ellos.
Gutierre de Cetina se reencuentra con
Andalucía en su retiro de Castilleja de la Cuesta o Los Morales.
Desde allí le escribe a su amigo Baltasar del Alcázar, contándole
la vida de una Sevilla convertida por el Imperio en centro del mundo
y de la corrupción.
”…Los que gobiernan
son los gobernados,
y, si no de sobornos, de
intereses,
de amigos, de parientes,
de privados….
¿Qué diré, pues, Señor
de los cohechos,
los robos y maldades de
escribanos,
sus hurtos, son diabólicos
provechos…
Sabios llaman aquí los
cautelosos;
El fraude se bautiza con
prudencia;
Los que traidores se
llaman mañosos…”
En una ciudad que comienza a ser la
nueva Babilonia, Gutierre de Cetina no tiene mucho que hacer. Y como
tantos otros andaluces de su tiempo y de tiempos posteriores, se
marchara de esta su tierra de Al-Andalus hacia México, para hacer
las américas, de donde ya nunca regresara.
Otro andaluz, Vicente Espinel; músico
poeta y novelista, nacido en Ronda (1550-1642). Fue un innovador
tanto en el campo literario como musical. Se le atribuyen el haber
inventado la décima o espinela. Aunque muchos historiadores opinan
que otros ya la habían utilizado, la realidad es que anteriormente
se componían estrofas con dos quintillas, pero sin seguir
combinación métrica, mientras que la espinela consta de diez versos
octosílabos que riman el 1º con el 4º y 5º, el 2º con el 3º el
6º con el 7º y el 8º con el 9º, aunque parece ser que Espinel
solo la utilizó dos veces.
La décima fue muy empleada en el
siglo de Oro y posteriormente, llegando incluso a abusarse en el uso
de esta combinación. Dramaturgos y comediógrafos como Lope de Vega,
Tirso de Molina y Calderón de la Barca la emplearon en sus más
famosas obras dramáticas. Cervantes, que lo llama su amigo, dice de
él en su “Viaje del Parnaso” “este aunque tiene parte
de Zoilo, es el grande Espinel, que en la guitarra tiene la prima y
en el raro estilo”. Y Lope de Vega, que lo llamaba maestro, diría
que “tiene fama, nombre y vida de docto músico”.
Fue un gran vihuelista, amante de la
música y el canto, recogiendo en este terreno las corrientes
musicales andaluzas. Siendo andaluz y rondeño, y estando Ronda
catalogada como una de las ciudades más antiguas en conocimientos y
ejecuciones musicales y de canto, que a decir de José Luque Navajas
es manantial del cante grande; tiene que estar lógicamente
predispuesto por las herencias que poseía, a dinamizar y
sustantivizar más la música de su época. No obstante, y sin poder
ejercer de una manera abierta debido a la represión y proscripción
de la cultura andalusí, se observa una similitud entre músicos de
siglos anteriores a Espinel. Recordemos a Abu-el-Hassa Ali Ben Nafi,
conocido como Ziryyab, que vive en la época de Abderraman II, y que
introdujo la quita cuerda al laúd, para dar un sonido más
armonioso.
Espinel, mucho tiempo después,
introduciría la quita cuerda a la guitarra, que fue la “prima mi”
elevándola a instrumento noble; aunque la guitarra fue durante mucho
tiempo patrocinio de las capas humildes y populares de la sociedad.
Hay que tener en cuenta, que la guitarra fue además un
instrumento de origen oriental y uno de los más antiguos. En el
Libro del Buen Amor, del Arcipreste de Hita, muestra una
relación de los instrumentos utilizados en el siglo XIV, y destaca
la guitarra andalusí y luego morisca que primitivamente constaba de
3 cuerdas.
Por otra parte, es evidente que muchos
críticos y autores de literaturas, han usado y abusado en demasía
de las influencias italianizantes de los poetas andaluces del
Renacimiento, olvidando -o no sabiendo-, que la propia literatura
italiana y el mismo “dolce stil nouvo” estaban impregnados del
ritmo y la cadencia de la poesía andalusí; ignoran -quizás- que
por debajo del tronco italiano están las raíces del “zejel” y
que sólo la escuela andaluza y Fernando de Herrera tendrán la
osadía de criticar al intocable Gacilazo, porque fue en Andalucía
donde nació el verso endecasílabo, los tercetos, los versos de pié
quebrado… la métrica aunque muchos andaluces, cuatro siglos
después, no lo supieran.
No puede resultar coincidente sin más,
el que andaluces como Mateo Alemán y Espinel realicen un tipo de
narración biográfica, donde se deja crudamente al descubierto el
sufrimiento, las vicisitudes, las pruebas por las que tienen que
pasar los desheredados y marginados que desean abrirse un camino más
próspero en tal abigarrada sociedad. Ni se puede ver como estilo o
moda literaria, el que se deje constancia que, esos hechos, deben
servir para hacer meditar y reflexionar a todos los que optaban por
una vida desordenada y licenciosa, poniendo la moral y la religión
en su más alto punto. El propio Vicente Espinel dice en su obra que
“el intento mío fue a ver si acertaría a escribir algo que
aprovechase a mi república, deleitando y enseñando, siguiendo aquel
consejo de mi maestro Horacio; porque han salido algunos libros de
hombres doctísimos en letra y opinión que la abrazan tanto con solo
la doctrina que no dejan lugar por donde puede el ingenio alentarse y
recibir gusto, y otros tan enfrascados en parecerles que deleitan con
burlas y cuentos entremesibles, que después de haberlo leído,
revuelto y ahechado y aún cernido, son fusibles y vanos, que no
dejan otra cosa de sustancia ni provecho para el lector, ni de fama y
opinión para sus autores”.
Lo que nos lleva a la conclusión de
que otros muchos, se autocensuraban, antes de tener que arriesgarse a
aparecer como enemigos del Imperio o de Dios y enfrentarse a los
tribunales de la Inquisición.
Sola, inmensamente sola,
Andalucía espera la
redención
como se espera el sol cada
mañana.
Como se espera la lluvia,
el brotar de la planta
o el parto de la hembra.
Los puentes se han cortado
mil veces
y mil sabidurías
han tenido que seguir para
rehacerlos.
Andalucía es vieja y,
por lo tanto, fuerte;
honda y,
por lo tanto, fértil
madre y,
por lo tanto, dulce.
Serena
ante lo pasajero,
lo intranscendente
o lo circunstancial…
Andalucía espera.
Un buen amigo de Vicente Espinel,
el poeta Cordobés Luis de Góngora, en 1.589, tiene que comparecer
ente el obispo D. Francisco Pacheco, acusado de tomar con mucha
libertad y descuido las cuestiones de la Iglesia.
Góngora realiza numerosos viajes a
cuenta del Cabildo, los cuales alternará animándose, como buen
exegeta de alambique, a las informaciones sobre limpieza de sangre,
pleitos y alguna que otra cancioncilla contra moriscos en las que,
por cierto, mostraba un perfecto conocimiento de letras y palabras
arábigas. Así podemos ver, como con maña consigue Góngora
introducir un villancico con connotaciones moriscas, será
autorizado por el propio Obispo de Córdoba, para ser cantado en la
Catedral, ante las autoridades eclesiásticas y las civiles
A. Al
gualete, hejo
del senor Alá,
ha, ha, ha,
has vuesa mercé
Zalema e salá,
ha, ha, ha
B. Bailá,
Mahumú. Bailá,
falalá, lailá;.
tania el zambra la javevá,
falalá, lailá
que el amor del nenio me
matá,
me matá,
falalá, lailá.
A. Aunque entre el
mula e il vaquilio
nacer en este pajar,
o estrelias mentir, o
estas
califa vos, chequetilio,
B. Chotón, no
l´oiga el cochilio
del aquel Herodes marfus,
que maniana, hasta el
cruz,
en sangre estarás
bermejo.
A. Al gualete, hejo,
etc.
A. Se del
terano nemego
hoyes vosanced el rabía,
roncón tener yo en Arabia
con el pasa e con el hego.
B. Yo estar jeque,
se conmego
andar, manteca, seniora,
e serba melvos, serba
madora,
comerás semor el vejo,
A. Al gualete. Hejo,
etc.
Góngora supo transvertirse de cultura,
conocimiento, buenas maneras y lengua que hacer, para confundir a
muchos clarividentes europeos, y, en especial, viejos castellanos de
archiprobada pureza de sangre aria.
Hasta el año 1609, permanece
prácticamente en Córdoba reduciendo sus viajes a las tierras de
Andalucía, disfrutando si cabe más su ciencia.
Celebra varias entrevistas con el
marqués de Ayamonte, de la familia de los Guzmán, que tan
importante papel jugarían en el nacimiento separatista andaluz, del
Siglo XVII, apareciendo como gentes de paz y respetables ciudadanos.
También los otros andaluces que se
dedicaban honestamente a oficios y profesiones, a escudriñar el
cielo, a la trigonometría, a la medicina y a la reelaboración
técnica superior de las letras –como nuestro Góngora-, comían
cerdo, eran los más devotos (en cuanto a la práctica de
sacramentos, se entiende) y de paso transmitían las enseñanzas
andalusíes esperando la definitiva caída de Babilonia de los
Austrias, a pesar de la refriega de Lepanto.
El gongorismo se había convertido en
una plataforma excepcional para la estética andaluza del futuro,
trasladando este virus renacentista a la corte de Madrid en 1609.
Desde el principio consigue los favores de Rodrigo Calderón,
protegido del Duque de Lerma. Pero al punto aprecia el espurio tropel
de mezquindades e injusticias que en fuerte salpullido salpica la
corte imperial, manifestando su irritación y desprecio en unos
terceros:
¡Mal haya el que en
señores idolatra
y en Madrid desperdicia
sus dineros,
si ha de hacer al salir
una mohatra!
Arroyos de mi huerta
lisonjeros
¿lisonjeros?, mal dije,
que sois claros):
Dios me saque de aquí y
me deje veros
Estos años van a ser de gran
fecundidad lírica para nuestro poeta. Como apunta Berlanga, los
cimientos de la estética andaluza se han asentado ya
definitivamente. La mejor literatura andaluza se encargara, desde
este momento, de matizar, revitalizar o adoptar la estética fijada a
los vientos poéticos de las distintas épocas. Primero la Oda a la
Toma de Larache, después el Politermo (1613) y por último las
Soledades (1613-14).
El sumo sacerdocio que ejerce en las
letras y su inescrutable mundo hermético de lenguajes y esoterismos
andaluces, va a provocar una profunda enemistad con los hijos de la
Corte y su pórtico de mestizajes a los Patos de la aguachirle
castellana, ya que, viven en la tierra del Manzanares y no son
cisnes, como era él (Góngora) y los literatos andaluces.
Patos de la aguachirle
Castellana,
que de su rudo origen
fácil riega,
y tal vez dulce inunda
nuestra Vega, (se refiere a López de Vega)
con razón Vega por lo
siempre llana;
pisad graznando la
corriente cana
del antiguo idioma, y,
turba lega,
las ondas acusad, cuantas
os niega
ático estilo, erudición
romana.
Los cisnes venerad cultos,
no aquellos
que escuche su canoro fin
los ríos;
aquellos sí, que de su
docta espuma,
visitó Aganipe
¿Huís? ¿os quereis vellos,
palustres aves? Vuestra
vulgar pluma
no borre, no, más
charcos. ¡Zambullios!
Su influencia verdadera en la historia
de la literatura procede como un río subterráneo al que hay
que poner cuidado para que las vocales y consonantes, significados y
significantes no salgan o los saquen de su sitio, pues la
perturbación de tan mágicos elementos, de seguro trastocaría su
correspondencia entre mística y barroquismo. Toda esta fuerza que
subyace en las soledades del gran Cisne de Andalucía, brota a la
superficie de Sor Juana, Mallarme, Lorca, Cernuda y la Generación
del 27; y con los contemporáneos Le Zama, Alejo Carpentier, Gabriel
García Márquez, Juan Goytisolo. Concentrando dinamismo,
transparencia, hipérboles e hipersensibilidad en los que Dámaso
Alonso llamó “un puro placer de formas”, una poesía para
poetas; cayendo, para sus contemporáneos aguachirles en el pecado de
Babel.
Otro Poeta andaluz. Que nació y murió
en Sevilla (1534-1597). Será Fernando de Herrera, Decía:
¿Pensais, que es tan
estrecha
l’Andaluzía, como el
condado de
Burgos?, ¿o que no
podemos usar
¡desusar vocablos en toda
la gran-
deza desta provincia, sin
estar
atendidos al lenguaje de
los Con-
des de Carrión, i Los
siete Infantes de Lara?
A finales del siglo XVI toda la
Península, Portugal incluida, va vestida de negro a imagen y
semejanza de su Monarca. En Trento ha vencido la reacción y mientras
en el terreno de las artes plásticas comienza una vasta operación
en la que serviles braghettoni tapan las clásicas desnudeces de la
Capilla Sixtina y otras obras de arte, en el campo de las letras, la
Inquisición española impone una dictadura de hierro, sobre todas
las publicaciones. Hemos resaltado a propósito, lo de inquisición
española porque el índice de libros prohibidos es distinto y
autónomo en los territorios sometidos al Imperio español y no
tiene nada que ver con el de la Santa Sede. El hecho originará
diversos problemas.
Pero el verdadero problema es
el Índice y el poder omnímodo de esa Iglesia
nacional de la Contrarreforma.
Muy pocos escritores van a escaparse
sin pasar, de uno u otro modo, por las garras del Santo Oficio y
muchos con Fray Luis de León a la cabeza, van a añorar una nueva
versión de la aurea mediocritas.
...dichoso el humilde
estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado
y un pobre mesa y casa,
en el campo deleitoso
con solo Dios se compasa,
y a solas su vida pasa,
ni envidiado ni envidioso.
La poesía de Fernando de Herrera se
torna, a veces demasiado críptica, demasiado culta y demasiado
metafórica, como ocurre en la oda A la victoria de
Lepanto en la que recurre al símil bíblico de la manera más
abierta para cantar la trascendencia de aquel combate naval. Un
combate en el que a uno le viene a la mente el Wa la galiba
illah-Llah, en no hay más vencedor que ALLAH de Alhamar de Arjona
que todavía hoy vocean por doquier las paredes de la Alhambra.
Fernando de Herrara, no se sabe bien
cómo consigue pasar toda su vida incólume por medio de los fuegos
que se encienden a su alrededor. Quizás, porque al estar tan sólo
preocupado por la forma, atiende muy poco a los contenidos, o, por lo
menos, hace como el que no atiende, o quizás sea su pretendido
elitismo lo que le sitúa aparte de todos los demás.
En medio del corazón
tengo escondida una llaga
que no sana mi pasión
por mas bien que amor me
haga.
Resulta sorprendente que mientras se
llevaban a pintores como Il Veronese ante el Santo Tribunal por haber
mezclado en el cuadro titulado Banquete en la casa de Levi a
personajes bíblicos con otros mitológicos, en Sevilla ocurriera lo
mismo y hasta mucho más, en la misma procesión del Corpus Christi
con el general aplauso. Pero tenía que predominar el realismo del
Imperio. Por eso mismo es lógico que nadie dijera a Herrera el por
qué mezclaba elementos bíblicos, históricos y mitológicos
en su poesía, que no es el canto a ninguna batalla de Lepanto sino
al paso del Mar Rojo por Moisés y los irrealitas.
- Canto a Yahweh pues se
cubrió de gloria
arrojando en el mar al
carro y al caballo….
El ataque que Fernando de Herrera
recibiría en sus anotaciones a la obra de Gracilazo escribiera Don
Juan Fernández de Velasco, Condestable de Castilla, con el seudónimo
de Prete Jacopin. El ataque se hacía desde una posición
de defensa a ultranza de los modos de hablar cortesanos y castellanos
con talante que hoy calificaríamos de regionalista a ultranza o
pseudo-casticismo y sin pararse a pensar qué era lo que Fernando de
Herrera había querido decir en realidad sobre el rey de los poetas
castellanos.
El alto rango del contrincante debió
acobardar a casi todos los amigos del poeta y éste tuvo que verse
solo ante el chaparrón. Pero, así y todo, contestó, quizás con
toda la fuerza que le quedaba, con una multitud de argumentos y
razones que iban desde una clarificación de sus intenciones a una
desautorización del contrincante, Fernando de Herrera quita
terminantemente todo derecho a castilla y a la Corte para dirigir el
proceso lingüístico y literario y concede esa misma facultad
únicamente a los estudiosos y a los poetas, y termina con la
afirmación incuestionable de que él, tanto por el hecho de ser un
poeta y un hombre culto, como por el de ser andaluz, tiene derecho de
opinar de forma autorizada en cuestiones de lengua y literatura.
Otro poeta andaluz como fue, José
Cadalso y Vázquez nacido en Cádiz (1741-1782), va a remeter y
criticar a los tipos e instituciones que representan el oscurantismo,
el viejo régimen feudal y la burocracia que se ha ido agrandando y
extendiendo desde los tiempos de Felipe II. Nuestro compatriota
arremete tanto contra esa burocracia centralizada y centralizadora,
que lo proyecta todo sin tener en cuenta a nadie, que, a fuerza de
hacer malos proyectos, consigue que la gente deseche cualquier idea
de progreso, aún cuanto fuera buena; como aquel, que le habían
hecho lavarse la cara con trementina, aceite y pez, es probable que
luego tampoco quiera lavársela con agua. Y también arremete contra
la figura del noble rancio, venido a menos a causa del progreso, que
se morirá de hambre ante la puerta de su casa solariega, sin
consentir quitarse el sombrero ante nadie y dando gracias
continuamente a la providencia por ser Fulano de Tal.
Cadalso, con el espíritu satírico del
que pueden hacer gala los gaditanos, desmenuza los problemas,
planteamientos y actitudes que ha observado en todos los ambientes en
los que se había movido, por medio de tres personajes: el marroquí
Gazel Ben-Ali, Ben-Beley (el destinatario de las cartas) y Nuño
Núñez, un amigo del primero que lo introduce en todos los ambientes
y que aquel analiza con la frialdad y la imparcialidad del extraño.
Las Cartas Marruecas constituyen una
excelente atalaya de lo que fue el siglo XVIII y un claro exponente
de lo que pensaban sus personajes más avanzados. Aunque estas
opiniones son, en muchos casos, ambivalentes y hasta contradictorias,
también presenta aspectos muy interesantes. En la Carta II, por
ejemplo, rompe con el planteamiento centralista del que habían hecho
gala hasta entonces los escritores y presentan el territorio
peninsular como un espacio en el que conviven muchos pueblos: dice,
“Un andaluz en nada se parece a un vizcaíno; un catalán es
totalmente distinto de un gallego y lo mismo sucede entre un
valenciano y un montañés. Esta Península, dividida durante tantos
siglos en diferentes reinos, ha tenido siempre siglos variedad de
trajes, leyes, idiomas y monedas”.
A través de la realidad y de la
realidad europea que descubrió en sus viajes, Cadalso descubre ahora
que la realidad peninsular es tan diversa como aquella, y, aunque no
nos hallamos en presencia de un nacionalista, como diríamos
hoy, sino de un positivista, que no se para en prejuicios políticos,
sus opiniones van a abrir una pequeña brecha entre los ilustrados de
su época. Porque es de destacar que nuestro crítico no se detiene
en el solo análisis de la realidad sino, que a partir de ella, y
como corresponde a las ideas de los círculos más progresistas de
entonces, deducirá que la patria no es la monarquía borbónica sino
el pueblo, o mejor, los pueblos.
Aunque dejara de existir a los 41 años
de edad, su figura llena la mitad de un siglo que en otras latitudes
fue llamado de las luces, mientras en la Península seguía reinando
la oscuridad. Azorín dijo que en Cadalso se resumía todo el
espíritu de centuria. En honor a la verdad habría que decir, que
este andaluz resumía el espíritu de unos hombres que comenzaban a
luchar contra todo lo caduco, y que su espíritu y su luz no
resplandecerían hasta el siglo siguiente.
En Andalucía al igual que ocurriera en
Europa, el protestantismo empieza echar raíces, debido a la
resistencia a la unificación ideológica impuesta por Felipe II y
demás monarcas españoles de la Casa de Austria. No debe olvidarse
que desde el reinado de los reyes Católicos palpitaba el problema,
musulmán y judío; que muchos de éstos habían buscado los más
insospechados refugios; que comenzaba a levantarse en toda su
magnitud el problema morisco y que Andalucía, desde el momento en
que comenzaron a llegar al puerto de Sevilla los galeones cargados de
metales americanos, estaba condenada a ser preservada de cualquier
tendencia a la “desviación” unitaria.
Sabemos que los introductores de las
teorías luteranas en Sevilla eran de ascendencia musulmana o judía.
En concreto, el Doctor Constantino y la familia Cazalla eran
conversos provenientes del judaísmo y otros, como Casiodoro de la
Reina y Juan Gonzáles eran de origen musulmán, de los que el vulgo
llamaba moriscos.
La comunidad luterana de Sevilla debió
formarse alrededor del año 1545 y tenía dos focos: el monasterio de
San Isidoro del Campo y la casa de Isabel de Baena, la cual, también
era cristiana nueva.
La represión que se abate, a raíz de
la conquista, sobre el pensamiento islámico y hebraico y las
conversiones a las que se vieron forzados los andalusíes tiene
repercusiones, sobre toda la sociedad Andaluza. Mientras los hombres
eran tomados como punto de mira y sólo obtenía ciertas garantías
aquel que profesaba órdenes religiosas o pasaba a cumplir un papel
dentro de la estructura de la Iglesia, las mujeres estaban en mejores
condiciones para trasmitir ideas y doctrinas a través de la
educación domestica y para propagarlas en acciones conspirativas. En
parte, esto sigue siendo válido en nuestros días en lo que se ha
dado en llamar “guerra críptica”.
Por otra parte, tenía que contribuir a
su rebeldía y activismo el mismo papel que esta sociedad de
conversos, les reservaba el de hacer de pantalla social de la
conversión de sus maridos (todavía hoy en muchos de nuestros
pueblos son las mujeres yendo a misa y al rosario las que dan fe del
cristianismo familiar)
Isabel de Baena y las demás mujeres
del circulo luterano de Sevilla debieron ser las que preparaban
minuciosamente las reuniones y las que distribuyeran los libros,
mucho más seguramente que los hombres, los dos toneles de
ejemplares del Nuevo Testamento en castellano que Julianillo
Hernández había conseguido pasar desde Alemania. Entre los
iniciados, el domicilio de Isabel de Baena era conocido como
“la casa de la nueva luz”. La caída de la comunidad se debió a
la denuncia de una mujer a la que le entregaron por error uno de los
ejemplares de un libro titulado “Imagen del Anthicristo”.
Inmediatamente después de la
detención, la Inquisición se apresuró a llenar sus cárceles con
más de 800 procesados y los trámites judiciales se prolongaron por
espacio de varios años. El primer auto de fe se celebró en la plaza
de San Francisco presidido por el inquisidor Juan Gonzáles de
Munabrega, los obispos de Lugo y Canarias, la Real Audiencia, el
Cabildo catedralicio, la Duquesa de Béja y otros nobles
Isabel de Baena fue quemada viva y la
Inquisición mandó arrasar su casa; la casa que había servido de
templo a la comunidad.
Toda la comunidad sufrieron autos de fe
un año después, excepto Juana Bohorques que, recién parida, murió
en los calabozos del castillo de Triana a causas de los tormentos
recibidos y que, seguramente para acallar algunas conciencias, fue
declarada inocente en la ceremonia a la que nos estamos refiriendo.
En ella murieron Francisca Chavez, que expiró llamando víboras a
los inquisidores, Francisca Ruiz, Leonor Niñez con sus tres hijas y
María Gómez, que unos años antes y sin que sepamos por qué, había
delatado a Hernando de Zafra, quien había sido antes calificador del
Santo Oficio.
Tras estos procesos. El pensamiento
Luterano dejó de tener en Sevilla una presencia. El monasterio de
San Isidoro fue doctrinado por jesuitas, la ciudad del Betis sería
designada con el nombre de la Nueva Roma.
Como estos conquistadores han engañado
a este pueblo andaluz con la historia, como nos han adormecido, y a
base de contar mentiras, nos han hecho perezosos y sin reflejos para
pensar y obtener datos, y sino como se entiende que paseando por esa
hermosa ciudad de Sevilla, durante generaciones nadie repare al pasar
por la Iglesia del Salvador y ver lo que esta escritos en las paredes
en la calle; dice:
”EL REY D. JUAN LEY 11 EL REY I
TODA PERSONA QUE TOPASE EL
SANTISSIMO SACRAMENTO SEAPEE AUNQUE SEA EN ELLODO SO PENA DE 60
OMRS DE AQUELTIEMPO SEGÚN LALOABLECOSTUMBRE DEESTA CIUDAD O
QUE PIERDA LACAVALGADURA Y SI FUERE MORO DE 14 AÑOS ARRIBA QUE
HINQUE LAS RODILLAS O QUE PIERDA TODO LO QUE LLEVARE
VESTIDO Y SEA DE EL QUE LO ACUSARE
SE PUSO ESTA LOZA PORLA ARCHICOFRADIA
DEL SANTISSIMO SACRAMENTO DE ESTA IGLESIA COLEGIAL AÑO DE
1714.”
Se supone que los moros esos a los que
se refiere, ya no existen en toda la península, pues fueron
expulsados en 1609, ¿Como más de un siglo después en 1714 aun
quedan moros en la ciudad de Sevilla?.
En Mayo de 1832 escribe una
carta Washington Irving, a su amigo David Wilkie, R. A.
Donde se puede ver ese mundo mestizo que refleja España y Andalucía
en esos momentos.
“Mi querido amigo.
Recordarás usted que, en las
andanzas que juntos realizamos por algunas viejas ciudades de España
–Toledo y Sevilla, sobre todo-, advertimos una inmensa mezcla del
sarraceno con el gótico, restos del tiempo de los moros; más de una
vez nos sorprendieron las escenas e incidentes callejeros que
trajeron a nuestro recuerdo pasajes de las mil y una noches. Me
incito usted a que escribiese algo que expresase estas
singularidades, “algo a la manera de Harun al Raschid”, que
tuviese cierto sabor a esa especie árabe que lo impregna todo en
España. Traigo esto a su recuerdo para demostrarle que, en
cierto modo, usted es el responsable de esta obra, en la que presento
algunos bosquejos “arabescos” de la vida, y leyendas basadas en
tradiciones populares, extraídas, durante mi estancia en él, de uno
de los lugares, más moriscos y español de la Península.
Le dedico estas páginas en recuerdo
de las agradables escenas que juntos presenciamos en aquel país de
aventura y como testimonio de estimación por sus méritos, a la que
sólo excede la admiración por su talento.
Su amigo y compañeros de viaje,
Washington Irving “
Con el romanticismo europeo se extiende
la moda de un orientalismo que naturalmente, recalará en los
escenarios de Andalucía, con primordial atención a Granada.
Un alemán establecido en Cádiz desde
fines del XVIII será uno de los que comenzara la difusión de
las nuevas ideas. Don Juan Nicolas Böhl de Faber, nacido en 1770
cónsul de su país en la ciudad andaluza, a la que había
vuelto después de la guerra de la independencia, y que ya en 1805
había divulgado “algunas ideas románticas” publicó en el
Mercurio gaditano, en septiembre de 1814.
Otro andaluz Ilustre de las letras
será, Fernando y Gonzáles, comienza en la escuela de López
Soler como escritor de novelas históricas románticas: En una
primera etapa que arranca desde “La mancha de sangre”, de 1845,
pero que puede finalizar hacía 1857, con la aparición de “Luisa o
el ángel de la redención”.
Fernando y Gonzáles, cultivara los dos
géneros el histórico y de aventuras y la folletinesca de
intencionalidad social, y ambas serán ya lanzadas por medio de
entregas, como factor dominante de su difusión. Y tal vez, en una
curiosa mezcla de una tercera modalidad, en la que su sevillanismo
aportará no pocos elementos de color local y conocimientos
lingüísticos del “caló” y el argot del que se sirven sus
personajes: La novela folletinesca del bandido generoso, que comienza
con “los siete niños de Ecija”, en (1863) y termina en “El
Chato de Benameji, vida y milagros de un gran ladrón” (1874),
pasando por los cincos volúmenes de “El Rey de Sierra Morena y
Aventuras del Famoso ladrón José María”. (1871-1874), contribuía
poderosísimamente con ello a la consolidación y difusión de un
mito popular romántico, de literaturización evidente y no menos
falseada social, que configuró una imagen del bandolerismo andaluz
de la larga trayectoria en obras de difusión mayoritarias.
A ello contribuyeron, sus seguidores
con novelas de la misma orientación; el malagueño Florecio Luis
Parreño, el cordobés Juan de Dios Mora y los granadinos, Torcuato
Tarraso y Ramón Ortega y Frías, cultivadores todos ellos de la
novela histórica, del folletín y de la novela de bandoleros
Al reunir en su dilatada obra todas las
tendencias populares del genero, Fernández y Gonzáles popularizaba
entre el gran público las más variadas tradiciones históricas
nacionales. Sus personajes típicos pertenecen, evidentemente, de una
tradición romántica (heredera a su vez del Barroco) que había
convertido en tipos novelescos a los personajes históricos.
Utiliza cientos de personajes en un
contexto novelesco de fecunda imaginación, y dentro de ese contexto,
en nueva vinculación temática romanticismo y el siglo de oro. Una
cierta predilección hacia el mundo árabe y andalusí, convertido en
tema literario desde el Alburear del romancero morisco; Ya su segunda
novela es una prueba de esa vinculación desde su titulo arabizante,
“ALLAH AKBAR”, (Allah es grande) (1849), hasta su tema morisco,
“de zegries y abecerrajes”, donde las viejas paginas de Ginéz
Perez de Hita, creador del genero en el siglo XVI con sus guerras
civiles de Granada, han servido de fuente y de modelo: El tema
histórico granadino aún se reitera con fuerza a medida que avanza
su producción. Así, “la conquista de Granada” será uno de los
subtítulos de él, “El laurel de los siete siglos” también,
subtitulada “Leyenda árabe”, es una de sus más celebres
creaciones, “Historia de los siete murciélagos” de (1863),
y otra obra importante será “Los monfis de las Alpujarras”, de
(1856).
Con esta vinculación el tema morisco,
Fernández y Gonzáles se insertaba en una temática tradicional de
las letras andaluzas, de enorme repercusión. Porque si el tema del
bandolerismo (creación romántica) pudo llegar a configurar un
aspecto de esa Andalucía de pandereta que aborreció el sevillano
Machado. La búsqueda de una identidad de raíces andalusíes
consolidó otra imagen andaluza no menos persistente, y ese
andalucismo morisco resurgirá con toda su fuerza poética en no
pocas creaciones del modernismo andaluz de un Villaespesa.
Pero la búsqueda de una identidad se
estaba realizando en fechas coetáneas por caminos literarios de muy
distintos factura.
Este pueblo andaluz, grande y valiente,
siempre se resistió a la conquista de su país por las gentes del
norte. Y no solo se levanto contra los invasores, en el periodo
conocido como morisco y terminado este con la supuesta expulsión, se
termino todo tipo de resistencia, sino que continuó la lucha de este
pueblo en el terreno político y artístico por su cultura e
independencia.
Gaspar Alonso Pérez de Guzmán, IX
Duque de Medina Sidonia encabezó una conspiración destinada a
proclamarle Rey de Andalucía en 1641, sin embargo fracasó en el
intento. Andalucía, protagonizó numerosos levantamientos
populares entre 1647 y 1652, pero no supo aprovechar la ocasión de
1641 para sentar las bases de una nueva era, ya que la nobleza
latifundista e individualista reprimía cualquier revuelta y
manifestación de este pueblo andaluz.
Ar campo fui yo y a un
arbol
a contarle me sentí
y arbol de oír mi pena
¡Solea, y más solea,!
se le secó la raís.
El que hasta ahora no haya existido una
verdadera Historia de Andalucía nos ha impedido que pudiéramos
seguir el fenómeno paso a paso. Pero podemos deducir que, lo mismo
que sucedió a raíz de la expulsión y destierro de los moriscos
alpujarreños, tuvo que pasar después del movimiento secesionista
del Duque de Medina Sidonia y Tahir al-Hor, almeriense de los
Filabres. Se pierde la primera oportunidad histórica de unir las
luchas populares y antiseñoriales, y por lo tanto, anticentralistas,
que están surgiendo en esos momentos, con la de los sectores que
desde posiciones más racionales y humanistas, se sienten oprimidos y
desplazados cultural y políticamente.
Juan Díaz del Moral, Agrarista Andaluz
(1870-1948). Dirá al escrutar el pasado, dentro de lo que él
denomino Prehistoria de las Agitaciones obreras cordobesas, relata un
movimiento de un interés inusitado que se suscitó en Córdoba en
1652 y que impropiamente, según aquél, se calificó como el del
hambre.
Debido al desastroso gobierno de felipe
IV y de su Valido, Conde-Duque de Olivares, a mediados del siglo
XVII, “empezó a desmoronarse la ingente y artificiosa
construcción. No ya sólo los territorios ultrapirenaicos, sino las
mismas regiones de la Península, mal zurcidas a la meseta por la
espada de Castilla, conseguían o intentaban salvarse cortando las
amarras que las sujetaban al vetusto y ruinoso edificio”. Aparte de
Cataluña, Aragón, Portugal y Vizcaya, “hasta en la pacifica
Bética cundía la indisciplina y fermentaban gérmenes de
independencia. La indignación contra el Rey y el Gobierno enardecía
a las masas andaluzas, borrando de su espíritu el sentimiento de la
unidad nacional…. y la peligrosa semilla del separatismo se
difundía por la comarca”. Uno de los pasquines, muy frecuentes por
aquellos días, decía:
“Corona sin rey, Moneda
sin ley,
Privado sin seso, Moneda
sin peso,
Consejo sin Consejo. Y los
pobres vasallos sin pellejo: ¡
Qué se le da a Sevilla
ser más de Portugal que de Castilla!”.
Desde el comienzo de la segunda mitad
del siglo XVIII las llegadas de oro y plata americanos a los puertos
andaluces ha bajado a sus niveles mínimos de los que ya no volverá
a subir, y , ante lo irremediable, Carlos III y sus ministros han
descubierto, primero, que el oro de El Dorado está en los productos
agrícolas, ganaderos y forestales de América, y más tarde, cuando
las flotas corsarias de Su Graciosa Majestad británica se presentan
como un obstáculo casi infranqueable, descubren que El Dorado está
en la Península y que es ¡¡Andalucía!!.
La Andalucía forzada a quedar yerma,
forzada a la esterilidad, por el Imperio español, ahíto tan solo de
hacer parir a las entrañas americanas, va a ser colonizada de nuevo.
Se escoge la despoblada soledad de Sierra Morena para hacer surgir
colonias de repobladores teutónicos, promulgado leyes sobre baldíos
para que nobles directamente, o a través de sus administradores en
los municipios, los incorporen a sus “estados”; se imparten
pragmática para el fomento del labrantío o la ganadería… El
Estado español quiere buscar, a toda costa, las nuevas Américas
dentro de los territorios peninsulares sometidos a su administración.
Todas estas leyes y pragmáticas, nacen
y corren parejas a la de los pleitos que los pueblos, las humildes
aglomeraciones rurales de una Andalucía esquilmada por siglos de
depredación, van a interponer contra toda esperanza para intentar
que sea suyo lo que trabajan desde hace diez, quince, generaciones.
En este Ambiente de Andalucía, en el
que podemos decir, sólo existen olores: el olor de la pimienta, de
la canela, del azafrán, del salazón, del esparto, del algodón, del
ajonjolí…; un ambiente en el que ya no existen la empresas
difíciles de los Cortés y Pizarros, las locuras de los Lope de
Aguirre ni la suave poesía de los Gracilazos. Y tampoco han nacido
todavía – ni nacerán- los conductores de la industria o los
pensadores modernos de concepciones cartesianas lockianas cuyas obras
pueden ser elevadas a la categoría de ciencia oficial. Andalucía no
es libre. No puede tener poetas, ni científicos ni geógrafos, ni
botánicos, ni burgueses…. Sólo tiene las palabras perdidas de los
campesinos hacinados y oprimidos por la enfíteusis de los grandes de
España, los campesinos que se juntan cada noche en Morón, El
Coronil, Bornos, Los Morales o Arcos para enviar mensuradas protestas
a la Corte y decir que los señores Duques (Arcos, Medina Sidonia,
Alba u Osuna) sólo tienen sobre sus tierras poder de jurisdicción y
no de propiedad, “porque así plugó a cualquier Rey de las Españas
de siglos pasados”.
Aproximadamente hacia el 1767, va a
comenzar una nueva colonización de Andalucía, el estado va a
intentar que nadie pueda pretender arrebatarle el papel monopolizador
de todas las riquezas que lloverán sobre sus tierras. Serán
expulsados los jesuitas, pues eran demasiados peligrosos para los
intereses del Estado y sin jesuitas, la colonización de Sierra
Morena fue regida por los frailes capuchinos de Colonia y
Friburgo que demandaban continuamente capellanes teutónicos para sus
fieles y arremetían contra Olavide con el favor de la alta nobleza
“andaluza”, reconvertida de nuevo en nobleza colonial.
En la sociedad organizada por el Estado
español de la segunda mitad del siglo XVIII no tenían cabida los
grandes proyectos. Era una sociedad condenada a ser provinciana, a
refugiarse en el dogma sin poseer teólogos que lo defendieran; a
defender la heterodoxia como ligero barniz que da sensación de
cultura. Los ilustrados pretendían ser jansenistas, pero ¿Cómo se
podía serlo sin matemáticas y sin un mundo comercial e industrial
donde aplicarlas? Había que conformarse, y los cultos se conformaban
de muy buena gana, con ser jasenistas por moda y desde esas
posiciones, defendidas valientemente en salón y tertulias, apoyar la
expulsión de los jesuitas y estar elegantemente expuestos a algún
pequeño correctivo por parte del moribundo Tribunal de la
Inquisición. Una de las cabezas visibles de ese elegante jansenismo
era el mismo Godoy, que seguramente concebía igual, la lucha
doctrinal como la bélica.
La constitución de 1812, las
libertades fundamentales, las disposiciones contra el régimen
medieval de mayorazgos y contra el régimen gremial, y el hecho
de que se dieran la experiencia de haber existido un parlamento
moderno no estamental, van a constituir la bandera de acción para
extensos sectores sociales. Desde 1812 Andalucía va a ser la
principal puerta de entrada de esta nueva ideología y de estos
nuevos planteamientos revolucionarios.
La Soberanía estuvo latente desde
comienzos del siglo XIX, activado por el abandono de los poderes
centrales a las fuerzas napoleónicas, y tuvo su expresión más
concreta y definida en la Junta Soberana de Andújar de 1835. La
junta luchara contra el sistema que favorece el caciquismo y pide la
Soberanía de Andaluza.
Los conceptos de autonomía,
federación, y nacionalidad, empiezan a ser definidos a partir del
pronunciamiento de Cádiz de 1868.
La madrugada del 4 de Diciembre de 1868
se inicia una insurrección en el puerto de Santa María y Cádiz. El
motivo “extremo” será una cuestión de jornaleros que piden
aumento de sueldo, y una resistencia armada de las milicias civiles
–Voluntarios de la Libertad- a no dejar las armas hasta que no
vieran consolidada su Revolución. El motivo de fondo será la toma
de conciencia del Pueblo Andaluz. Al frente de esta insurrección
aparecería un nuevo personaje: Fermín Salvochea, acogido con
simpatías por Paúl y Angulo y Ramón de Cala.
La mecha prendida en la ciudad, cuna de
las libertades democráticas y populares, se propagó rápidamente a
Málaga, Granada, Sevilla y Jerez. El poder central intervendría por
medio del general Caballero de Rondas en una dura represión que
según varios historiadores causó no menos de 3.000 muertos
El centralismo confirmaba una vez mas
y, por desgracia, no la última su actitud reaccionaria y
conservadora frente al Pueblo Andaluz. Los Voluntarios de la Libertad
que se enfrentaron al ejército regular, eran los mismos que tres
meses antes habían hecho posible la proclamación de la Revolución
en la Bahía de Cádiz. Así, el gobierno central devolvía esta
moneda a los que hicieron posibles la revolución de Septiembre de
1868.
El 18 de Julio de 1873, el jerezano
Ramón de Cala (1827-1902) junto con sus compañeros Francisco Díaz
Quintero y Eduardo Benet presentaron un proyecto de Constitución
Federal de la Republica. En este proyecto se reconocía como órgano
de estructura el “municipio, el cantón o el estado regional y el
estado confederal”, suprema institución del país, enlazados por
medio de pactos políticos y con total autonomía según el modelo
Federativo de Proudhom.
Días después surge, “el manifiesto
de Despeñaperros” el 21 de Julio de 1873, dirigida a
los Federales de Andalucía. Algunos párrafos del manifiesto decía.
“Los traidores de la Republica han
constituido un gobierno más conservador, más reaccionario, más
centralizador, que el anterior Gobierno…”
“En Despeñaperros, histórico e
inexpunable baluarte de la libertad, se enarbolo ayer la bandera de
INDEPENDENCIA DEL ESTADO ANDALUZ”.
“Interin se constituyen los cantones
del ESTADO ANDALUZ ¡Viva la Republica Federal con todas sus formas
sociales!”.
La situación, como escribe M. Ruiz
Lagos, “…era delicada y en esta ocasión, Andalucía en su
planteamiento cantonal configuraba un nuevo ordenamiento político
del Estado Central sobre la base del autonomismo integral…”.
Por supuesto el miedo del centralismo
Español a este movimiento cantonal y andaluz, dio al traste con las
aspiraciones de un pueblo que de nuevo veía como se le callaba su
voz por la actuación del General Pavía, encargado por el gobierno
republicano del Estado, de exterminar el movimiento cantonal andaluz.
El 30 de julio el general Pavía inicio una batida feroz contra el
pueblo Sevillano, que el mismo diría “se asemejaba a la
entrada de las reses bravas en un matadero”. Luego caerían todas
las demás ciudades de Andalucía que se habían constituido en
cantones.
Cala señala en su trabajo el sentido
federal de la Comuna”…La centralización desmedida del Imperio
hizo surgir en todos los ánimos la aspiración a la autonomía de
los pueblos, protesta viva contra el despotismo”.
Podemos observar cómo en Ramón de
Cala el sentimiento antiabsolutista y antimonárquico va unido al
sentimiento autonomista, cantonal o federal; lógico si tenemos en
cuenta que fue con la monarquía absoluta de los Reyes Católicos, y
la formación del llamado Estado Moderno, cuando se anula la
diversidad histórica, política, económica y cultural de los
distintos pueblos de la Península.
Escribe Carrión en su obra “Los
Latifundios en España”, “Los verdaderos orígenes de los
latifundios se hallan en la llamada reconquista y desamortización y
no en los efectos naturales económicos y sociales, con los que se
pretenden justificar. A medida que se efectuaba la reconquista
cristiana, se repartían las tierras andaluzas, como es sabido, entre
las órdenes militares, los nobles que figuraban como caudillos y el
clero. (…) Debemos observar que entre las grandes propiedades,
cuyos datos ya he conseguido, figuran a la cabeza las procedentes de
la reconquista en manos todavía de los títulos más renombrados”.
Después de hacer alusión a la
“Historia de Andalucía” de Joaquín Guichot, para referir
el éxodo de miles de andaluces que tuvieron que abandonar sus
fértiles y bien cultivadas tierras y vegas, y el despojo vandálico
que hicieron los feudales cristianos de los andaluces, “no
dejándoles ni un reducido hogar que les sirviera del albergue, ni un
palmo de tierra donde sentar el pie”, concluye Carrión diciendo
que: “los latifundios nacieron, pues, de hecho guerrero y político.
La naturaleza no ha tenido la más mínima intervención en este
engendro. Sobre la desamortización efectuada. Pero, según se decía,
aliviar la situación de la hacienda pública, impulsar la
realización de las vías de comunicación e intensificar la
explotación del suelo”, Carrión dirá que, “aunque ninguno de
estos móviles se realizara, es el hecho más trascendental después
de la invasión de los cristianos como creador de nuevos
latifundios”.
Los llamados andalucistas históricos
poseían una visión más amplia y compleja de nuestro pueblo
andaluz, como para que su pensamiento se constriñera sólo al
aspecto teórico de la ideología, en su ánimo de demostrar y
defender esa identidad. Sabían que Andalucía contaba con unas
raíces más profundas, enormemente vitales, legendarias. Había que
tocar otros aspectos, pero sin olvidar aquello que Alejandro Guichot,
recoge en sus palabras “…se ha impuesto a Andalucía por la
fuerza, por la violencia y por la confabulación….”
Una gran sensación de impotencia
recorrerá por las venas de Alejandro Guichot, cuando afirma que “el
pueblo andaluz está moribundo, porque sólo en este estado se
concibe que un pueblo se resigne, limitándose a encogerse de
hombros, sin una protesta enérgica a tan deprimente modo de pensar y
vivir”
Alejandro Guichot uno de los
andalucistas histórico de finales del siglo. XVIIII, y principio del
XX, para él un ideal total de vida, de alternativa social,
había existido en la época andalusí; escribe “hubo ideal
potente, de vida total árabe-andaluza, que termino en el siglo XV
(…). Después de la conquista de Granada, el ideal árabe andaluz
decaído, quedó oculto, como aspiración de represalia y de
renacimiento, en el corazón de los musulmanes bautizados a la
fuerza, moriscos, que vivieron en la sierra granadina en el siglo XVI
hasta que fueron destruidos unos y expulsados otros a principios del
siglo XVII… Posterior a dicho ideal –Subraya-, hubo ideal
cristiano de conquista del suelo andaluz, que terminó con su objeto
en el siglo XV.” Después no ha habido manifestación alguna de
ideal andaluz, exceptuando la situación política administrativa de
1873”.
Este creciente espíritu regionalista
desembocaría rápidamente en nacionalista, lleva a la Asamblea de
Ronda de Enero de 1918 donde Infante y Lasso de la Vega entre otros,
aprueban el escudo y la bandera de Andalucía, y a la Asamblea de
Córdoba de Enero de 1919.
En el Manifiesto “A todos los
andaluces” de la Junta liberalista, de 15 de junio de 1936, firmado
entre otros por el padre de la patria andaluza Blas Infante;
recogemos algunas líneas donde decía:
“….La Miseria como
estado permanente y la violencia como norma de relación, pudiera
también a venir a concluir difundidas por vuestra libertad.
Fenómenos con estos
extraños para nosotros, sólo posibles en este medio durante la
vigencia en eras de esclavitud.
Vientos del Norte que
arrasaron, al fin, nuestra Casa antigua, convirtiendo en desierto el
vergel de nuestra Isla de luz, entre bárbaras oleadas tenebrosas que
nos combatían del mundo medieval.
Y desde que nuestra Casa
cayó, una y otra vez, siempre asolándonos esos vientos...
No desatended ahora
nuestra voz; como el año 18, desdeñasteis el grito de la Asamblea
Andalucista de Ronda, quien clamaba al apercibir por entonces el
inicio de los fenómenos de la Post-Guerra:
“Apresuraos, andaluces,
a reforzar vuestras fronteras espirituales con las fronteras
políticas.
Que no pueda remontar el
muro que guarde a vuestro país augusto la misma oleada de barbarie
norteña que avanza ahora como vino entonces... cuando se llegó
hasta nosotros para interrumpir durante siglos el devenir de nuestra
incomparable Historia cultural”.
Acaso, de haber sido
escuchada esa voz, los bárbaros fenómenos transpirenaicos del paro
y la violencia hubieran sido corregidos en Andalucía…..
Más adelante, en el manifiesto
sigue diciendo:
Andaluces de todas las
ideologías, como ahora se acostumbra a decir:
En estos tiempos, en los
cuales todas las normas se rompen y todos los valores se derrumban,
el Mundo necesita de un
pueblo definidor o creador de lo Humano,
que es lo divino sobre la
Tierra.
Vosotros, acostumbrados a
servir de espectáculo como Gwynplaine,
robado a sus padres
nobles,
y a quien la despiadada
cuchilla de unos titiriteros,
mutilándole los labios,
condenó a reír en el
Circo eternamente;
vosotros no podréis acaso
admitir que en la Historia de los hombres,
por vuestra noble
ascendencia,
tenéis derecho a
representar una suprema esperanza de la Humanidad en crisis.
Sin embargo, sois la
estirpe castigada de aquellos hombres que de Andalucía hicieron en
sus épocas de libertad jardín de infinitas bienandanzas;
los herederos de aquellas
generaciones incomparables,
por quienes Andalucía
llegó a resplandecer como Faro del Mundo,
elaborando culturas y
civilizaciones desinteresadas y poderosas.
Para la Historia del
Espíritu,
acaso no sea este trance
el de una Región que se levanta;
quizás la erección de un
nuevo Fanal que va a encenderse.
Concluyó el Circo: Al
Palacio:
Cien generaciones de
antepasados ilustres,
arrebujados en la entraña
milenaria de Andalucía,
tiemblan de júbilo
sintiendo que su obra de maravilla puede llegar a ser continuada por
una progenie inmortal,
digna de su majestuosa
grandeza…..”.
Siempre hubo andaluces que no se
sometieron, a la manipulación de la historia, ya sea desde una
postura política, artística o en cualquier campo de la vida humana.
Como ejemplo tenemos al importante escritor y ensayista de la llamada
“generación perdida”. Nacido en Sevilla (1883-1964). Rafael
Cansinos Sáenz. Pocos autores tienen la historia de nuestra
literatura andaluza, que hayan ejercido tantas influencias en el
trabajo creativo de su época.
La persistencia de Rafael Cansinos por
analizar los aspectos más profundos, del espíritu andaluz a la luz
de las influencias de las culturas vencidas, proscritas, le hizo
acreedor de numerosas sospechas. El interés que mantuvo toda su vida
hacia lo islámico o lo hebreo, y su apoyo como hemos dicho a las
causas perdidas, razón, entre otras, del desconocimiento casi
absoluto de su obra en la actualidad, es lo que le lleva también a
permanecer fiel a sus convicciones republicanas, acarreándole una
especie de exilio interior y una difícil supervivencia, a base de
traducciones de nueve idiomas realizadas para la editorial Aguilar. A
él se le deben las versiones de El Corán, Las mil y una noches,
Dostoyewsky, Balzac, Schiller, Goethe, etc…
Una obra suya de las pocas reeditadas
de toda su amplia bibliografía “La copla andaluza”, constituye
un penetrante ensayo sobre las raíces y ramificaciones del cante
andaluz. En este libro dice Cansinos:
“Buscando a la copla andaluza como a
un niño perdido, nos la encontramos en la mezquita árabe; pero
también pudiéramos hallarla en la sinagoga hebrea. La intuición
oriental se precisaría así en ubicaciones semíticas. De igual modo
que Ali Bey el Abadi nos reveló dejos flamencos en los cantos
litúrgicos del Islam que oyó en Alejandría, ha habido también
quién, a la inversa, ha descubierto acentos de liturgias hebraicas
en los cantos flamencos oídos en Sefard. Pero al llegar aquí he de
recordar para bien de la cronología y el método, que ya en 1928, en
estas mismas columnas, revolviendo también este tema, la intuición,
o más bien la corazonada -Intuición sentimental- me hicieron decir
que la copla andaluza era un canto de gente proscripta y perseguida,
que expresaba en ella sus nostalgias históricas y el dolor de su
vencimiento”.
Este insigne andaluz a menudo
menospreciado por los intelectuales de salón contemporáneos suyos,
caricaturizado y ridiculizado, desautorizado por los representantes
de la cultura oficial, abandonado por los discípulos de los
distintos movimientos de renovación artística a los que perteneció,
desertor finalmente de sí mismo, Cansinos vio así su propia
trayectoria heterodoxa y marginal:
“Desde el primer
instante,
una gran pasión por todo
lo nuevo, raro y exquisito.
En mi soledad ignorada,
yo era ya un hermano de
aquellos poetas nuevos sobre los que lanzaban el anatema los
clásicos,
y que no había de conocer
sino más tarde:
Vallaespesa, Salvador
Rueda, Machado, Jiménez, Rubén Darío…
desde el primer
momento, una gran rebeldía, un gran amor a todo lo proscrito, que no
se ha entibiado después. (…)
Por un instante la vida
depende de lo que cante
un hombre de Andalucía
y por un instante único
Andalucía es tan pura
que nadie puede ser puro.
(M. Montero)
.
Aquí en Andalucía de nuevo como en
nuestro pasado de Al-Andalus o en el siglo de oro, se produce un
auténtico renacer de la poesía y del teatro popular andaluz
en sus formas más auténticas. Federico García Lorca vuela entre
las alas de la escena, comunicando de manera integral todo elemento
artístico que en sus dedos se ha hecho lírica, música, puntura,
vida.
1925.- Mariana Pineda.- En la puesta en
escena de Madrid, Margarita Xirgo, la actriz que más obras de
Federico escenificaba llegando a formar parte de su biografía
artísticas representará al personaje.
Mariana Pineda es un estandarte de las
libertades en Andalucía. Las Cortes de Cádiz, el movimiento
federalista, el cantonalismo, la autonomía, la independencia. Todo
lo que en Andalucía sea una batalla por nuestras libertades, su
sangre, la sangre de una mujer andaluza.
Mariana Pineda, lo perfuma. Tiene el
negro de los ojos de las hermosas y el blanco y verde a medio bordar.
Es durante el ominoso reinado de
Fernando VII en el Imperio español una andaluza de Granada, fue
detenida y condenada a muerte por participación en una rebelión
contra el poder del tirano y cruel personajillo, le encuentra en su
casa una bandera –símbolo de la insurrección, lo que motiva su
encarcelamiento, tortura y muerte, se le prometió excarcelación si
facilitaba los nombres de los responsables más directos, Mariana
opta por el silencio.
Fue cruelmente asesinada por aquella
justicia a garrote vil, en plaza pública, el 26 de Mayo de 1831
cuando sólo tenía veintisiete años de edad. Federico comenta,
“Andalucía tiene todo
el aire de libertad”.
¡Morir! Que largo sueño
sin ensueños ni Sombra
¡Pedro, quiero morir por
lo que tú no mueres,
por el puro ideal que
iluminó tus ojos!
¡Libertad! Porque nunca
se apague tu alta lumbre
me ofrezco toda entera.
Arriba corazones!
En Bodas de Sangre. El cuadro de la
tragedia se desarrolla en un pueblecito andaluz que vibra como una
espada del Magreb. Todo es andaluz en la escena. Todo es universal y
siempre andaluz, nuestro sentido de la vida, el marco, la desgracia
telúrica, el ludismo, el placer, la pasión; todo, absolutamente
todo nuestro ensamblado joyel.
Ni a la Iglesia, ni a Castilla se les
puede olvidar que llegaron a nuestra Andalucía con las crines del
crimen.
Que la historia del Estado español no
tiene grandezas y sí maldiciones bíblicas. Bernada Alba proclama la
falsedad y miseria de esta herencia y grita contra la opresión
cristiana-facista que pesa sobre la mujer andaluza. Tantas son las
lágrimas que el llanto nos ciega...
Y no quiero llantos. La muerte hay que
mirarla cara a cara. ¡Silencio! ¡A callar he dicho! ¡Las lágrimas
cuando estés sola...!
La noche del 17 de Agosto, un automóvil
que sale diariamente de Granada con dirección a Viznar,
transportando vidas para segar, se lleva a Federico García Lorca,
junto a un torero llamado Galadí. Son encerrados en la Colonia junto
a otro torero que ya se hallaba allí. Era un sitio oscuro, sombrío,
y... de paso, en este trágico y horrible desenlace:
La aurora llega y nadie la
recibe en su boca
porque allí no hay mañana
ni esperanza posible
Si, llorando las angustias humanas, la
destrucción de los valores humanos; García Lorca está anunciando
su propio suplicio, su propia muerte. Su angustia se rebela contra
una razón, contra un orden que trata de anular LA LIBERTAD, la más
honda y universal libertad. Es la misma razón el mismo orden
que le llevan a este cadalso. Federico llega a ser la Victima, no
sólo moral sino física, en el reparto de los personajes de su
propio teatro, de su propia obra.
Para el asesinato del
ruiseñor, venían
tres mil hombres armados
de lucientes cuchillos.
Ese dolor, confusión, deprimente
angustia que se manifiesta en el poeta cuando toma contacto con una
caótica, deformante y perversa realidad (pero de la que nunca puede
prescindir), cuando se destruye su pura niñez, o la raíz que ligaba
al poeta con esa niñez, con la tierra misma de su canto, con una
diminuta, palpitante y universal Andalucía. Ese dolor y angustia
toma, aquí en su propio calvario, su más cruel y cruda expresión.
“Su poesía su calvario se convierte
en un grito de impotencia sostenida”.
Con este ASESINATO, asesinando a García
Lorca, pretenden asesinar las figuras heroicas que Lorca levanta
contra la miseria y la degradación, pretenden asesinar los negros de
su Poeta en Nueva York, los gitanos de Romancero Gitano. ¿Sólo?
Más. Pretendían borrar su canto al amor libre y sensual, su canto a
la inocencia, su canto a un pueblo que vive intensamente su propia
vida: ¿Y qué género o especie podía acometer tal aberración?
Sorel da en la clave: “Eses Lumpen reclutado por caciques y
oligarcas para estos siniestros festines. Esa subcultura que ellos
mismos alimentan, de la que se sirven para engordar sus órdenes,
militares, religiosas, morales”.
Federico García Lorca no era de los
poetas que pasan por la vida sin apenas rozarla. No, la vive, la
siente, la palpita en su más variada y bella expresión, y también,
vomita. Vomita con impetuosa fuerza sobre los que pretenden
constreñirla a la incongruencia, a la miseria, a la locura, al
fatalismo.
Llegaban los rumores de la
selva del vómito
con las mujeres vacías,
con niños de cerca caliente,
con árboles fermentados y
camareros incansables
que sirven platos de sal
bajo las arpas de la saliva
sin remedio, hijo mío,
¡vomita! No hay remedio.
No es el vómito de los
húsares sobre los pechos de la prostituta
Ni el vómito del gato que
se tragó una rama por descuido.
Son los muertos que arañan
con sus manos de tierra
las puertas de pedernal
donde se pudren nobles y pobres.
En la última entrevista publicada
antes de su muerte, Federico decía:
”En este momento dramático del
mundo, el artista debe llorar y reír con un pueblo. Hay que dejar el
ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a
los que buscan las azucenas”.
Antes, en 1934, diría:
“Yo siempre seré partidario de los
que no tienen nada y hasta la tranquilidad de la nada se les niega...
En el mundo ya no luchan fuerzas humanas, sino telúricas. A mí me
ponen en una balanza el resultado de esta lucha: aquí tu dolor y tu
sacrificio, y aquí la justicia para todos, aún con la angustia del
tránsito hacía un futuro que se presente, pero que se desconoce, y
descargo el puño con toda mi fuerza en este último platillo “
Y todo es musicalidad, sueño.
Andalucía. Nadie la había visto más que en sueños al saltar los
verdes vallados de nuestros campos; hagámosla sin embargo, con las
artes y hechicerías gitanas. Desde aquí abajo, entre nosotros,
donde empieza el Paraíso y con los ojos más abiertos que podamos.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes
ramas.
El barco sobre la mar,
y el caballo en la
montaña.
De honrada lírica y
admitiendo el polistilo de mimbre, nardo, lirio y pena... se acerca
la madrugá del Viernes Santo. Es la luna quien pone luz a este
romance.
¿Qué tierra iba a ser
Andalucía que no tuviera también su luna?
La locura ni sabe ni
quiere dar razón de sí misma, y no obstante, domina su frescor
histórico.
Huye luna, luna, luna, que
ya siento sus caballos.
¿Cuándo vendrán los
gitanos? Y... los moriscos ¡cuándo vendrán!
Con los ojillos cerrados
dentro de la fragua lloran, dando gritos, los gitanos.
Saben que son anfibio
sendero morisco. ¿Y los moriscos? ¡Gnósticos! ¡Unitarios!
Y además los sefardies.
Todos andaluces y víctimas de la misma espada caliente.
- DICCIONARIO ANDALUZ
(Biblioteca de Ediciones , s, a)
- ACOSTA SANCHEZ JOSE
Andalucía. Reconstrucción de una identidad y lucha contra el
centralismo, Anagrama. Barcelona, 1978.
- CARRION, PASCUAL. Los
Latifundios en España. Ed. Ariel. Barcelona 1975.
- DIAZ DEL MORAL, JUAN.
Historia de las agitaciones campesinas andaluzas. Alianza Editorial.
Madrid 1969
- LOPEZ BUENO, BEGOÑA. Gutirre de
Cetina. Sevilla 1978.
- DRAIN, MIGUEL Y VARIOS.
Los Andaluces. Ed. Itmo. Madrid 1980.CANSINOS ASSEUS, RAFAEL.
Movimiento V.P./ La copla andaluza.
- RUIZ LAGOS, MANUEL .País
Andaluz. Ed. C,S.I.C. Jerez de la Frontera./ El Andalucismo
militante. Ed. Sexta, S:A: Jerez de la Frontera. / “Ramón de
Cala”. Federación y Autonomía en el País Andaluz. Editorial
Sexta, S. A. Jerez de la Frontera 1980.
- CASTRO AMERICO (La realidad
Histórica de España), Edición Renovada Editorial
Porrua, S.A. Republica Argentina, 15. Mexico, D. F.
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