La
existencia del bandolerismo en Andalucía se extiende a lo largo
de varios siglos.
Bernard
Vincent
Hallamos
sus rastros ya en la correspondencia de Cicerón o en la obra de
Tito Livio, y en la época del califato de Córdoba existió un
bandolerismo cristiano muy poderoso que era al mismo tiempo
expresión de miseria y de oposición política. Se trata de un
fenómeno muy bien conocido -casi diríamos que en exceso- en lo
que respecta a los siglos XVIII y XIX. Sin embargo, dada la
insistencia en el carácter heroico que en la época romántica se
atribuyó a los bandoleros, sus predecesores caerían en el más
profundo olvido. Considerando lo que sabemos de ellos por sus
contemporáneos -ya que no por ellos mismos- trataremos de
rescatarlos de ese olvido; nos centraremos en las bandas moriscas
del siglo XVI.
Estas
ocupan un lugar singular en la larga historia del bandolerismo
andaluz. Su actividad se desarrolla durante el largo paréntesis
que abarca desde finales del siglo XV hasta principios del XVII,
época en que el fin de la Reconquista, que acabó teóricamente
en Granada el 2 de enero de 1492, se cuestiona día a día.
No hay duda de que los musulmanes capitularon, pero muchos de
ellos permanecieron en el territorio, constituyendo una comunidad
numerosa y resistente. A pesar de los esfuerzos de los cristianos,
continúan profundamente ligados al Islam. El menor motivo puede
provocar un conflicto violento; así, en la Alta Andalucía
estalla una sublevación parcial entre diciembre de 1499 y abril
de 1501, y una rebelión general de diciembre de 1568 a noviembre
de 1570.
Ambas
simbolizan la resistencia de una civilización , frente a otra.
Pero la comunidad morisca no permanece pasiva entre estos dos
violentos brotes y tras el último; colabora todo lo que puede con
los que luchan contra el poder cristiano.
Estos
hombres, la punta de lanza de la resistencia, pertenecen a tres
grupos: gandules, piratas y monfíes, por seguir usando los
términos que se suelen emplear en los textos. Sería interesante
definirlos antes de estudiar más detenidamente los últimos. Los
gandules son los miembros de una milicia urbana que generalmente
reclutaba a hombres jóvenes; de talante violento, parece ser que
desempeñaron un importante papel en el desencadenamiento de la
sublevación de 1568. Los piratas son moros de África del Norte
que desde Argel, Tetuán, Larache o Salé hacen incursiones en las
costas españolas. Actúaban siempre del mismo modo: conducidos
por un morisco emigrado, desembarcan en un lugar desierto y toman
un pueblo; tras saquearlo y matar a algunos cristianos, se llevan
cautivos al resto. Se cuentan por centenares las operaciones de
este tipo que en el siglo XVI se llevaron a cabo en las costas
españolas, desde Cádiz a las Baleares. Muchas de ellas
provocaron la ruina, de uno o dos pueblos; el éxito de la mayor
parte de las incursiones se debió a la complicidad de la
población morisca local, que a menudo conocía de antemano los
preparativos de la expedición. De hecho, este modo de actuar es
característico de las correrías berberiscas durante el siglo XVI
(1).
"El
bandolerismo es hermano de la correría marítima" (2). La
similitud entre ambos se ve acentuada por el hecho de que se
manifiestan de forma incesante durante el siglo XVI y se prestan
mutuo apoyo; al igual que los piratas disponen de una verdadera
red de información en el interior de España, cuyos mejores
agentes son los monfíes, éstos a menudo cuentan con el refuerzo
de los piratas, principalmente con los moriscos que pasaron a
África del Norte y regresaron años después o bien con el apoyo
de componentes de expediciones fracasadas y que no tenían otro
recurso que echarse al monte. A decir verdad, las autoridades no
siempre llegan a distinguir a unos de otros, confusión que se
refleja en el vocabulario. No se suelen emplear los términos
ladrón. bandido o bandolero, que serán los calificativos
tradicionales de los bandidos en el siglo XIX, así como en los
siglos XVI Y XVII en Castilla e incluso en la Corona de Aragón
(3). Se les aplican los términos salteador o monfí. El salteador
es el que saltea, es decir, el que ataca a mano armada. El monfí
es, según el diccionario de la Real Academia Española, el moro o
morisco que forma parte de las cuadrillas de salteadores de
Andalucía después de la Reconquista. Esta equivalencia no es
casual; en los textos de la época se emplea salteador o monfí
para designar a cualquier bandido. Se llega a calificar a los
piratas de salteadores o monfies, lo que induce a cierta confusión
e indica sin duda el conocimiento de los vínculos existentes
entre unos y otros. Pero lo importante es el empleo de la palabra
monfí -la más utilizada en Andalucía- procedente del árabe
munfi, que designa a un hombre desterrado o exiliado. Los
españoles, pues, adoptaron una palabra cuyo sentido alteraron;
para ellos, el monfí es un criminal y sólo eso, por lo que no se
distingue en absoluto del salteador. El monfí es un héroe de la
libertad para los moriscos, y quizá hasta un hombre santo a los
ojos de los musulmanes; de ahí el prestigio de que gozan muchos
de ellos. En definitiva, se trata de un problema inscrito en un
conflicto de civilizaciones (4).
Pues los
monfíes no actúan al azar; tan sólo atacan a los cristianos.
Entre los ejemplos recogidos, sólo hay una excepción, y aún
así, se trata de un testimonio de segunda mano: un habitante del
pueblecito de Santa Fe, que dista unos doce kilómetros de
Granada, refiere que otra persona le dijo que los monfíes robaron
dos mulos y una cabra a un muchacho morisco de unos doce años, y
que habían querido matar al niño (5). Observemos que en este
caso concreto no hubo víctimas, lo que es asimismo una excepción.
En todos los demás incidentes conocidos se asesina a los
cristianos viejos, principalmente a eclesiásticos, venteros y
mercaderes.
Los
sacerdotes eran el grupo más odiado de todos. Además de sus
impopulares tentativas de evangelización, los moriscos les
reprochaban las exacciones a que les sometían; en forma de
donativos desorbitados con motivo de cualquier ceremonia, o de
legados que se veían obligados a dejar en los testamentos, etc.
Además, en muchos pueblos de montaña los únicos vecinos
cristianos viejos eran el cura y el sacristán, que se convertían
así en símbolos de la opresión. Los posaderos sólo podían ser
cristianos viejos y actuaban como agentes de información de las
autoridades. Los mercaderes recorrían continuamente los caminos,
que eran los lugares preferidos por los agresores; los mercaderes
de seda de Granada, Málaga o Almería, por ejemplo, las únicas
ciudades donde estaba autorizada la venta de este producto,
acudían todos los años a recoger la materia prima a los pueblos
más apartados, de modo que se hallaban expuestos a saqueos como
el que tuvo lugar en 1511 cerca de Lanjarón (6).
La
persistencia del bandolerismo en la Alta Andalucía durante el
siglo XVI queda de manifiesto en los abundantes textos existentes
acerca de su represión. El primero es el de 30 de septiembre de
1492, el mismo año que terminó la Reconquista (7). Sin duda las
medidas adoptadas no fueron efectivas, ya que en 1511, 1514, 1550,
1562 Y 1574 se publican nuevas cédulas. Y muy probablemente esta
lista no es exhaustiva. Según se indica en todos los textos, el
bandolerismo es endémico y cada vez más difícil acabar con él.
Únicamente
un texto desmiente esta impresión general; se trata del que
dirige el alcalde de un pueblo, Órgiva, situado en pleno corazón
de Sierra Nevada, al señor del lugar, el duque de Sesa. En él le
comunica que la zona está libre de monfíes. Pero este anuncio
optimista solo es válido para algunas decenas de kilómetros
cuadrados; expulsados de Órgiva, los bandidos hacen estragos algo
más lejos (8). Tomemos algunos ejemplos de la correspondencia de
Iñigo López de Mendoza, marqués de Mondéjar y Capitán General
del reino de Granada. En el otoño de 1509 manifiesta su
preocupación por la audacia de la banda de Acetile, que asolaba
la sierra de Gádor(9). En mayo de 1513 le informan que han
apresado al jefe de una banda, Tomás, cerca de Guadix, pero en
agosto indica que existen en el territorio de su jurisdicción dos
bandas de las que no consigue desembarazarse, una compuesta por 43
ó 44 hombres, en la zona del valle de Lecrín, y otra, de 40 ó
50 individuos, en la sierra de Gádor, al este del reino(10). El
bandolerismo se ve favorecido por un conjunto de factores de
distinta importancia. Al conflicto de civilizaciones que se
desarrolla en Andalucía Oriental, se suma el hecho de que la
región es una zona fronteriza; abierta al Mediterráneo,
constituye una vía de paso dado que los españoles no poseen un
dominio absoluto sobre el mar. En el siglo XVI, la zona
comprendida entre Sierra Morena y la costa es muy insegura; en
cualquier momento, los bandoleros pueden recibir ayuda exterior, y
si se hallan en peligro pueden cruzar el Mediterráneo para volver
unos meses más tarde. Por último, se trata de una región
montañosa, de difícil acceso, que los bandoleros conocen palmo a
palmo, bastante mejor en cualquier caso que sus perseguidores. En
un memorial dirigido al cardenal Espinosa, el arbitrista Diego de
Pisa da su opinión sobre la manera de acabar con los bandoleros
(11). Insiste de paso en que "la dispusición de la tierra de
aquel rreyno es áspera montosa y de grandes tierras por donde
parece cosa ynposible poderse hallar un ombre que quyera
esconderse" y resume la impotencia general asegurando "y
así acaecido los mesmos salteadores hablar a los que los van a
buscar de lo alto de algún cerro hazyendo burla dellos del no
poder prender estos".
Sin
embargo, se hizo todo lo humanamente posible para acabar con esta
plaga, desde los intentos de conciliación a la represión, las
amenazas o las invitaciones a la delación. En 1492, los Reyes
Católicos ordenan al corregidor de Granada" que constituya
compañías para dar caza a los monfies; los gastos serian
sufragados por el Estado con el fin de no perjudicar
económicamente a los pueblos. Se le recomienda imponer duras
penas en los procesos que afecten tanto a las personas como a los
bienes (12). En 1511 las autoridades se dan cuenta de que es
necesario aislar a los monfies de la comunidad morisca, por lo que
se pide a los corregidores que averigüen quién acoge a los
bandidos y se les recomienda muy especialmente que censen a los
pastores, pues tienen fama de ser sus mejores cómplices (13). Se
llega incluso a solicitar a los moriscos que participen en la
búsqueda de los monfies, pero como indica la cédula de 1514,
pronto dejan de confiar en la utilidad de este llamamiento, si es
que alguna vez lo hicieron. En las disposiciones de este texto,
que forma parte de una serie de seis documentos relativos a los
problemas del bandolerismo, de la piratería y de la delincuencia
en general, se basa la lucha entablada contra las bandas del
salteadores durante cerca de cincuenta años. Por otra parte, este
texto marca un cambio en la política con respecto a los dos
decenios anteriores. Se hace tabla rasa del pasado con la
proclamación de una amnistía, pero en lo sucesivo los moriscos
están obligados a participar activamente en las batidas y los
daños correrán a cargo de sus comunidades.
Entendían
los legisladores que con esta medida coercitiva podrían obligar a
los cristiano nuevos a oponerse a las acciones de los monfíes.
Además, se emplazan en diversos lugares estratégicos compañías
de soldados que dependen de la Audiencia de Granada; su
mantenimiento queda a cargo de los moriscos (14). Si bien se
obtuvieron algunos resultados, pues muchos monfies fueron
condenados a galeras o a muerte y sus protectores encarcelados, el
problema no llegó a extirparse por completo.
De
hecho, las autoridades no contaban con los medios necesarios para
conseguirlo. Hacer que los moriscos cargasen con los gastos de la
lucha contra el bandolerismo y sus consecuencias aumentaba el
descontento de éstos, que se las ingeniaban para no participar en
ella, al tiempo que insistían en su voluntad de colaborar; así,
recordaron los vecinos de Lanjarón en 1515 que varios de ellos
habían muerto en el curso de las batidas (15). Argumentaban que
no les era posible acatar las prescripciones reales, dado que no
les permitían poseer armas, algo que los cristianos no se
atrevían a autorizar por temor a una sublevación masiva. Este
problema fue largamente debatido sin que se llegase a una solución
satisfactoria: solamente se permitió a un corto número de
cristianos nuevos que parecían dignos de confianza llevar
ballestas durante un tiempo limitado, dos años en principio,
permiso susceptible de ser renovado (16).
A partir
de 1560 se manifiesta la perplejidad de los cristianos,
conscientes de la necesidad de buscar nuevas soluciones para
combatir con eficacia a los monfíes. Diego de Pisa es el portavoz
de unos hombres inquietos y deseosos de proponer a la
administración real soluciones diferentes de las puestas en
práctica hasta entonces. Propone responsabilizar más
directamente a los moriscos de las acciones de los bandoleros,
confiando a uno de ellos la vigilancia del territorio de cada
pueblo y deportando a dos moriscos cada vez que sea asesinado un
cristiano viejo, que serían designados por el responsable.
Además, desde todas las instancias y principalmente desde el
poderoso círculo de los hombres de leyes se alzan voces
reclamando la abolición del derecho de asilo en las iglesias, o
cuando menos su limitación a tres días, al tiempo que denuncian
el amparo que reciben los bandoleros en las tierras de señorío
(17). El problema se complica con una querella interna de las
autoridades relativa a la jurisdicción sobre los delitos
cometidos. En 1562, Felipe II se ve obligado a dividir los poderes
entre el Capitán General y la Audiencia; por lo demás, el límite
entre ambos no está muy definido: los delitos cometidos por
monfíes son competencia del Capitán General, los hechos
delictivos en general de la Audiencia, lo que da pie a constantes
desavenencias (18). En 1574, dado que el bandolerismo mantiene su
empuje, se recrudecen las penas: se condena a la horca a todo
morisco que sea capturado con las armas en la mano, y a galeras a
los moros llegados de las costas africanas; por otra parte, se
recompensa con ocho ducados por cabeza a los soldados autores de
la captura (19). También es cierto que en la misma época, parece
ser que entre 1570 y 1575, particularmente en la región de Ronda,
se concede la amnistía a los que deponen las armas (20).
La
represión aumentó, no obstante, entre 1560 y 1580. La actitud de
las autoridades fue consecuencia del considerable agravamiento del
problema y de su impotencia para dominarlo. Parece que las medidas
de 1560 sobre la suspensión de las inmunidades señoriales y
eclesiásticas fueron particularmente desafortunadas; muchos
hombres que se habían establecido definitivamente tras haber
cometido algún delito, sobre todo durante ajustes de cuentas
entre bandas rivales, se echan de nuevo al monte ante la amenaza
de ser prendidos. En la década de 1560-1570 alcanza su mayor
gravedad el conflicto entre moriscos y cristianos, y los vínculos
entre ambas comunidades se cortan definitivamente. Además en esta
época el Mediterráneo es un mar musulmán.
Así
pues, durante dos décadas los bandoleros son dueños de una gran
parte del reino de Granada, época en la que cabe distinguir
cuatro etapas.
Durante
la primera los cristianos se hallan muy amenazados. Mientras se
multiplican las escaramuzas de los piratas, que se vuelven
especialmente audaces, los bandoleros atacan por todas partes. En
abril de 1564 seis hombres son hallados muertos en Zafarraya, y se
acusa a un morisco, González el Muli, de haberlos hospedado (21).
A mediados del año 1568 una banda de monfíes se instala en las
proximidades de Órgiva (22). Los bandoleros se aventuran incluso
a operar lejos de sus bases, en la vega de Granada o dentro de las
ciudades. El 7 de julio de 1564 una banda de diecisiete bandoleros
entra en la venta del Gato y obligan a los presentes a
acompañarlos; dos de ellos son inmediatamente asesinados. Tras
esta acción, una más entre las muchas que se llevan a cabo, se
abre una investigación en los pueblos situados al oeste de
Granada: Atarfe, Pinos Puente, Villanueva, etc., que no obtuvo
grandes resultados (23). Años antes un famoso monfí, Arroba,
había provocado un intenso revuelo al herir en plena ciudad de
Granada a Avellaneda, presidente de la Chancilleria (24). Durante
los años que precedieron a la sublevación de 1568 el alcalde de
la Chancillería habría detenido en total a más de sesenta
bandidos. Además de Arroba, por entonces eran bastante conocidos
algunos jefes de bandas, como Abenduza, el Cañari, el Partal de
Narila -Narila es un pueblo de la Alpujarra- y principalmente los
dos hermanos Lope y Gonzalo el Seniz, naturales de Bérchules,
otro pueblo de la Alpujarra. Gonzalo asesina a un hombre, pasa
cuatro años en la cárcel, sale de ella en 1568 y, con ayuda de
su hermano, da muerte a varios mercaderes cristianos que volvían
de una feria. Tuvo la precaución de cometer los asesinatos en el
límite territorial de cinco pueblos, con el fin de que a ninguno
de, ellos se le pudiera reclamada entrega de uno de sus
habitantes, como preveía la ley. El Seniz participa en la
rebelión y se convierte en confidente de su último jefe, Aben
Aboo, pero acaba de un modo poco glorioso, negociando su perdón y
la liberación de su mujer y de su hija, entonces cautivas, a
cambió del asesinato de Aben Aboo, que comete el 15 de Marzo de
1571,(25).
El caso
de Gonzalo el Seniz ejemplifica el papel promotor que tuvieron los
monfíes en el desencadenamiento de las hostilidades. Según
Mármol, en diciembre de 1568 uno de los jefes de la primera época
había reunido a doscientos o trescientos bandoleros, que
formaban. la mayor parte de sus tropas (26). En una segunda fase
los monfíes, que siempre habían encarnado la resistencia, se
insertan con toda naturalidad en el movimiento general, cuya
estrategia -la de la guerrilla- está muy cercana de la suya:
hostigamientos y rápidas escaramuzas facilitados por un notable
conocimiento del territorio. En consecuencia, desde el 25 de
diciembre de 1568 al 1 de Noviembre de 1570, no hay bandolerismo
salvo en los límites del reino de Granada, cuando el resultado de
la lucha comienza a inclinarse del lado cristiano. En febrero de
1570, el corregidor de Jerez de la Frontera, a la cabeza de unos
150 ó 200 soldados, comienza la persecución de los monfíes y
promete, recompensar a los delatores. Según sus declaraciones, el
jefe de la banda fue capturado y ejecutado (27). Un mes más tarde
el corregidor de Gibraltar capturo a catorce bandidos, naturales
de Casarabonela y Tolox, pueblos cercanos a Málaga, que se
disponían a asolar la región de Gibraltar y de Tarifa, después
de haber hecho estragos entre Ronda y Jimena (28).
Estas
acciones fueron el anuncio de un nuevo resurgimiento del
bandolerismo andaluz, que corresponde a una tercera etapa. Cuando,
entre octubre y noviembre de 1570, son reunidos los moriscos para
deportarlos a Castilla, muchos se refugian en la montaña, algunos
procuran evadirse de las caravanas durante la marcha y otros
intentan volver tras haber llegado al punto de destino. Aquí y
allá se forman bandas que llevan a cabo una última lucha
desesperada. Las condiciones no son las de antaño; la población
ya no está de su parte, aún cuando se piense expulsar a los
habitantes de El Daidín por haber protegido a los monfíes (29).
Además, la región está en ruinas al término de esta implacable
guerra, y el avituallamiento es difícil; el bandolero depende,
pues, y en mayor medida, de un entorno que se torna hostil.
Escapar a las tropas que se ocupan de vigilar las zonas montañosas
es una tarea condenada al fracaso para aquel que quiera permanecer
allí. Sólo existe una posibilidad de escapatoria: ganar la otra
orilla del Mediterráneo. Esto no impide a los monfíes burlar
durante mucho tiempo a las autoridades cristianas que publican, a
menudo con precipitación, partes de victoria. Considerémoslo.
Tan solo
en la región de Málaga y de Ronda existen, de 1572 a 1574, una
decena de bandas. Un famoso jefe, Antonio el Manco, a la cabeza de
trescientos hombres, saquea el pueblo de Jubrique en 1572, según
un testigo (30). El 15 de mayo de este mismo año, catorce o
quince esclavos moriscos, que actuaban cerca de Montejaque,
también en la región de Ronda, se rinden a condición de salvar
la vida y de recobrar la libertad. El corregidor de Ronda, que
asume la responsabilidad de esta transacción accede "porque
se remedia la presente necesidad de procurar por todas las vías
posibles que la tierra se sosiegue y se limpie de salteadores"
(31). Cuando parece que el problema toca a su fin, el propio
corregidor anuncia en 1573 que cinco capitanes, Julián Atayfor,
Miguel Jócar, el Romeruelo, Marcos el Meliche y Lazeraque,
quieren rendirse acogiéndose a la amnistía. El Rey la concede
"no embargante quales quier delitos y acesos que contra Nos y
los nuestros súbdictos uvieren cometido" (32). Deponen las
armas 36 monfíes, pero otros rehusan, y si bien en agosto es
capturado otro famoso jefe, Pacheco, el 1 de octubre las bandas de
El Meliche y de Lazeraque, esta última compuesta por trece
hombres, asolan aún la campiña. Se calcula en cuarenta o
cincuenta el número total de bandoleros en este sector. El 31 de
diciembre se hallan diez hombres muertos, entre ellos el jefe y
dos soldados de una compañía enviada tras la huella de los
monfíes. A la esperanza del verano sucede el abatimiento del
invierno. ¿Hay que cambiar de táctica, dividiendo a los soldados
en grupos reducidos, que ganarán en rapidez y discreción? Esta
propuesta se lleva a cabo y parece dar algunos resultados, ya que
a los despachos reales llega la noticia de la captura y ejecución
de El Meliche y de Lazeraque en mayo de 1574. Se llega a proclamar
que ha desaparecido el bandolerismo de la región, pero estos
comunicados son, una vez más, harto aventurados. Por una parte,
poseemos pruebas de la existencia de El Meliche hasta, por lo
menos, 1578 (33); por otra, desde el 11 de septiembre operan en la
sierra de Ronda dos nuevas bandas, compuestas por cinco y nueve
hombres. Además, en noviembre hay cerca de Marbella ocho hombres
que hacen estragos, así como otros nueve en las proximidades de
Málaga (34). Los corregidores se muestran unánimes: que los
esclavos y los moriscos que permanecen ilícitamente en Andalucía
Oriental sean conducidos a tierras lejanas.
Lo que
es válido para el oeste de la región, lo es evidentemente para
el este. El 27 de enero de 1572, once esclavos aprovechan la
celebración de una fiesta en Baza para huir en dirección a la
Alpujarra; caen muertos o prisioneros cerca de Guadix. En marzo,
23 ó 25 monfíes operan en la baja Alpujarra, pero dieciséis de
ellos acaban por entregarse. En julio, una cuadrilla mata a seis
cristianos en las proximidades de Laujar, en la Alpujarra.
Podríamos seguir citando casos similares, pero conviene detenerse
en uno especialmente interesante: el de la desarticulación de la
banda de El Cacin.
El
capitán es un morisco natural de un pueblo del río de Almería,
que pasó a África del Norte probablemente al término de la
sublevación y que vuelve con dieciocho hombres en mayo de 1573.
Se dirigen a la sierra de Gádor, donde capturan a cinco personas.
que liberan a cambio de la suma de noventa ducados. Allí asesinan
a otras tres personas, entre ellas a un fraile; más tarde se
apoderan, en una posada, del dueño, de su hermano, su sobrino y
dos arrieros. Cerca de Gergal se acuerda el rescate del posadero y
de los suyos a cambio de doscientos ducados. tras lo que liberan
al posadero para que se procure la suma. Este no la consigue y da
la alarma; se tiende una emboscada a El Cacín en el lugar fijado
para la transacción. Él y dos de sus hombres caen en la trampa,
pero un cuarto consigue huir y avisar al resto de sus compañeros.
Mientras El Cacín es torturado para que revele el lugar donde
aquéllos se refugian, comienza una encarnizada persecución. Los
soldados cristianos abandonan el bagaje para apretar el paso, los
monfíes abandonan a los rehenes; al anochecer son detenidos tres
bandoleros. La búsqueda continúa a la mañana siguiente, y son
capturados uno a uno otros seis bandoleros. Son ahorcados en total
doce hombres; los otros siete parece ser que lograron escapar. El
éxito de esta operación hace que Pedro de Deza, presidente del
Consejo de Población del reino de Granada, le escriba al Rey:
"por aora queda linpio de moros todo lo del levante..."
(35). Afirmación que queda desmentida por los hechos meses más
tarde.
A partir
de 1577 cambia la situación. Los métodos represivos no fueron
muy eficaces. Es cierto que Felipe II ordena una medida que muchos
creían indispensable: una nueva expulsión de los moriscos del
reino de Granada, que esta vez afecta a los esclavos que habían
permanecido en él, tal como autorizaban los textos de 1570-1571.
Pero aunque la decisión del Rey data del 6 de marzo de 1576, esta
medida no será aplicada hasta 1584. No obstante, dos factores
diferentes contribuyen a la desaparición del carácter endémico
del bandolerismo en Andalucía Oriental: la política de reducción
negociada y el desplazamiento hacia el norte y oeste de las bandas
que permanecieron activas. Estos dos factores son, por lo demás,
resultado de una misma circunstancia: la creciente dificultad que
tienen los monfíes para operar, abandonados a sus propios
recursos tras la expulsión masiva de los moriscos en el otoño de
1570. Para acabar con esta insostenible situación, o bien aceptan
someterse a cambio de ciertas garantías, o bien emigran hacia
tierras donde cuentan con el apoyo de sus correligionarios. Entre
los que adoptaron la primera solución se encuentra la banda de
Juan Esvile (o Yzbilay) y Marcos El Meliche -ambos escapados de
galeras- compuesta por trece hombres (36). En julio de 1576
comienzan a establecer contactos con Pedro Manrique, corregidor de
Málaga, quien, al igual que toda la población, es partidario de
entablar cuantas negociaciones sean necesarias con el fin de
acabar con la lacra que supone el bandolerismo; acepta servir de
intermediario con la corona, y. mantiene y alberga a los trece
monfíes mientras se desarrollan los difíciles tratos, que
terminan el 9 de enero de 1577. El 23 de abril los bandoleros,
acompañados por dieciséis miembros de sus familias -veintinueve
personas en total- abandonan el pueblo de Almogía y llegan el 8
de mayo a Toledo, su nuevo lugar de residencia. Semanas más
tarde, Juan Ataujar, monfí cuya cabeza está puesta a precio, es
herido por un cazador cerca de Ronda y se suicida "porque no
lo tomasen vivo" (37).
A partir
de 1577, en Andalucía Oriental quedan pocos émulos de Esvile y
de Ataujar. Aunque no se ha llegado a extirpar por completo, el
bandolerismo morisco es ya un fenómeno limitado. Pero si bien
esta evolución favorable es beneficiosa para una región, lo es
en detrimento de otras. En el último tercio del siglo XVI, el
monfí es un producto de exportación. Las expulsiones sucesivas
de los moriscos del reino de Granada hacia Castilla y Andalucía
Occidental traen como consecuencia un desplazamiento paralelo del
campo de acción de los bandoleros hacia el norte. En el célebre
informe del doctor Liévana, presidente de la Chancilleria de
Valladolid. se intenta hacer un balance de sus acciones en el
periodo de 1580-1582. La confrontación de éste con otros
documentos procedentes del Archivo General de Simancas y
referentes a los mismos problemas nos permite dar crédito
al contenido de este informe (38). Liévana indica el carácter
general del bandolerismo morisco desde Pastrana a Sevilla, desde
Valladolid a Úbeda. Según la investigación que dirigió. más
de doscientas personas fueron asesinadas por los monfíes,
organizados en seis o siete bandas, entre 1577 y 1581. Por lo
menos 42 bandoleros fueron ejecutados y 50 condenados a galeras;
un morisco de Pastrana. Lorenzo Tecra, de 24 años, confesó haber
asesinado a 63 personas; la banda de Jerónimo Bautista, natural
de la provincia de Toledo y que operaba en Sierra Morena,había
dado muerte a más de sesenta personas; sus componentes fueron
ejecutados el 20 de diciembre de 1578 (39). Marcos El Meliche
vuelve al monte y es detenido en 1579 cerca de Marchena. A otro
viejo conocido, Gonzalo el Seniz, lo encarcelan al año siguiente
en Valladolid. Al tiempo que actuaba como agente de información
de las autoridades, el Seniz reanudó, junto a su yerno Juan de
Baeza, las actividades de monfí. En el informe de Liévana se le
acusa de haber cometido múltiples delitos (40). Basándose en
estos hechos, el magistrado redacta un adecuado balance. Según
él, entre 1570 y 1577 las fechorías que cometen los monfíes en
Castilla y Andalucía Oriental son limitadas debido a su
desconocimiento del terreno, pero esta situación va cambiando
progresivamente, ya que los bandoleros pueden arriesgarse más
"confiados que están seguros con recojerse a qualquier casa
de hombre de su nación". Añade que casi todos los monfíes
participaron en la sublevación del reino de Granada. Surge de
nuevo la pregunta: ¿qué se puede hacer? Una vez más se acusa a
los señores que supuestamente protegían a los bandoleros, así
como a los edites de las ciudades de Andalucía Oriental de no
vigilar a las comunidades moriscas a Pesar de ser bastante
importantes. Hay monfíes en todas partes; tan sólo la operación
quirúrgica de la expulsión definitiva de 1609-1614 conseguirá
acabar con ellos.
Antes de
cerrar este informe, sería conveniente retroceder un poco para
detenemos en una banda de monfíes acerca de la que poseemos
varios documentos dispersos que constituyen un conjunto de gran
calidad. Se trata de la cuadrilla del jefe más famoso de todos
los monfíes del siglo XVI, Antonio Aguilar el Joraique. Su caso
nos permite tocar todos los aspectos del problema, y nos brinda la
oportunidad de dar la palabra al propio bandolero, lo que es
bastante infrecuente. Probablemente, su carrera de monfi fue
bastante larga. El 24 de septiembre de 1566 se halla en Tabernas,
fecha en que el pueblo sufre una espectacular incursión de los
piratas (41). Aprovechando la circunstancia, el Joraique' acompaña
a los asaltantes y se embarca para pasar a África del Norte.
Subrayemos que ese mismo día se encuentra en Tabernas el doctor
Marin, canónigo magistral de la escuela de la catedral de
Almería, de origen morisco. Las hazañas de el Joraique se sitúan
principalmente entre los años 1571 y 1573, época en que Marin
intentaba sin descanso lograr la rendición de los monfíes (42).
El que los dos hombres se conocieran, probablemente desde hacia
bastante tiempo, facilitó las negociaciones. En septiembre de
1572 Marin obtiene una primera victoria: diez bandoleros deponen
las armas (43). En noviembre lo hacen otros 42 monfies, entre
ellos el Joraique, al tiempo que liberan a cinco cristianos
viejos. Muchos de ellos son esclavos que fueron marcados al hierro
tras haberse alzado en armas durante la sublevación de 1568-1570.
El Joraique, esclavo pero no marcado, se entera de que si bien los
moriscos libres podrán vivir en Castilla, a los esclavos, les
esperan las galeras. Furioso por haber sido engañado, vuelve con
trece hombres a la montaña a principios del año 1573, donde
continúan asaltando y cometiendo crímenes. Pero su situación,
sigue siendo precaria y esto le permite al canónigo, que no ha
perdido la esperanza, volver a ponerse en contacto con él y
llegara un nuevo proyecto de acuerdo, redactado bajo su dictado.
El texto ha llegado hasta nosotros:
Las
mercedes que Alonso de Aguilar el Xorayque morisco natural deste
Reyno de Granada suplica a su magestad le haga a el y a los demás
moriscos. Que están con el y monfies en las sierras reduziéndose
al servicio de su magestad son las siguientes.
Primeramente
que a el y a todos los demás que con el se reduzieren assi a los
que no uvieren sido esclavos como a los que la ayan sido herrados
o no herrados en las cartas usando su magestad de su acostumbrada
clemencia real les perdone por amor de Dios todos y cualesquier
delitos y excesos que ayan cometido en el levantamiento deste
reyno hasta el día de su reduzimiento haziéndoles merced de las
vidas y que, por ello no serán hechazados a galeras ny condenados
en otras penas personales ny pecuniarias ny serán vueltos a sus
amos los dichos esclavos sino que los unos y los otros serán
puestos en su libertad fuera deste reyno de granada en la ciudad o
lugar de castilla o del andaluzia que ellos señalaren donde
puedan vivir libremente como los otros moriscos que ally
estuvieren sin que les sean quitados los dineros y bienes muebles
que tuvieren.
Yten que
no sean castigados por el sancto officio de la Inquisición por
averse puesto nombres de moros y hecho algunas cosas y cerimonias
de moros durante el tiempo del dicho levantamiento ny se procedera
contra ellos por lo suso dicho y suplican a su magestad les haga
merced de mandar como se de orden en esto para que por su
sanctidad se an absueltos y reconciliados al gremio de la sancta
madre yglessia.
Yten que
los dichos moriscos o cualquier dellos que, tuvieren mujeres o
hijos padres o madres o hermanos cautivos se les a de hazer merced
de mandárselos bolver pagando a sus amos los maravedis en que
pareciere averse vendido en la primera venta.
Yten
suplica el dicho xorayque a su magestad les haga merced de darle
provisión particular para su persona para ,poder tener y traer
armas ofensivas y deffensivas para su deffensa'y la misma merced a
Bernardino el naguar y a hernando el melon y a Luis Hernández y a
alonso martinez.
Yten que
las mercedes que Piden se las hagan contenidas de suso en los
quatro capítulos precedentes se les an de hazer, debaxo de firma
de su magestad y no de otra persona alguna para que puedan bivir
mas seguros.
Yten
suplican que la comisión y mandato que viniere de su magestad
para recibir y admitir al dicho Xoraique y a los demás que con el
se redugeren al servicio de su magestad sea a Don Hernando de
Mendoça y al Doctor Marin maestre escuela de la sancta yglessia
de Almería con los quales an tratado todo lo sobre dicho, y lo
demás de suso contenido en este memorial, los quales don Hernando
y el maestre escuela an de yr y llevar los dichos moros después
de reduzidos para mas seguridad de sus personas hasta ponerlos y
presentarlos ante El illustrisimo señor don Pedro de Deza
presidente de su magestad en la Chancillería rreal de Granada
para que de ally sean llevados con toda seguridad a los lugares
donde uvieren de vivir fuera deste reyno porque assi lo pidieron
el dicho Doctor marin y el lo prometio por sy y en nombre del
dicho don Hernando de mendoça.
Yten
prometió el dicho Xorayque y dio su palabra que el y los otros
compañeros que piden la merced de las dichas armas dentro de
cinco días que corren desde diez del presente mes de Março de
1573 años procuraran de tener recogidos todos los moros que andan
monfíes por las sierras para reduzirlos al servicio de su
magestad y que el ny ellos dentro de diez días dentro de los
quales el dicho maestre escuela le a de traer respuesta de su
señoría illustrísima sobre lo contenido en este memorial en el
interin no haran mal ny daño alguno en campo ny en poblado ny en
camino a los cristianos que vieren o toparen con que tanbien
durante los dichos diez días no les offendan ny los busquen
soldados algunos ny otra gente y que se les de bastimento por sus
dineros en el lugar de terque para que se puedan sustentar.
Yten
dixo y prometio el dicho Xorayqde por si y en nombre de todos los
demás moros que estan con el que si dentro de los dichos diez
dias se le traxere de su illustrisima la dicha respuesta y fuere
que se enviara a suplicar a su magestad les haga las mercedes que
de sus o piden que estaran todos recogidos y sin hazer mal ny daño
alguno el tiempo que les fuere señalado por su señoria para
que se les pueda traer recando de su magestad con que el dicho
termino no sea mas que un mes despues de cumplidos los dichos diez
dias y con que durante este tiempo se les den los bastimentos y
seguridad en la forma que de suso se contiene en el capitulo
precedente todo lo qual segun y en la forma que de suso se relata
digo yo al Doctor marin maestrescuela de la yglesia de almeria que
el dicho alonso de alguilar el jorayque lo trato conmigo tratando
yo con el sobre el reduzimiento del y de sus compañeros al
servicio de su magestad y me pidio lo asentase todo por escripto y
se enbiase a su señoria illustrisima para que sobre ello provea y
mande lo que fuere servido lo qual todo paso lunes proximo pasado
que se contaron nueve dias del dicho mes de Março estando con los
dichos moros en la sierra de guador y se hallo presente a todo
ello Reynaldos capitan de la gente del terque y porque todo ello
es verdad y conste dello a su señoria illustrisima lo firme de mi
nombre.
El
Doctor Marín
Este
documento, extraordinario aún teniendo en cuenta el papel del
intermediario, halló inmediatamente eco en todos los interesados.
Se
respetaron los plazos fijados por el Joraique: Pedro de Deza
aprobó el memorial y se lo transmitió al rey. Felipe II lo
recibió el 19 de marzo y el 28 contestó, aceptando el principio
del texto y enmendando diversas proposiciones de los monfis. No
accede a la liberación de los esclavos; afirma, por el contrario,
que la justicia seguiría su curso. Respecto a los familiares
cautivos, sólo podrían ser liberados las mujeres y los niños "a
un precio justo" y no al de la primera venta. Esto, en
definitiva, suponía vaciar de significado el memorial. La mayoría
de los monfies eran esclavos y dentro de los clanes moriscos los
lazos eran muy estrechos. El Joraique, que ya había roto el
primer acuerdo, no esperó siquiera a que expirase el plazo del
segundo. En la noche del 17 al 18 de abril y a la cabeza de
treinta hombres, se apodera de una barca en la playa de Vera, 100
kilómetros al norte del lugar de las negociaciones, después de
haber asesinado a nueve cristianos. Los monfíes, con el fin de
que no les persiguieran, desfondaron todas las embarcaciones que
había en la playa, se reunieron con tres galeotes que los
esperaban en el cabo de Gata y llegaron a África del Norte. Esta
noticia alegra a los cristianos viejos, satisfechos de haberse
librado de este molesto individuo. Al menos eso creían, pero el
bandolero se convierte en pirata para desembarcar en Agua Amarga
el 16 de septiembre y llevar a cabo una incursión de 60
kilómetros hasta Tahal -posiblemente su lugar de nacimiento-
donde sembró el pánico, matando a cuatro personas, quemando tres
casas y llevándose a diez cristianos. Los habitantes de quince
pueblos vecinos abandonaron el lugar definitivamente. Parece que
el "perro de Joraique", como le llaman los textos, no
volvió por Andalucía. Al no conseguir la libertad que reclamaba,
se la tomó por su mano lleno de rencor.
Por otra
parte, la serie de documentos referentes a el Joraique, así como
los que tratan de la desarticulación de la banda de Esvile y El
Meliche, permiten esbozar el retrato del monfí y estudiarlo en
relación con la tipología del bandido social trazada por
Hobsbawn (45). En primer lugar, observamos que no hay ninguna
mujer en las cuadrillas de bandidos durante el siglo XVI; así
pues, los monfíes son varones, pero entre ellos no es frecuente
hallar solteros, algo que E. Hobsbawn considera como uno de los
rasgos característicos del bandido social (46). Gonzalo el Seniz
está casado, así como Juan Esvile, Marcos El Meliche y cuatro de
sus compañeros; otro de ellos es viudo. En el proyecto de acuerdo
elaborado por el Joraique tiene un lugar importante el rescate de
los familiares esclavos, y, antes que nada, de las mujeres y los
hijos. Esto parece indicar que varios de los que rodean al
Joraique son casados y padres de familia. Seniz tiene una hija;
otros cuatro hombres al menos de la banda de Esvile tienen hijos,
comenzando por él, padre de un niño de nueve años en el momento
de la negociación.
El monfí
difiere del modelo establecido por E. Hobsbawm en otros dos
puntos: la edad y la duración de su trayectoria. Los bandoleros
moriscos que hemos citado no son todos jóvenes. A menudo
sobrepasan el límite de veinticinco años que se atribuye a
muchos de ellos. El Seniz tiene por lo menos cuarenta años cuando
anda en tratos con la justicia en 1580, ya que su cómplice es
también su yerno. Tenemos asimismo una idea "aproximada de
la edad de los trece monfíes que marcharon a Toledo en mayo de
1577. Durante el interrogatorio del corregidor, tres de ellos
declaran que tienen 40 años, otro 37 y un tercero 32. Las otras
edades indicadas son 30 años en tres casos, y 27, 25, 24, 23 Y 20
años en los restantes (47). La media está entre los 30 y los 31
años. Es necesario, claro está, corregir la primera impresión
que obtenemos de estas cifras. Cuando estos hombres escogieron la
vida de monfí eran jóvenes o muy jóvenes. El Seniz era ya
célebre hacia 1565, incluso antes. Igual ocurre con El Meliche en
1572. Por otra parte, los moriscos suelen casarse muy jóvenes.
Pero aún así, observamos que el hecho de estar casados y tener
hijos no fue obstáculo para que estos hombres llevasen una
existencia marginal y accidentada.
Además,
su trayectoria sobrepasa ampliamente los dos o tres años de
duración que Hobsbawm indica para el Robín de los bosques por
término medio, lo que explica en gran parte el que sean de edad
relativamente avanzada. Las acciones conocidas de El Joraique
abarcan siete años, desde 1566 a 1573; las del Meliche se
extienden también a lo largo de siete años, desde 1572 a 1579;
las de Gonzalo el Seniz un mínimo de quince años, desde 1565 a
1580. Por otra parte, muchos monfíes no acaban sus días
violentamente, como ocurre con el bandido social; corren un riesgo
mucho menor de ser delatados, ya que cuentan con el apoyo
incondicional de su comunidad. A lo largo de su trayectoria hay
épocas de tregua o de alejamiento, bien cuando contemporizan con
las autoridades, aunque sea provisionalmente, o bien cuando
marchan durante algún tiempo a Berberia. Es comprensible, pues,
que puedan mantener su actividad durante largo tiempo y que
constituyan para los secretarios reales una fuerza con la que es
necesario contar.
En
cambio, los monfíes no se diferencian demasiado de los otros
bandidos sociales en cuanto a su zona de acción. El Joraique no
sale de las montañas que le son familiares, la sierra de Filabres
o Alpujarra Oriental. El territorio en que actúa la banda de
Esvile son las montañas situadas entre Málaga y Ronda; en el
momento de su desarticulación se halla en la sierra de Sancti
Petri. Conocemos el pueblo natal de nueve hombres de la banda
(Guaro en cuatro casos, Monfa, Tolox, El Daidín, Benahaviz), y
todos ellos, excepto uno que era natural del Valle de la
Almanzora, situado a varios cientos de kilómetros de esta zona,
proceden de un área muy circunscrita: sierra Bermeja, lugar que
eligen para sus fechorias. En esto se asemejan bastante a los
cangafeiros brasileños del siglo XX o a los haidouk de la
península de los Balcanes. A pesar de esto, el monfí no se
corresponde del todo con el bandido de buen corazón descrito por
Hobsbawn, modelo sin duda demasiado mítico y estereotipado.
El
bandolerismo morisco no vuelve a aparecer después de la expulsión
de 1609. Había nacido de un conflicto amplio y creció y
desapareció con él. Pertenece, pues, a una época y a un ámbito
geográfico precisos, por lo que, en principio, es un fenomeno con
unos caracteres particulares y fácilmente delimitables. Pero es
también algo más: los bandidos moriscos andaluces o valencianos
son mediterráneos y se parecen en muchos rasgos a los fuera de la
ley italianos, dálmatas o cretenses. La cronología del
crecimiento del bandolerismo morisco, de 1492 a 1510-1515, de
1510-1515 a 1560, de 1560 a fines de siglo, se corresponde con la
cronología de la agitación general (48). Por todo el
Mediterráneo abundan los bandoleros, sobre todo a finales del
siglo XVI. En Cataluña, por ejemplo, aparecen bandas en tiempos
de Carlos V, se incrementan en tiempos de Felipe II y alcanzan su
apogeo en tiempos de Felipe III. La diferencia es mínima. Hay
similitud, pues, en la cronología, pero no conviene llevar más
allá la comparación, ya que los bandoleros catalanes eran por lo
general auténticos cristianos. La miseria general existente en
todo el Mediterráneo engendra el bandolerismo, cuya propagación
se ve facilitada por múltiples condiciones locales. Por último,
los bandoleros moriscos no pertenecen a ningún país ni a ninguna
época; son vengadores de una minoría oprimida. Estos seres
desarraigados, que saben lo que es la tortura, las galeras, la
amputación y la horca, que rechazan la paz dictada
unilateralmente, han escrito un capítulo en la historia de la
resistencia a las persecuciones (49).
(1)
J.CARO BAROJA, Los Moriscos del reino de Granada, Madríd, 1957,
pp.159-166.
(2) F.
BRAUDEL, La Méditerranée et le monde méditerranéen a l'époque
de Philippe II. París, 2ª. ed. 1966, tomo II, p.83, 123 y ss.
(3) P.
VILAR. La Catalogne dans l'Espagne moderne. Paris. ]962. tomo I.
pp. 579-584; J. REGLA CAMPISTOL, J. FUSTER. El Bandolerismo
Catalá. Barcelona. 1963; J. REGLÁ. "El Bandolerismo en la
Cataluña del barroco". Saitabi. 1966. pp. 149-160; S. GARCÍA
MARTÍNEZ "Bandolerismo. pirateria y control de Moriscos en
Valencia durante el reinado de Felipe II. Estudis. 1972, pp.
85-167; S. GARCÍA MARTINEZ, "Comisión del virrey duque de
Veragua al bandido valenciano Josep Cases (1679-1680)",
Primer Congreso del Paìs Valenciano. volumen III, Valencia. 1976.
pp. 459-472; L J. GUÍA MARÍN. -La represión del bandolerismo
durante el virreinato de Fray Pedro de Urbina (1650-1652)",
Primer Congreso del País Valenciano. volumen III. Valencia. 1976.
pp. 411-419,
(4) C.
BERNALDO de QUlRÓS y L. ARDICA. El bandolerismo andaluz. Madrid.
2.ª ed., 1973; D. URVOY, "Sur l'évolution de la notion de
gihad dans I'Espagne musulmane", Mélanges de la Casa de
Velázquez, 1973, pp. 335-371.
(5)
Instituto Valencia de don Juan (I.V.J.) envío 1, pieza 174.
(6)
Archivo General de Simancas (A.G.S.) Cámara Cédulas, libro 255,
fol. 65.
(7)
Archivo Municipal de Granada (A.M.G.), Provisiones, 1, fol. 162.
(8)
I.V.J., envío 4, p. 13; 19 de enero de 1547.
(9) E.
MENESES GARC1A, Correspondencia del Conde de Tendilla, biografía,
estudio y transcripción. tomo I (1508-1509), Madrid, 1974, pp.
782, 804, 807.
(lO)
ld., tomo 11, pp. 326, 327, 515, 519. 537, 547.
(11)
I.V.J., envío 1, p. 108. Este documento que, desgraciadamente, no
tiene fecha debe ser de 1567 ó 1568.
(12)
Cf., supra, nota 7.
(13)
A.G.S., Cámara Cédulas, libro 27, fol. 65 vto., y 73; Burgos, 15
de octubre de 1511.
(14)
A.M. Granada, Provisiones I, fol. 156 o A.M. Málaga, Provisiones
1, fol. 125.
(15)
A.G.S., Cámara Cédulas, libro 255, fol 65.
(16)
Ibid.. libro 27, fol. 66.
(17) L.
del MÁRMOL CARVAJAL, Historia de la rebelión y castigo de los
moriscos del reyno de Granada. Biblioteca de Autores Españoles,
Historiadores de sucesos particulares, 1, tomo XXI, Madrid, 1946,
p. 460.
(18)
Biblioteca Nacional, Madrid, ms. 781, n.º 15.
(19)
A.G.S., Cámara de Castilla, leg. 2.176.
(20)
Id.. leg. 2.174; 1 de noviembre de 1573.
(21)
Archivo de la Alhambra, leg. 118, fol. 1.
(22) L.
del MÁRMOL CARVAJAL,op. Cit., p. 179.
(23)
Archivo de la Chancillería de Granada, sala 3, leg. 1.447, p. 3;
me fue comunicado este documento por Nicolás Cabrillana Ciézar.
(24)
A.G.S., Estado, leg. 141, fol. 281, ej. K. GARRAD, "La
Inquisición y los Moriscos granadinos, 1526-1580",
Miscelánea de Esludios Arabes y Hebraicos, 1960, p. 56.
(25)
I.V.J., envío 1, p. 176.
(26) Id.
pp. 188 Y 308.
(27)
Ibid.. p. 176.
(28)
Ibid.. p. 47.
(29)
A.G.s., Cámara de Castilla, leg. 2.176, s.f.
(30) Id.
leg. 2.170: 15 de septiembre de 1572.
(31)
Ibid., leg. 2.172; 15 de mayo de 1572.
(32)
Ibid., leg. 2.1,74; 2 de agosto de 1573.
(33) Cf
infra. p. 187.
(34)
A.G.S., Cámara de Castilla, leg. 2.175; 1 de noviembre de 1574
(35)
Id., leg. 2.174; 30 de mayo de 1573.
(36) La
documentación sobre este asunto está dispersa entre' los papeles
de A.G.S., Cámara de Castilla, leg. 2.169, 2.178 Y 2.179.
(37) Id.
leg. 2.179; 14 de junio de 1577.
(38)
Academia de la Historia; 1 de septiembre de 1852.
(39)
A.G.S., Cámara de Castilla; leg. 2.181
(40)
Id., leg. 2.182; 2 de julio de 1580.
(41)
I.V.J., envio 91, f. 450.
(42) El
doctor Marin, sus hermanos y sobrinos, fueron autorizados por
cédula real a permanecer en el Reino de Granada después de la
expulsión de 1570. A.G.S., Cámara de Castilla, leg. 2.181.
(43) Id.
leg. 2.171; 6 de septiembre de 1572.
(44)
Ibid. leg. 2.173.
(45) E.
J. HOBSBAWM. Les bandits. Paris. 1971.
(46) Id.
pp. 24-25.
(47)
A.G.S., Cámara de Castilla; 1eg. 2.169; 7 de mayo de 1577.
(48) J.
REGLÁ, "El bandolerismo en la Cataluña del barroco",
Saitabi. 1966, p. 150.
(49) F. BRAUDEL, "Conflits et
refus de civilisations: Espagnols et Morisques au XVIe siecle",
Annales E.S.C., 1947, pp. 397-410.
Bernard
Vincent
Bernard
Vincent (París, 1941), es un historiador que ha
trabajado sobre la España moderna, especialmente sobre la sociedad
morisca en el siglo XVI.
Bernard Vincent
Bernard
Vincent estudió en París y logró su agregación universitaria en
París (1966). Se orientó a la Historia Moderna, concretamente se
centró en la historia social de España en los siglos XVI-XVII. Ha
pertenecido a grandes instituciones de investigación, como el Centre
National de la Recherche Scientifique (1976-1978), y la École
des Hautes Études en Sciences Sociales, donde ha ocupado los mayores
cargos hasta su jubilación en 2010.
Vincent
ha estado muy vinculado con España; fue miembro de la sección
científica de la Casa de Velázquez (1968-1971), director
de estudios (1977-1978), y secretario general (1978-1982) de dicha
institución. Sigue viajando muy a menudo a los archivos españoles o
para sus colaboraciones académicas.
Desde
1997 es miembro correspondiente de la Real Academia de la
Historia de Madrid.1
Escribió
en 1978 una famosa Historia de los moriscos. Vida y tragedia de
una minoría, en colaboración con Antonio Domínguez Ortiz, que
ha sido revisada en 2009. Muchos de sus libros han aparecido
originariamente en castellano. Ha dado visiones de conjunto
en Andalucía en la Edad Moderna: economía y sociedad,
en España. Los siglos de oro y recientemente en Los
siglos XVI-XVII. Política y sociedad
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