domingo, 20 de mayo de 2012

Diáspora Andalusí, antiguos andaluces en el exilio


Andaluces en la historia

La diáspora andalusí

Este mosaico se puede ver en el malagueño pueblo de Frigiliana. Forma parte de una colección expuesta en las calles del pueblo que cuentan la rebelión, expulsión y el exilio de los moriscos de las aldeas montañosas de la Axarquía.

La emigración de los habitantes de al-Ándalus, ya sea motivada por problemas políticos o económicos internos, ya sea por la paulatina disminución de su territorio hasta su final desaparición tras la conquista de Granada (1492), tuvo lugar durante un largo período de tiempo: desde el siglo IX hasta la expulsión de los moriscos a comienzos del siglo XVII. Los diversos desplazamientos de la población andalusí se produjeron en dos direcciones: una, hacia los territorios cristianos del norte de la península Ibérica según descienden las fronteras políticas hacia el sur y, otra, hacia los territorios islámicos de la costa sur del Mediterráneo y del Oriente Medio.
Por ello, los fenómenos relacionados con la diáspora andalusí constituyen un campo de estudio fascinante para los intercambios culturales. Los andalusíes fueron transmisores culturales de sur a norte y de norte a sur, ya que algunos grupos, como el de los moriscos, viviría primero más de un siglo en territorio cristiano, antes de ser expulsados e instalarse, en su mayoría, en el norte de África. En el legado andalusí depositado por esta diáspora, se encuentran algunos de los principales factores comunes de ambas orillas del Mediterráneo Occidental.

"Cuando todos los andaluces conozcan su verdadera historia y esencia, será cuando logremos llegar a obtener el poder necesario para exigir el respeto a nuestra personalidad, tan diferente de aquella que tratan de imponernos". Blas Infante

COMO ERA LA VIDA EN AL-ANDALUS
LA NATURALEZA ANDALUSÍ

La vida de un pueblo no se mide sólo a través de sus logros artísticos y científicos, sino, sobre todo, desmenuzando el día a día, sus costumbres, estructuras sociales y organización. Al-Andalus fue también, en este terreno, una civilización avanzada y culta.
                                                        Caminantes moriscos

Exilio morisco
Las líneas maestras de una diáspora En el interior de Túnez, dos personajes aparecen como los principales responsables de la acogida y distribución de los moriscos en el país: en primer lugar el dey Uzmân, representante de la autoridad turca, quien dispuso  una serie de medidas económicas y militares para facilitar su instalación (protección frente a las tribus, perdón de impuestos, etc.), viendo en ellos un elemento óptimo para dinamizar la economía de la zona y de fidelidad segura frente a la inestabilidad ocasional de la población autóctona. En segundo lugar el piadoso Abu-l-Gayz al-Qaššaš, personaje religioso que, compadecido del estado en el que llegaban la mayoría de sus correligionarios del otro lado del mar, hizo construir mezquitas para ellos, obligó a los tunecinos a acoger a los moriscos en sus casas y apoyó sin reservas que éstos pudieran recibir instrucción religiosa islámica en su lengua original y única que conocían, el castellano, decisión de mucho mayor calado de lo que pudiera suponerse en pleno siglo XVII. Los lugares de instalación de los moriscos en Túnez, dictados por la autoridad otomana, no difieren demasiado en su situación geográfica y estratégica de los señalados  ara Argel y es posible que la autoridad otomana tuviera en cuenta para el caso tunecino la experiencia de décadas atrás en Argelia. En la capital, Túnez, se instalan algunas familias pudientes cerca de la alcazaba, mientras que una serie de artesanos ocuparon la parte antigua de la ciudad y algunos agricultores las huertas de las afueras (zona de «La Biga», La Vega). En diversas zonas rurales de especial fertilidad, como en el valle del río Medjerda, en las llanuras septentrionales del país o junto a la montaña de Zaghouan, los moriscos allí instalados fundaron colonias agrícolas que fueron urbanizadas de forma muy diferente al urbanismo magrebí tradicional. Pueblos como Testur, Grombalia o Qalat al-Andalus presentan peculiaridades urbanísticas y arquitectónicas que los emparentan con los pueblos españoles de donde provenían los moriscos. En estos pueblos también se inició una nueva forma de tratar la irrigación y la agricultura que los moriscos importaron de la Península.
El florecimiento agrícola de Túnez, con un aprovechamiento óptimo de las conducciones de aguas, a partir de la segunda mitad del siglo XVII depende muy estrechamente de las actividades de estos moriscos, que convierten a Túnez en una de las ciudades magrebíes más y mejor abastecidas. Diversos testimonios e investigaciones han confirmado que, frente a Marruecos y, quizá, a Argelia, de las que no se poseen mayores datos, la comunidad morisca instalada en Túnez estaba muy estructurada, seguramente con la anuencia de la autoridad de la Regencia, con un «jeque de los andalusíes» que actuaba como cabeza de ellos frente al Dey, y que fue en primer lugar Luis Zapata y después, durante varias décadas, Mustafá de Cárdenas, un riquísimo terrateniente, comerciante y propietario de esclavos que llegó a Túnez desde Francia.

(Dey) del turco Dayi, era el titulo dado a los representantes de la ley en el imperio otomano en el mediterráneo. 
                                                                                        
                                                                   Moriscos expulsados desde el puerto de Vinaróz

En Túnez sí podemos detectar entre los moriscos, o al menos en varios círculos de moriscos, una atmósfera de cultura en castellano y en árabe que produce interesantísimas realizaciones. Los moriscos instalados en Túnez, desconocedores del árabe, se enfrentan con el problema de que deben seguir e intensificar su instrucción religiosa en el islam en castellano y no en árabe, la lengua sagrada e idónea para el islam.
Un grupo de moriscos se lanza a componer una serie de tratados doctrinales islámicos y de obras de polémica anticristiana en castellano que ayuden a sus correligionarios a afirmarse en su fe. Hombres como el toledano Ibrahim Taybili (en España Juan Pérez), Ibn ‘Abd ar-Rafi‘ al-Andalusí, o el muftí Ahmad al-Hanafi, realizan unas composiciones en un castellano en ocasiones de gran elegancia y que han llegado hasta nosotros en forma de manuscrito. Originales directamente en castellano o traducciones del árabe, los moriscos tunecinos empiezan a contar pronto con un cierto corpus de textos. Uno de los aspectos más apasionantes de estos manuscritos, aparte de comprobar el alcance del readoctrinamiento islámico de los moriscos, es observar cómo algunos de estos autores recuerdan y rememoran a la perfección cómo era su vida en España y son capaces de describirla con bastante exactitud, incluso con cierta añoranza de algunos aspectos. Así aparece Taybili recordando sus visitas a librerías de Alcalá de Henares y comprando los best seller hispánicos del momento, o el autor del manuscrito S-2 de la Real Academia de la Historia reescribiendo larguísimos pasajes de comedias de Lope de Vega que vio representar. En estos textos, generalmente de los años treinta del siglo XVII, se da fe de la doble cultura que estos moriscos viven, una doble cultura con una parte española que recuerdan y seguramente admiran y una parte árabe-islámica que aprenden. La herencia morisca en Túnez, al contrario que en Marruecos o en Argelia, sí ha dejado una profunda huella hasta nuestros días, hasta el punto de formar una parte de la identidad nacional tunecina. Más aislados e identificables que sus compatriotas instalados en otros lugares, menos asimilados por tanto, su huella se extiende en Túnez por la artesanía de la chechía o bonete tunecino, por la gastronomía, por el urbanismo y la toponimia de Túnez, por la onomástica y por las costumbres. Quizá el caso que mejor refleja la profundidad de esta huella morisca en Túnez sea la conservación y la utilización todavía de un buen número de palabras y expresiones castellanas en el habla dialectal del árabe tunecino, palabras que están en proceso de recogida y estudio.
El exilio morisco. Las líneas maestras de una diáspora de los doctores Míkel de Epalza y Abdel-Hakim Gafsi muestran perfectamente cuáles fueron los campos de mayor penetración de la influencia morisca en Túnez.
                            Texto con lista y enseres de moriscos embarcados 


En TURQUÍA Los moriscos también lograron establecerse en el corazón de ese imperio otomano que cifraba todas sus esperanzas de una ayuda militar contra los españoles primero y de una buena acogida tras ser expulsados por su fe después. Sin embargo, hay que señalar que la documentación de la que disponemos de los archivos turcos es todavía muy escasa para el problema morisco en general y para la política de los turcos para con los moriscos y el asentamiento de los moriscos en Turquía en particular. Sólo recientemente el profesor Abdeljelil Temimi ha exhumado un firmán imperial otomano del sultán Ahmad I de 161342 en el que se habla del asentamiento de una comunidad de moriscos en cinco ciudades de Anatolia y se nombra a uno de ellos, Alí ibn Muhammad el Mutafárrika, como Sanjak Bey o jefe encargado de la comunidad morisca. Un estudio de Míkel de Epalza ha mostrado el alcance del documento y el significado del asentamiento de los moriscos en esas ciudades (Adana, Azir [actual Azaz], Sis [actual Kozan], Tarsus y Kars) en su contexto geopolítico.
Los asentamientos de los moriscos en Turquía cumplen con los mismos cometidos que los asentamientos planeados de las Regencias Turcas del Magreb: se trata de ciudades enclavadas en zonas mediterráneas extraordinariamente fértiles (Adana, Sis, Tarsus), con gran capacidad agrícola; tres de ellas (Sis, Azaz, Kars) están enclavadas en sitios de paso fronterizo, con un gran valor estratégico y con una gran necesidad de control por parte de una población fiel. Finalmente, se trata de zonas no arabehablantes, sino de lengua armenia, turca, kurda, etc. En esas zonas los moriscos son extranjeros y quedan asemejados a los extranjeros, con lo que su dependencia de las autoridades otomanas se hace más patente. El planteamiento general de la instalación de los moriscos en Turquía, al menos en lo poco que conocemos hasta ahora, responde al mismo plan que las autoridades otomanas tuvieron para la gran masa de moriscos que se instaló en el Magreb, mucho mayor, por razones de cercanía geográfica, pero también de estrategia políticomilitar y de ahorro de medios, que la que llegó hasta la misma Sublime Puerta. Los moriscos en Turquía se diluyeron sin dejar demasiada huella dentro de los grupos extranjeros situados en la multiétnica zona de Anatolia; parecido sucedió en otros lugares de Oriente o en Marruecos, donde se confunden con sus ancestros andalusíes. Más huella sin embargo dejaron en Argelia y Túnez. Todavía en la segunda mitad del siglo XVII un viajero francés había oído cantar en español a un anciano.
    Los moriscos después de la expulsión sufrieron destinos dispares, crueles en su inicio desgarrador, más esperanzador conforme pasaba el tiempo. Pero el morisco como colectivo, efectivamente, sobrevivió a la expulsión para poder tener un después alejados de su tierra natal.

En uno de mis viajes a Túnez conocí personas muy interesadas en conversar y preguntar por Andalucia: la similitud de palabras, de la gastronomía andaluza, nombres de oficios, apellidos.
Un hombre de avanzada edad que había sido marinero durante toda su vida me dijo “hasta no hace mucho, teníamos tabernas en los puertos donde bebíamos vino, cantábamos flamenco junto a marineros españoles y de otros países del mediterráneo”. Me mostró con orgullo la (Lingua Franca) un idioma mezcla de castellano antiguo, catalano-aragonés, italiano y francés aun hablado por algunas personas e la costa norte de Túnez. Idioma por cierto, perfectamente entendible, para eso era la lengua franca.




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