Andaluces
en la historia
La diáspora
andalusí
Este mosaico se puede ver en el malagueño pueblo de Frigiliana. Forma parte de una colección expuesta en las calles del pueblo que cuentan la rebelión, expulsión y el exilio de los moriscos de las aldeas montañosas de la Axarquía.
La
emigración de los habitantes de al-Ándalus, ya sea motivada por
problemas políticos o económicos internos, ya sea por la paulatina
disminución de su territorio hasta su final desaparición tras la
conquista de Granada (1492), tuvo lugar durante un largo período de
tiempo: desde el siglo IX hasta la expulsión de los moriscos a
comienzos del siglo XVII. Los diversos desplazamientos de la
población andalusí se produjeron en dos direcciones: una, hacia los
territorios cristianos del norte de la península Ibérica según
descienden las fronteras políticas hacia el sur y, otra, hacia los
territorios islámicos de la costa sur del Mediterráneo y del
Oriente Medio.
Por ello, los fenómenos relacionados con la diáspora andalusí constituyen un campo de estudio fascinante para los intercambios culturales. Los andalusíes fueron transmisores culturales de sur a norte y de norte a sur, ya que algunos grupos, como el de los moriscos, viviría primero más de un siglo en territorio cristiano, antes de ser expulsados e instalarse, en su mayoría, en el norte de África. En el legado andalusí depositado por esta diáspora, se encuentran algunos de los principales factores comunes de ambas orillas del Mediterráneo Occidental.
Por ello, los fenómenos relacionados con la diáspora andalusí constituyen un campo de estudio fascinante para los intercambios culturales. Los andalusíes fueron transmisores culturales de sur a norte y de norte a sur, ya que algunos grupos, como el de los moriscos, viviría primero más de un siglo en territorio cristiano, antes de ser expulsados e instalarse, en su mayoría, en el norte de África. En el legado andalusí depositado por esta diáspora, se encuentran algunos de los principales factores comunes de ambas orillas del Mediterráneo Occidental.
"Cuando
todos los andaluces conozcan su verdadera historia y esencia, será
cuando logremos llegar a obtener el poder necesario para exigir el
respeto a nuestra personalidad, tan diferente de aquella que tratan
de imponernos". Blas Infante
COMO ERA LA
VIDA EN AL-ANDALUS
LA
NATURALEZA ANDALUSÍ
La vida de un pueblo no se mide sólo a través de sus logros artísticos y científicos, sino, sobre todo, desmenuzando el día a día, sus costumbres, estructuras sociales y organización. Al-Andalus fue también, en este terreno, una civilización avanzada y culta.
La vida de un pueblo no se mide sólo a través de sus logros artísticos y científicos, sino, sobre todo, desmenuzando el día a día, sus costumbres, estructuras sociales y organización. Al-Andalus fue también, en este terreno, una civilización avanzada y culta.
Caminantes moriscos
Exilio
morisco
Las líneas
maestras de una diáspora En el interior de Túnez, dos personajes
aparecen como los principales responsables de la acogida y
distribución de los moriscos en el país: en primer lugar el dey
Uzmân, representante de la autoridad turca, quien dispuso una
serie de medidas económicas y militares para facilitar su
instalación (protección frente a las tribus, perdón de impuestos,
etc.), viendo en ellos un elemento óptimo para dinamizar la economía
de la zona y de fidelidad segura frente a la inestabilidad ocasional
de la población autóctona. En segundo lugar el piadoso Abu-l-Gayz
al-Qaššaš, personaje religioso que, compadecido del estado en el
que llegaban la mayoría de sus correligionarios del otro lado del
mar, hizo construir mezquitas para ellos, obligó a los tunecinos a
acoger a los moriscos en sus casas y apoyó sin reservas que éstos
pudieran recibir instrucción religiosa islámica en su lengua
original y única que conocían, el castellano, decisión de mucho
mayor calado de lo que pudiera suponerse en pleno siglo XVII. Los
lugares de instalación de los moriscos en Túnez, dictados por la
autoridad otomana, no difieren demasiado en su situación geográfica
y estratégica de los señalados ara Argel y es posible que la
autoridad otomana tuviera en cuenta para el caso tunecino la
experiencia de décadas atrás en Argelia. En la capital, Túnez, se
instalan algunas familias pudientes cerca de la alcazaba, mientras
que una serie de artesanos ocuparon la parte antigua de la ciudad y
algunos agricultores las huertas de las afueras (zona de «La Biga»,
La Vega). En diversas zonas rurales de especial fertilidad, como en
el valle del río Medjerda, en las llanuras septentrionales del país
o junto a la montaña de Zaghouan, los moriscos allí instalados
fundaron colonias agrícolas que fueron urbanizadas de forma muy
diferente al urbanismo magrebí tradicional. Pueblos como Testur,
Grombalia o Qalat al-Andalus presentan peculiaridades urbanísticas y
arquitectónicas que los emparentan con los pueblos españoles de
donde provenían los moriscos. En estos pueblos también se inició
una nueva forma de tratar la irrigación y la agricultura que los
moriscos importaron de la Península.
El
florecimiento agrícola de Túnez, con un aprovechamiento óptimo de
las conducciones de aguas, a partir de la segunda mitad del siglo
XVII depende muy estrechamente de las actividades de estos moriscos,
que convierten a Túnez en una de las ciudades magrebíes más y
mejor abastecidas. Diversos testimonios e investigaciones han
confirmado que, frente a Marruecos y, quizá, a Argelia, de las que
no se poseen mayores datos, la comunidad morisca instalada en Túnez
estaba muy estructurada, seguramente con la anuencia de la autoridad
de la Regencia, con un «jeque de los andalusíes» que actuaba como
cabeza de ellos frente al Dey, y que fue en primer lugar Luis Zapata
y después, durante varias décadas, Mustafá de Cárdenas, un
riquísimo terrateniente, comerciante y propietario de esclavos que
llegó a Túnez desde Francia.
(Dey) del turco Dayi, era el titulo dado a los representantes de la ley en el imperio otomano en el mediterráneo.
Moriscos expulsados desde el puerto de Vinaróz
En Túnez
sí podemos detectar entre los moriscos, o al menos en varios
círculos de moriscos, una atmósfera de cultura en castellano y en
árabe que produce interesantísimas realizaciones. Los moriscos
instalados en Túnez, desconocedores del árabe, se enfrentan con el
problema de que deben seguir e intensificar su instrucción religiosa
en el islam en castellano y no en árabe, la lengua sagrada e idónea
para el islam.
Un grupo de
moriscos se lanza a componer una serie de tratados doctrinales
islámicos y de obras de polémica anticristiana en castellano que
ayuden a sus correligionarios a afirmarse en su fe. Hombres como el
toledano Ibrahim Taybili (en España Juan Pérez), Ibn ‘Abd
ar-Rafi‘ al-Andalusí, o el muftí Ahmad al-Hanafi, realizan unas
composiciones en un castellano en ocasiones de gran elegancia y que
han llegado hasta nosotros en forma de manuscrito. Originales
directamente en castellano o traducciones del árabe, los moriscos
tunecinos empiezan a contar pronto con un cierto corpus de textos.
Uno de los aspectos más apasionantes de estos manuscritos, aparte de
comprobar el alcance del readoctrinamiento islámico de los moriscos,
es observar cómo algunos de estos autores recuerdan y rememoran a la
perfección cómo era su vida en España y son capaces de describirla
con bastante exactitud, incluso con cierta añoranza de algunos
aspectos. Así aparece Taybili recordando sus visitas a librerías de
Alcalá de Henares y comprando los best seller hispánicos del
momento, o el autor del manuscrito S-2 de la Real Academia de la
Historia reescribiendo larguísimos pasajes de comedias de Lope de
Vega que vio representar. En estos textos, generalmente de los años
treinta del siglo XVII, se da fe de la doble cultura que estos
moriscos viven, una doble cultura con una parte española que
recuerdan y seguramente admiran y una parte árabe-islámica que
aprenden. La herencia morisca en Túnez, al contrario que en
Marruecos o en Argelia, sí ha dejado una profunda huella hasta
nuestros días, hasta el punto de formar una parte de la identidad
nacional tunecina. Más aislados e identificables que sus
compatriotas instalados en otros lugares, menos asimilados por tanto,
su huella se extiende en Túnez por la artesanía de la chechía o
bonete tunecino, por la gastronomía, por el urbanismo y la toponimia
de Túnez, por la onomástica y por las costumbres. Quizá el caso
que mejor refleja la profundidad de esta huella morisca en Túnez sea
la conservación y la utilización todavía de un buen número de
palabras y expresiones castellanas en el habla dialectal del árabe
tunecino, palabras que están en proceso de recogida y estudio.
El exilio
morisco. Las líneas maestras de una diáspora de los doctores Míkel
de Epalza y Abdel-Hakim Gafsi muestran perfectamente cuáles fueron
los campos de mayor penetración de la influencia morisca en Túnez.
Texto con lista y enseres de moriscos embarcados
En TURQUÍA
Los moriscos también lograron establecerse en el corazón de ese
imperio otomano que cifraba todas sus esperanzas de una ayuda
militar contra los españoles primero y de una buena acogida tras
ser expulsados por su fe después. Sin embargo, hay que señalar que
la documentación de la que disponemos de los archivos turcos es
todavía muy escasa para el problema morisco en general y para la
política de los turcos para con los moriscos y el asentamiento de
los moriscos en Turquía en particular. Sólo recientemente el
profesor Abdeljelil Temimi ha exhumado un firmán imperial otomano
del sultán Ahmad I de 161342 en el que se habla del asentamiento de
una comunidad de moriscos en cinco ciudades de Anatolia y se nombra
a uno de ellos, Alí ibn Muhammad el Mutafárrika, como Sanjak Bey o
jefe encargado de la comunidad morisca. Un estudio de Míkel de
Epalza ha mostrado el alcance del documento y el significado del
asentamiento de los moriscos en esas ciudades (Adana, Azir [actual
Azaz], Sis [actual Kozan], Tarsus y Kars) en su contexto
geopolítico.
Los
asentamientos de los moriscos en Turquía cumplen con los mismos
cometidos que los asentamientos planeados de las Regencias Turcas
del Magreb: se trata de ciudades enclavadas en zonas mediterráneas
extraordinariamente fértiles (Adana, Sis, Tarsus), con gran
capacidad agrícola; tres de ellas (Sis, Azaz, Kars) están
enclavadas en sitios de paso fronterizo, con un gran valor
estratégico y con una gran necesidad de control por parte de una
población fiel. Finalmente, se trata de zonas no arabehablantes,
sino de lengua armenia, turca, kurda, etc. En esas zonas los
moriscos son extranjeros y quedan asemejados a los extranjeros, con
lo que su dependencia de las autoridades otomanas se hace más
patente. El planteamiento general de la instalación de los moriscos
en Turquía, al menos en lo poco que conocemos hasta ahora, responde
al mismo plan que las autoridades otomanas tuvieron para la gran
masa de moriscos que se instaló en el Magreb, mucho mayor, por
razones de cercanía geográfica, pero también de estrategia
políticomilitar y de ahorro de medios, que la que llegó hasta la
misma Sublime Puerta. Los moriscos en Turquía se diluyeron sin
dejar demasiada huella dentro de los grupos extranjeros situados en
la multiétnica zona de Anatolia; parecido sucedió en otros lugares
de Oriente o en Marruecos, donde se confunden con sus ancestros
andalusíes. Más huella sin embargo dejaron en Argelia y Túnez.
Todavía en la segunda mitad del siglo XVII un viajero francés
había oído cantar en español a un anciano.
Los
moriscos después de la expulsión sufrieron destinos dispares,
crueles en su inicio desgarrador, más esperanzador conforme pasaba
el tiempo. Pero el morisco como colectivo, efectivamente, sobrevivió
a la expulsión para poder tener un después alejados de su tierra
natal.
En uno de
mis viajes a Túnez conocí personas muy interesadas en conversar y
preguntar por Andalucia: la similitud de palabras, de la gastronomía
andaluza, nombres de oficios, apellidos.
Un hombre
de avanzada edad que había sido marinero durante toda su vida me
dijo “hasta no hace mucho, teníamos tabernas en los puertos donde
bebíamos vino, cantábamos flamenco junto a marineros españoles y
de otros países del mediterráneo”. Me mostró con orgullo la
(Lingua Franca) un idioma mezcla de castellano antiguo,
catalano-aragonés, italiano y francés aun hablado por algunas
personas e la costa norte de Túnez. Idioma por cierto, perfectamente
entendible, para eso era la lengua franca.
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