martes, 22 de mayo de 2012

EL BANDOLERISMO MORISCO EN ANDALUCÍA (SIGLO XVI)



EL BANDOLERISMO MORISCO EN ANDALUCÍA (SIGLO XVI)






Los Andaluces

La existencia del bandolerismo en Andalucía se extiende a lo largo de varios siglos.

Bernard Vincent
Hallamos sus rastros ya en la correspondencia de Cicerón o en la obra de Tito Livio, y en la época del califato de Córdoba existió un bandolerismo cristiano muy poderoso que era al mismo tiempo expresión de miseria y de oposición política. Se trata de un fenómeno muy bien conocido -casi diríamos que en exceso- en lo que respecta a los siglos XVIII y XIX. Sin embargo, dada la insistencia en el carácter heroico que en la época romántica se atribuyó a los bandoleros, sus predecesores caerían en el más profundo olvido. Considerando lo que sabemos de ellos por sus contemporáneos -ya que no por ellos mismos- trataremos de rescatarlos de ese olvido; nos centraremos en las bandas moriscas del siglo XVI.
Estas ocupan un lugar singular en la larga historia del bandolerismo andaluz. Su actividad se desarrolla durante el largo paréntesis que abarca desde finales del siglo XV hasta principios del XVII, época en que el fin de la Reconquista, que acabó teóricamente en Granada el 2 de enero de 1492, se cuestiona día a día.  No hay duda de que los musulmanes capitularon, pero muchos de ellos permanecieron en el territorio, constituyendo una comunidad numerosa y resistente. A pesar de los esfuerzos de los cristianos, continúan profundamente ligados al Islam. El menor motivo puede provocar un conflicto violento; así, en la Alta Andalucía estalla una sublevación parcial entre diciembre de 1499 y abril de 1501, y una rebelión general de diciembre de 1568 a noviembre de 1570.

Ambas simbolizan la resistencia de una civilización , frente a otra. Pero la comunidad morisca no permanece pasiva entre estos dos violentos brotes y tras el último; colabora todo lo que puede con los que luchan contra el poder cristiano.

Estos hombres, la punta de lanza de la resistencia, pertenecen a tres grupos: gandules, piratas y monfíes, por seguir usando los términos que se suelen emplear en los textos. Sería interesante definirlos antes de estudiar más detenidamente los últimos. Los gandules son los miembros de una milicia urbana que generalmente reclutaba a hombres jóvenes; de talante violento, parece ser que desempeñaron un importante papel en el desencadenamiento de la sublevación de 1568. Los piratas son moros de África del Norte que desde Argel, Tetuán, Larache o Salé hacen incursiones en las costas españolas. Actúaban siempre del mismo modo: conducidos por un morisco emigrado, desembarcan en un lugar desierto y toman un pueblo; tras saquearlo y matar a algunos cristianos, se llevan cautivos al resto. Se cuentan por centenares las operaciones de este tipo que en el siglo XVI se llevaron a cabo en las costas españolas, desde Cádiz a las Baleares. Muchas de ellas provocaron la ruina, de uno o dos pueblos; el éxito de la mayor parte de las incursiones se debió a la complicidad de la población morisca local, que a menudo conocía de antemano los preparativos de la expedición. De hecho, este modo de actuar es característico de las correrías berberiscas durante el siglo XVI (1).
"El bandolerismo es hermano de la correría marítima" (2). La similitud entre ambos se ve acentuada por el hecho de que se manifiestan de forma incesante durante el siglo XVI y se prestan mutuo apoyo; al igual que los piratas disponen de una verdadera red de información en el interior de España, cuyos mejores agentes son los monfíes, éstos a menudo cuentan con el refuerzo de los piratas, principalmente con los moriscos que pasaron a África del Norte y regresaron años después o bien con el apoyo de componentes de expediciones fracasadas y que no tenían otro recurso que echarse al monte. A decir verdad, las autoridades no siempre llegan a distinguir a unos de otros, confusión que se refleja en el vocabulario. No se suelen emplear los términos ladrón. bandido o bandolero, que serán los calificativos tradicionales de los bandidos en el siglo XIX, así como en los siglos XVI Y XVII en Castilla e incluso en la Corona de Aragón (3). Se les aplican los términos salteador o monfí. El salteador es el que saltea, es decir, el que ataca a mano armada. El monfí es, según el diccionario de la Real Academia Española, el moro o morisco que forma parte de las cuadrillas de salteadores de Andalucía después de la Reconquista. Esta equivalencia no es casual; en los textos de la época se emplea salteador o monfí para designar a cualquier bandido. Se llega a calificar a los piratas de salteadores o monfies, lo que induce a cierta confusión e indica sin duda el conocimiento de los vínculos existentes entre unos y otros. Pero lo importante es el empleo de la palabra monfí -la más utilizada en Andalucía- procedente del árabe munfi, que designa a un hombre desterrado o exiliado. Los españoles, pues, adoptaron una palabra cuyo sentido alteraron; para ellos, el monfí es un criminal y sólo eso, por lo que no se distingue en absoluto del salteador. El monfí es un héroe de la libertad para los moriscos, y quizá hasta un hombre santo a los ojos de los musulmanes; de ahí el prestigio de que gozan muchos de ellos. En definitiva, se trata de un problema inscrito en un conflicto de civilizaciones (4).
Pues los monfíes no actúan al azar; tan sólo atacan a los cristianos. Entre los ejemplos recogidos, sólo hay una excepción, y aún así, se trata de un testimonio de segunda mano: un habitante del pueblecito de Santa Fe, que dista unos doce kilómetros de Granada, refiere que otra persona le dijo que los monfíes robaron dos mulos y una cabra a un muchacho morisco de unos doce años, y que habían querido matar al niño (5). Observemos que en este caso concreto no hubo víctimas, lo que es asimismo una excepción. En todos los demás incidentes conocidos se asesina a los cristianos viejos, principalmente a eclesiásticos, venteros y mercaderes.
Los sacerdotes eran el grupo más odiado de todos. Además de sus impopulares tentativas de evangelización, los moriscos les reprochaban las exacciones a que les sometían; en forma de donativos desorbitados con motivo de cualquier ceremonia, o de legados que se veían obligados a dejar en los testamentos, etc. Además, en muchos pueblos de montaña los únicos vecinos cristianos viejos eran el cura y el sacristán, que se convertían así en símbolos de la opresión. Los posaderos sólo podían ser cristianos viejos y actuaban como agentes de información de las autoridades. Los mercaderes recorrían continuamente los caminos, que eran los lugares preferidos por los agresores; los mercaderes de seda de Granada, Málaga o Almería, por ejemplo, las únicas ciudades donde estaba autorizada la venta de este producto, acudían todos los años a recoger la materia prima a los pueblos más apartados, de modo que se hallaban expuestos a saqueos como el que tuvo lugar en 1511 cerca de Lanjarón (6).
La persistencia del bandolerismo en la Alta Andalucía durante el siglo XVI queda de manifiesto en los abundantes textos existentes acerca de su represión. El primero es el de 30 de septiembre de 1492, el mismo año que terminó la Reconquista (7). Sin duda las medidas adoptadas no fueron efectivas, ya que en 1511, 1514, 1550, 1562 Y 1574 se publican nuevas cédulas. Y muy probablemente esta lista no es exhaustiva. Según se indica en todos los textos, el bandolerismo es endémico y cada vez más difícil acabar con él.
Únicamente un texto desmiente esta impresión general; se trata del que dirige el alcalde de un pueblo, Órgiva, situado en pleno corazón de Sierra Nevada, al señor del lugar, el duque de Sesa. En él le comunica que la zona está libre de monfíes. Pero este anuncio optimista solo es válido para algunas decenas de kilómetros cuadrados; expulsados de Órgiva, los bandidos hacen estragos algo más lejos (8). Tomemos algunos ejemplos de la correspondencia de Iñigo López de Mendoza, marqués de Mondéjar y Capitán General del reino de Granada. En el otoño de 1509 manifiesta su preocupación por la audacia de la banda de Acetile, que asolaba la sierra de Gádor(9). En mayo de 1513 le informan que han apresado al jefe de una banda, Tomás, cerca de Guadix, pero en agosto indica que existen en el territorio de su jurisdicción dos bandas de las que no consigue desembarazarse, una compuesta por 43 ó 44 hombres, en la zona del valle de Lecrín, y otra, de 40 ó 50 individuos, en la sierra de Gádor, al este del reino(10). El bandolerismo se ve favorecido por un conjunto de factores de distinta importancia. Al conflicto de civilizaciones que se desarrolla en Andalucía Oriental, se suma el hecho de que la región es una zona fronteriza; abierta al Mediterráneo, constituye una vía de paso dado que los españoles no poseen un dominio absoluto sobre el mar. En el siglo XVI, la zona comprendida entre Sierra Morena y la costa es muy insegura; en cualquier momento, los bandoleros pueden recibir ayuda exterior, y si se hallan en peligro pueden cruzar el Mediterráneo para volver unos meses más tarde. Por último, se trata de una región montañosa, de difícil acceso, que los bandoleros conocen palmo a palmo, bastante mejor en cualquier caso que sus perseguidores. En un memorial dirigido al cardenal Espinosa, el arbitrista Diego de Pisa da su opinión sobre la manera de acabar con los bandoleros (11). Insiste de paso en que "la dispusición de la tierra de aquel rreyno es áspera montosa y de grandes tierras por donde parece cosa ynposible poderse hallar un ombre que quyera esconderse" y resume la impotencia general asegurando "y así acaecido los mesmos salteadores hablar a los que los van a buscar de lo alto de algún cerro hazyendo burla dellos del no poder prender estos".
Sin embargo, se hizo todo lo humanamente posible para acabar con esta plaga, desde los intentos de conciliación a la represión, las amenazas o las invitaciones a la delación. En 1492, los Reyes Católicos ordenan al corregidor de Granada" que constituya compañías para dar caza a los monfies; los gastos serian sufragados por el Estado con el fin de no perjudicar económicamente a los pueblos. Se le recomienda imponer duras penas en los procesos que afecten tanto a las personas como a los bienes (12). En 1511 las autoridades se dan cuenta de que es necesario aislar a los monfies de la comunidad morisca, por lo que se pide a los corregidores que averigüen quién acoge a los bandidos y se les recomienda muy especialmente que censen a los pastores, pues tienen fama de ser sus mejores cómplices (13). Se llega incluso a solicitar a los moriscos que participen en la búsqueda de los monfies, pero como indica la cédula de 1514, pronto dejan de confiar en la utilidad de este llamamiento, si es que alguna vez lo hicieron. En las disposiciones de este texto, que forma parte de una serie de seis documentos relativos a los problemas del bandolerismo, de la piratería y de la delincuencia en general, se basa la lucha entablada contra las bandas del salteadores durante cerca de cincuenta años. Por otra parte, este texto marca un cambio en la política con respecto a los dos decenios anteriores. Se hace tabla rasa del pasado con la proclamación de una amnistía, pero en lo sucesivo los moriscos están obligados a participar activamente en las batidas y los daños correrán a cargo de sus comunidades.
Entendían los legisladores que con esta medida coercitiva podrían obligar a los cristiano nuevos a oponerse a las acciones de los monfíes. Además, se emplazan en diversos lugares estratégicos compañías de soldados que dependen de la Audiencia de Granada; su mantenimiento queda a cargo de los moriscos (14). Si bien se obtuvieron algunos resultados, pues muchos monfies fueron condenados a galeras o a muerte y sus protectores encarcelados, el problema no llegó a extirparse por completo.
De hecho, las autoridades no contaban con los medios necesarios para conseguirlo. Hacer que los moriscos cargasen con los gastos de la lucha contra el bandolerismo y sus consecuencias aumentaba el descontento de éstos, que se las ingeniaban para no participar en ella, al tiempo que insistían en su voluntad de colaborar; así, recordaron los vecinos de Lanjarón en 1515 que varios de ellos habían muerto en el curso de las batidas (15). Argumentaban que no les era posible acatar las prescripciones reales, dado que no les permitían poseer armas, algo que los cristianos no se atrevían a autorizar por temor a una sublevación masiva. Este problema fue largamente debatido sin que se llegase a una solución satisfactoria: solamente se permitió a un corto número de cristianos nuevos que parecían dignos de confianza llevar ballestas durante un tiempo limitado, dos años en principio, permiso susceptible de ser renovado (16).
A partir de 1560 se manifiesta la perplejidad de los cristianos, conscientes de la necesidad de buscar nuevas soluciones para combatir con eficacia a los monfíes. Diego de Pisa es el portavoz de unos hombres inquietos y deseosos de proponer a la administración real soluciones diferentes de las puestas en práctica hasta entonces. Propone responsabilizar más directamente a los moriscos de las acciones de los bandoleros, confiando a uno de ellos la vigilancia del territorio de cada pueblo y deportando a dos moriscos cada vez que sea asesinado un cristiano viejo, que serían designados por el responsable. Además, desde todas las instancias y principalmente desde el poderoso círculo de los hombres de leyes se alzan voces reclamando la abolición del derecho de asilo en las iglesias, o cuando menos su limitación a tres días, al tiempo que denuncian el amparo que reciben los bandoleros en las tierras de señorío (17). El problema se complica con una querella interna de las autoridades relativa a la jurisdicción sobre los delitos cometidos. En 1562, Felipe II se ve obligado a dividir los poderes entre el Capitán General y la Audiencia; por lo demás, el límite entre ambos no está muy definido: los delitos cometidos por monfíes son competencia del Capitán General, los hechos delictivos en general de la Audiencia, lo que da pie a constantes desavenencias (18). En 1574, dado que el bandolerismo mantiene su empuje, se recrudecen las penas: se condena a la horca a todo morisco que sea capturado con las armas en la mano, y a galeras a los moros llegados de las costas africanas; por otra parte, se recompensa con ocho ducados por cabeza a los soldados autores de la captura (19). También es cierto que en la misma época, parece ser que entre 1570 y 1575, particularmente en la región de Ronda, se concede la amnistía a los que deponen las armas (20).
La represión aumentó, no obstante, entre 1560 y 1580. La actitud de las autoridades fue consecuencia del considerable agravamiento del problema y de su impotencia para dominarlo. Parece que las medidas de 1560 sobre la suspensión de las inmunidades señoriales y eclesiásticas fueron particularmente desafortunadas; muchos hombres que se habían establecido definitivamente tras haber cometido algún delito, sobre todo durante ajustes de cuentas entre bandas rivales, se echan de nuevo al monte ante la amenaza de ser prendidos. En la década de 1560-1570 alcanza su mayor gravedad el conflicto entre moriscos y cristianos, y los vínculos entre ambas comunidades se cortan definitivamente. Además en esta época el Mediterráneo es un mar musulmán.
Así pues, durante dos décadas los bandoleros son dueños de una gran parte del reino de Granada, época en la que cabe distinguir cuatro etapas.
Durante la primera los cristianos se hallan muy amenazados. Mientras se multiplican las escaramuzas de los piratas, que se vuelven especialmente audaces, los bandoleros atacan por todas partes. En abril de 1564 seis hombres son hallados muertos en Zafarraya, y se acusa a un morisco, González el Muli, de haberlos hospedado (21). A mediados del año 1568 una banda de monfíes se instala en las proximidades de Órgiva (22). Los bandoleros se aventuran incluso a operar lejos de sus bases, en la vega de Granada o dentro de las ciudades. El 7 de julio de 1564 una banda de diecisiete bandoleros entra en la venta del Gato y obligan a los presentes a acompañarlos; dos de ellos son inmediatamente asesinados. Tras esta acción, una más entre las muchas que se llevan a cabo, se abre una investigación en los pueblos situados al oeste de Granada: Atarfe, Pinos Puente, Villanueva, etc., que no obtuvo grandes resultados (23). Años antes un famoso monfí, Arroba, había provocado un intenso revuelo al herir en plena ciudad de Granada a Avellaneda, presidente de la Chancilleria (24). Durante los años que precedieron a la sublevación de 1568 el alcalde de la Chancillería habría detenido en total a más de sesenta bandidos. Además de Arroba, por entonces eran bastante conocidos algunos jefes de bandas, como Abenduza, el Cañari, el Partal de Narila -Narila es un pueblo de la Alpujarra- y principalmente los dos hermanos Lope y Gonzalo el Seniz, naturales de Bérchules, otro pueblo de la Alpujarra. Gonzalo asesina a un hombre, pasa cuatro años en la cárcel, sale de ella en 1568 y, con ayuda de su hermano, da muerte a varios mercaderes cristianos que volvían de una feria. Tuvo la precaución de cometer los asesinatos en el límite territorial de cinco pueblos, con el fin de que a ninguno de, ellos se le pudiera reclamada entrega de uno de sus habitantes, como preveía la ley. El Seniz participa en la rebelión y se convierte en confidente de su último jefe, Aben Aboo, pero acaba de un modo poco glorioso, negociando su perdón y la liberación de su mujer y de su hija, entonces cautivas, a cambió del asesinato de Aben Aboo, que comete el 15 de Marzo de 1571,(25).
El caso de Gonzalo el Seniz ejemplifica el papel promotor que tuvieron los monfíes en el desencadenamiento de las hostilidades. Según Mármol, en diciembre de 1568 uno de los jefes de la primera época había reunido a doscientos o trescientos bandoleros, que formaban. la mayor parte de sus tropas (26). En una segunda fase los monfíes, que siempre habían encarnado la resistencia, se insertan con toda naturalidad en el movimiento general, cuya estrategia -la de la guerrilla- está muy cercana de la suya: hostigamientos y rápidas escaramuzas facilitados por un notable conocimiento del territorio. En consecuencia, desde el 25 de diciembre de 1568 al 1 de Noviembre de 1570, no hay bandolerismo salvo en los límites del reino de Granada, cuando el resultado de la lucha comienza a inclinarse del lado cristiano. En febrero de 1570, el corregidor de Jerez de la Frontera, a la cabeza de unos 150 ó 200 soldados, comienza la persecución de los monfíes y promete, recompensar a los delatores. Según sus declaraciones, el jefe de la banda fue capturado y ejecutado (27). Un mes más tarde el corregidor de Gibraltar capturo a catorce bandidos, naturales de Casarabonela y Tolox, pueblos cercanos a Málaga, que se disponían a asolar la región de Gibraltar y de Tarifa, después de haber hecho estragos entre Ronda y Jimena (28).
Estas acciones fueron el anuncio de un nuevo resurgimiento del bandolerismo andaluz, que corresponde a una tercera etapa. Cuando, entre octubre y noviembre de 1570, son reunidos los moriscos para deportarlos a Castilla, muchos se refugian en la montaña, algunos procuran evadirse de las caravanas durante la marcha y otros intentan volver tras haber llegado al punto de destino. Aquí y allá se forman bandas que llevan a cabo una última lucha desesperada. Las condiciones no son las de antaño; la población ya no está de su parte, aún cuando se piense expulsar a los habitantes de El Daidín por haber protegido a los monfíes (29). Además, la región está en ruinas al término de esta implacable guerra, y el avituallamiento es difícil; el bandolero depende, pues, y en mayor medida, de un entorno que se torna hostil. Escapar a las tropas que se ocupan de vigilar las zonas montañosas es una tarea condenada al fracaso para aquel que quiera permanecer allí. Sólo existe una posibilidad de escapatoria: ganar la otra orilla del Mediterráneo. Esto no impide a los monfíes burlar durante mucho tiempo a las autoridades cristianas que publican, a menudo con precipitación, partes de victoria. Considerémoslo.
Tan solo en la región de Málaga y de Ronda existen, de 1572 a 1574, una decena de bandas. Un famoso jefe, Antonio el Manco, a la cabeza de trescientos hombres, saquea el pueblo de Jubrique en 1572, según un testigo (30). El 15 de mayo de este mismo año, catorce o quince esclavos moriscos, que actuaban cerca de Montejaque, también en la región de Ronda, se rinden a condición de salvar la vida y de recobrar la libertad. El corregidor de Ronda, que asume la responsabilidad de esta transacción accede "porque se remedia la presente necesidad de procurar por todas las vías posibles que la tierra se sosiegue y se limpie de salteadores" (31). Cuando parece que el problema toca a su fin, el propio corregidor anuncia en 1573 que cinco capitanes, Julián Atayfor, Miguel Jócar, el Romeruelo, Marcos el Meliche y Lazeraque, quieren rendirse acogiéndose a la amnistía. El Rey la concede "no embargante quales quier delitos y acesos que contra Nos y los nuestros súbdictos uvieren cometido" (32). Deponen las armas 36 monfíes, pero otros rehusan, y si bien en agosto es capturado otro famoso jefe, Pacheco, el 1 de octubre las bandas de El Meliche y de Lazeraque, esta última compuesta por trece hombres, asolan aún la campiña. Se calcula en cuarenta o cincuenta el número total de bandoleros en este sector. El 31 de diciembre se hallan diez hombres muertos, entre ellos el jefe y dos soldados de una compañía enviada tras la huella de los monfíes. A la esperanza del verano sucede el abatimiento del invierno. ¿Hay que cambiar de táctica, dividiendo a los soldados en grupos reducidos, que ganarán en rapidez y discreción? Esta propuesta se lleva a cabo y parece dar algunos resultados, ya que a los despachos reales llega la noticia de la captura y ejecución de El Meliche y de Lazeraque en mayo de 1574. Se llega a proclamar que ha desaparecido el bandolerismo de la región, pero estos comunicados son, una vez más, harto aventurados. Por una parte, poseemos pruebas de la existencia de El Meliche hasta, por lo menos, 1578 (33); por otra, desde el 11 de septiembre operan en la sierra de Ronda dos nuevas bandas, compuestas por cinco y nueve hombres. Además, en noviembre hay cerca de Marbella ocho hombres que hacen estragos, así como otros nueve en las proximidades de Málaga (34). Los corregidores se muestran unánimes: que los esclavos y los moriscos que permanecen ilícitamente en Andalucía Oriental sean conducidos a tierras lejanas.
Lo que es válido para el oeste de la región, lo es evidentemente para el este. El 27 de enero de 1572, once esclavos aprovechan la celebración de una fiesta en Baza para huir en dirección a la Alpujarra; caen muertos o prisioneros cerca de Guadix. En marzo, 23 ó 25 monfíes operan en la baja Alpujarra, pero dieciséis de ellos acaban por entregarse. En julio, una cuadrilla mata a seis cristianos en las proximidades de Laujar, en la Alpujarra. Podríamos seguir citando casos similares, pero conviene detenerse en uno especialmente interesante: el de la desarticulación de la banda de El Cacin.
El capitán es un morisco natural de un pueblo del río de Almería, que pasó a África del Norte probablemente al término de la sublevación y que vuelve con dieciocho hombres en mayo de 1573. Se dirigen a la sierra de Gádor, donde capturan a cinco personas. que liberan a cambio de la suma de noventa ducados. Allí asesinan a otras tres personas, entre ellas a un fraile; más tarde se apoderan, en una posada, del dueño, de su hermano, su sobrino y dos arrieros. Cerca de Gergal se acuerda el rescate del posadero y de los suyos a cambio de doscientos ducados. tras lo que liberan al posadero para que se procure la suma. Este no la consigue y da la alarma; se tiende una emboscada a El Cacín en el lugar fijado para la transacción. Él y dos de sus hombres caen en la trampa, pero un cuarto consigue huir y avisar al resto de sus compañeros. Mientras El Cacín es torturado para que revele el lugar donde aquéllos se refugian, comienza una encarnizada persecución. Los soldados cristianos abandonan el bagaje para apretar el paso, los monfíes abandonan a los rehenes; al anochecer son detenidos tres bandoleros. La búsqueda continúa a la mañana siguiente, y son capturados uno a uno otros seis bandoleros. Son ahorcados en total doce hombres; los otros siete parece ser que lograron escapar. El éxito de esta operación hace que Pedro de Deza, presidente del Consejo de Población del reino de Granada, le escriba al Rey: "por aora queda linpio de moros todo lo del levante..." (35). Afirmación que queda desmentida por los hechos meses más tarde.
A partir de 1577 cambia la situación. Los métodos represivos no fueron muy eficaces. Es cierto que Felipe II ordena una medida que muchos creían indispensable: una nueva expulsión de los moriscos del reino de Granada, que esta vez afecta a los esclavos que habían permanecido en él, tal como autorizaban los textos de 1570-1571. Pero aunque la decisión del Rey data del 6 de marzo de 1576, esta medida no será aplicada hasta 1584. No obstante, dos factores diferentes contribuyen a la desaparición del carácter endémico del bandolerismo en Andalucía Oriental: la política de reducción negociada y el desplazamiento hacia el norte y oeste de las bandas que permanecieron activas. Estos dos factores son, por lo demás, resultado de una misma circunstancia: la creciente dificultad que tienen los monfíes para operar, abandonados a sus propios recursos tras la expulsión masiva de los moriscos en el otoño de 1570. Para acabar con esta insostenible situación, o bien aceptan someterse a cambio de ciertas garantías, o bien emigran hacia tierras donde cuentan con el apoyo de sus correligionarios. Entre los que adoptaron la primera solución se encuentra la banda de Juan Esvile (o Yzbilay) y Marcos El Meliche -ambos escapados de galeras- compuesta por trece hombres (36). En julio de 1576 comienzan a establecer contactos con Pedro Manrique, corregidor de Málaga, quien, al igual que toda la población, es partidario de entablar cuantas negociaciones sean necesarias con el fin de acabar con la lacra que supone el bandolerismo; acepta servir de intermediario con la corona, y. mantiene y alberga a los trece monfíes mientras se desarrollan los difíciles tratos, que terminan el 9 de enero de 1577. El 23 de abril los bandoleros, acompañados por dieciséis miembros de sus familias -veintinueve personas en total- abandonan el pueblo de Almogía y llegan el 8 de mayo a Toledo, su nuevo lugar de residencia. Semanas más tarde, Juan Ataujar, monfí cuya cabeza está puesta a precio, es herido por un cazador cerca de Ronda y se suicida "porque no lo tomasen vivo" (37).
A partir de 1577, en Andalucía Oriental quedan pocos émulos de Esvile y de Ataujar. Aunque no se ha llegado a extirpar por completo, el bandolerismo morisco es ya un fenómeno limitado. Pero si bien esta evolución favorable es beneficiosa para una región, lo es en detrimento de otras. En el último tercio del siglo XVI, el monfí es un producto de exportación. Las expulsiones sucesivas de los moriscos del reino de Granada hacia Castilla y Andalucía Occidental traen como consecuencia un desplazamiento paralelo del campo de acción de los bandoleros hacia el norte. En el célebre informe del doctor Liévana, presidente de la Chancilleria de Valladolid. se intenta hacer un balance de sus acciones en el periodo de 1580-1582. La confrontación de éste con otros documentos procedentes del Archivo General de Simancas y referentes a los mismos problemas  nos permite dar crédito al contenido de este informe (38). Liévana indica el carácter general del bandolerismo morisco desde Pastrana a Sevilla, desde Valladolid a Úbeda. Según la investigación que dirigió. más de doscientas personas fueron asesinadas por los monfíes, organizados en seis o siete bandas, entre 1577 y 1581. Por lo menos 42 bandoleros fueron ejecutados y 50 condenados a galeras; un morisco de Pastrana. Lorenzo Tecra, de 24 años, confesó haber asesinado a 63 personas; la banda de Jerónimo Bautista, natural de la provincia de Toledo y que operaba en Sierra Morena,había dado muerte a más de sesenta personas; sus componentes fueron ejecutados el 20 de diciembre de 1578 (39). Marcos El Meliche vuelve al monte y es detenido en 1579 cerca de Marchena. A otro viejo conocido, Gonzalo el Seniz, lo encarcelan al año siguiente en Valladolid. Al tiempo que actuaba como agente de información de las autoridades, el Seniz reanudó, junto a su yerno Juan de Baeza, las actividades de monfí. En el informe de Liévana se le acusa de haber cometido múltiples delitos (40). Basándose en estos hechos, el magistrado redacta un adecuado balance. Según él, entre 1570 y 1577 las fechorías que cometen los monfíes en Castilla y Andalucía Oriental son limitadas debido a su desconocimiento del terreno, pero esta situación va cambiando progresivamente, ya que los bandoleros pueden arriesgarse más "confiados que están seguros con recojerse a qualquier casa de hombre de su nación". Añade que casi todos los monfíes participaron en la sublevación del reino de Granada. Surge de nuevo la pregunta: ¿qué se puede hacer? Una vez más se acusa a los señores que supuestamente protegían a los bandoleros, así como a los edites de las ciudades de Andalucía Oriental de no vigilar a las comunidades moriscas a Pesar de ser bastante importantes. Hay monfíes en todas partes; tan sólo la operación quirúrgica de la expulsión definitiva de 1609-1614 conseguirá acabar con ellos.

Antes de cerrar este informe, sería conveniente retroceder un poco para detenemos en una banda de monfíes acerca de la que poseemos varios documentos dispersos que constituyen un conjunto de gran calidad. Se trata de la cuadrilla del jefe más famoso de todos los monfíes del siglo XVI, Antonio Aguilar el Joraique. Su caso nos permite tocar todos los aspectos del problema, y nos brinda la oportunidad de dar la palabra al propio bandolero, lo que es bastante infrecuente. Probablemente, su carrera de monfi fue bastante larga. El 24 de septiembre de 1566 se halla en Tabernas, fecha en que el pueblo sufre una espectacular incursión de los piratas (41). Aprovechando la circunstancia, el Joraique' acompaña a los asaltantes y se embarca para pasar a África del Norte. Subrayemos que ese mismo día se encuentra en Tabernas el doctor Marin, canónigo magistral de la escuela de la catedral de Almería, de origen morisco. Las hazañas de el Joraique se sitúan principalmente entre los años 1571 y 1573, época en que Marin intentaba sin descanso lograr la rendición de los monfíes (42). El que los dos hombres se conocieran, probablemente desde hacia bastante tiempo, facilitó las negociaciones. En septiembre de 1572 Marin obtiene una primera victoria: diez bandoleros deponen las armas (43). En noviembre lo hacen otros 42 monfies, entre ellos el Joraique, al tiempo que liberan a cinco cristianos viejos. Muchos de ellos son esclavos que fueron marcados al hierro tras haberse alzado en armas durante la sublevación de 1568-1570. El Joraique, esclavo pero no marcado, se entera de que si bien los moriscos libres podrán vivir en Castilla, a los esclavos, les esperan las galeras. Furioso por haber sido engañado, vuelve con trece hombres a la montaña a principios del año 1573, donde continúan asaltando y cometiendo crímenes. Pero su situación, sigue siendo precaria y esto le permite al canónigo, que no ha perdido la esperanza, volver a ponerse en contacto con él y llegara un nuevo proyecto de acuerdo, redactado bajo su dictado. El texto ha llegado hasta nosotros:

Las mercedes que Alonso de Aguilar el Xorayque morisco natural deste Reyno de Granada suplica a su magestad le haga a el y a los demás moriscos. Que están con el y monfies en las sierras reduziéndose al servicio de su magestad son las siguientes.
Primeramente que a el y a todos los demás que con el se reduzieren assi a los que no uvieren sido esclavos como a los que la ayan sido herrados o no herrados en las cartas usando su magestad de su acostumbrada clemencia real les perdone por amor de Dios todos y cualesquier delitos y excesos que ayan cometido en el levantamiento deste reyno hasta el día de su reduzimiento haziéndoles merced de las vidas y que, por ello no serán hechazados a galeras ny condenados en otras penas personales ny pecuniarias ny serán vueltos a sus amos los dichos esclavos sino que los unos y los otros serán puestos en su libertad fuera deste reyno de granada en la ciudad o lugar de castilla o del andaluzia que ellos señalaren donde puedan vivir libremente como los otros moriscos que ally estuvieren sin que les sean quitados los dineros y bienes muebles que tuvieren.
Yten que no sean castigados por el sancto officio de la Inquisición por averse puesto nombres de moros y hecho algunas cosas y cerimonias de moros durante el tiempo del dicho levantamiento ny se procedera contra ellos por lo suso dicho y suplican a su magestad les haga merced de mandar como se de orden en esto para que por su sanctidad se an absueltos y reconciliados al gremio de la sancta madre yglessia. 
Yten que los dichos moriscos o cualquier dellos que, tuvieren mujeres o hijos padres o madres o hermanos cautivos se les a de hazer merced de mandárselos bolver pagando a sus amos los maravedis en que pareciere averse vendido en la primera venta.
Yten suplica el dicho xorayque a su magestad les haga merced de darle provisión particular para su persona para ,poder tener y traer armas ofensivas y deffensivas para su deffensa'y la misma merced a Bernardino el naguar y a hernando el melon y a Luis Hernández y a alonso martinez.
Yten que las mercedes que Piden se las hagan contenidas de suso en los quatro capítulos precedentes se les an de hazer, debaxo de firma de su magestad y no de otra persona alguna para que puedan bivir mas seguros.
Yten suplican que la comisión y mandato que viniere de su magestad para recibir y admitir al dicho Xoraique y a los demás que con el se redugeren al servicio de su magestad sea a Don Hernando de Mendoça y al Doctor Marin maestre escuela de la sancta yglessia de Almería con los quales an tratado todo lo sobre dicho, y lo demás de suso contenido en este memorial, los quales don Hernando y el maestre escuela an de yr y llevar los dichos moros después de reduzidos para mas seguridad de sus personas hasta ponerlos y presentarlos ante El illustrisimo señor don Pedro de Deza presidente de su magestad en la Chancillería rreal de Granada para que de ally sean llevados con toda seguridad a los lugares donde uvieren de vivir fuera deste reyno porque assi lo pidieron el dicho Doctor marin y el lo prometio por sy y en nombre del dicho don Hernando de mendoça.
Yten prometió el dicho Xorayque y dio su palabra que el y los otros compañeros que piden la merced de las dichas armas dentro de cinco días que corren desde diez del presente mes de Março de 1573 años procuraran de tener recogidos todos los moros que andan monfíes por las sierras para reduzirlos al servicio de su magestad y que el ny ellos dentro de diez días dentro de los quales el dicho maestre escuela le a de traer respuesta de su señoría illustrísima sobre lo contenido en este memorial en el interin no haran mal ny daño alguno en campo ny en poblado ny en camino a los cristianos que vieren o toparen con que tanbien durante los dichos diez días no les offendan ny los busquen soldados algunos ny otra gente y que se les de bastimento por sus dineros en el lugar de terque para que se puedan sustentar.
Yten dixo y prometio el dicho Xorayqde por si y en nombre de todos los demás moros que estan con el que si dentro de los dichos diez dias se le traxere de su illustrisima la dicha respuesta y fuere que se enviara a suplicar a su magestad les haga las mercedes que de sus o piden que estaran todos recogidos y sin hazer mal ny daño alguno el tiempo que les fuere señalado por su señoria para que se les pueda traer recando de su magestad con que el dicho termino no sea mas que un mes despues de cumplidos los dichos diez dias y con que durante este tiempo se les den los bastimentos y seguridad en la forma que de suso se contiene en el capitulo precedente todo lo qual segun y en la forma que de suso se relata digo yo al Doctor marin maestrescuela de la yglesia de almeria que el dicho alonso de alguilar el jorayque lo trato conmigo tratando yo con el sobre el reduzimiento del y de sus compañeros al servicio de su magestad y me pidio lo asentase todo por escripto y se enbiase a su señoria illustrisima para que sobre ello provea y mande lo que fuere servido lo qual todo paso lunes proximo pasado que se contaron nueve dias del dicho mes de Março estando con los dichos moros en la sierra de guador y se hallo presente a todo ello Reynaldos capitan de la gente del terque y porque todo ello es verdad y conste dello a su señoria illustrisima lo firme de mi nombre.

El Doctor Marín 

Este documento, extraordinario aún teniendo en cuenta el papel del intermediario, halló inmediatamente eco en todos los interesados.
Se respetaron los plazos fijados por el Joraique: Pedro de Deza aprobó el memorial y se lo transmitió al rey. Felipe II lo recibió el 19 de marzo y el 28 contestó, aceptando el principio del texto y enmendando diversas proposiciones de los monfis. No accede a la liberación de los esclavos; afirma, por el contrario, que la justicia seguiría su curso. Respecto a los familiares cautivos, sólo podrían ser liberados las mujeres y los niños "a un precio justo" y no al de la primera venta. Esto, en definitiva, suponía vaciar de significado el memorial. La mayoría de los monfies eran esclavos y dentro de los clanes moriscos los lazos eran muy estrechos. El Joraique, que ya había roto el primer acuerdo, no esperó siquiera a que expirase el plazo del segundo. En la noche del 17 al 18 de abril y a la cabeza de treinta hombres, se apodera de una barca en la playa de Vera, 100 kilómetros al norte del lugar de las negociaciones, después de haber asesinado a nueve cristianos. Los monfíes, con el fin de que no les persiguieran, desfondaron todas las embarcaciones que había en la playa, se reunieron con tres galeotes que los esperaban en el cabo de Gata y llegaron a África del Norte. Esta noticia alegra a los cristianos viejos, satisfechos de haberse librado de este molesto individuo. Al menos eso creían, pero el bandolero se convierte en pirata para desembarcar en Agua Amarga el 16 de septiembre y llevar a cabo una incursión de 60 kilómetros hasta Tahal -posiblemente su lugar de nacimiento- donde sembró el pánico, matando a cuatro personas, quemando tres casas y llevándose a diez cristianos. Los habitantes de quince pueblos vecinos abandonaron el lugar definitivamente. Parece que el "perro de Joraique", como le llaman los textos, no volvió por Andalucía. Al no conseguir la libertad que reclamaba, se la tomó por su mano lleno de rencor.
Por otra parte, la serie de documentos referentes a el Joraique, así como los que tratan de la desarticulación de la banda de Esvile y El Meliche, permiten esbozar el retrato del monfí y estudiarlo en relación con la tipología del bandido social trazada por Hobsbawn (45). En primer lugar, observamos que no hay ninguna mujer en las cuadrillas de bandidos durante el siglo XVI; así pues, los monfíes son varones, pero entre ellos no es frecuente hallar solteros, algo que E. Hobsbawn considera como uno de los rasgos característicos del bandido social (46). Gonzalo el Seniz está casado, así como Juan Esvile, Marcos El Meliche y cuatro de sus compañeros; otro de ellos es viudo. En el proyecto de acuerdo elaborado por el Joraique tiene un lugar importante el rescate de los familiares esclavos, y, antes que nada, de las mujeres y los hijos. Esto parece indicar que varios de los que rodean al Joraique son casados y padres de familia. Seniz tiene una hija; otros cuatro hombres al menos de la banda de Esvile tienen hijos, comenzando por él, padre de un niño de nueve años en el momento de la negociación.
El monfí difiere del modelo establecido por E. Hobsbawm en otros dos puntos: la edad y la duración de su trayectoria. Los bandoleros moriscos que hemos citado no son todos jóvenes. A menudo sobrepasan el límite de veinticinco años que se atribuye a muchos de ellos. El Seniz tiene por lo menos cuarenta años cuando anda en tratos con la justicia en 1580, ya que su cómplice es también su yerno. Tenemos asimismo una idea "aproximada de la edad de los trece monfíes que marcharon a Toledo en mayo de 1577. Durante el interrogatorio del corregidor, tres de ellos declaran que tienen 40 años, otro 37 y un tercero 32. Las otras edades indicadas son 30 años en tres casos, y 27, 25, 24, 23 Y 20 años en los restantes (47). La media está entre los 30 y los 31 años. Es necesario, claro está, corregir la primera impresión que obtenemos de estas cifras. Cuando estos hombres escogieron la vida de monfí eran jóvenes o muy jóvenes. El Seniz era ya célebre hacia 1565, incluso antes. Igual ocurre con El Meliche en 1572. Por otra parte, los moriscos suelen casarse muy jóvenes. Pero aún así, observamos que el hecho de estar casados y tener hijos no fue obstáculo para que estos hombres llevasen una existencia marginal y accidentada.
Además, su trayectoria sobrepasa ampliamente los dos o tres años de duración que Hobsbawm indica para el Robín de los bosques por término medio, lo que explica en gran parte el que sean de edad relativamente avanzada. Las acciones conocidas de El Joraique abarcan siete años, desde 1566 a 1573; las del Meliche se extienden también a lo largo de siete años, desde 1572 a 1579; las de Gonzalo el Seniz un mínimo de quince años, desde 1565 a 1580. Por otra parte, muchos monfíes no acaban sus días violentamente, como ocurre con el bandido social; corren un riesgo mucho menor de ser delatados, ya que cuentan con el apoyo incondicional de su comunidad. A lo largo de su trayectoria hay épocas de tregua o de alejamiento, bien cuando contemporizan con las autoridades, aunque sea provisionalmente, o bien cuando marchan durante algún tiempo a Berberia. Es comprensible, pues, que puedan mantener su actividad durante largo tiempo y que constituyan para los secretarios reales una fuerza con la que es necesario contar.
En cambio, los monfíes no se diferencian demasiado de los otros bandidos sociales en cuanto a su zona de acción. El Joraique no sale de las montañas que le son familiares, la sierra de Filabres o Alpujarra Oriental. El territorio en que actúa la banda de Esvile son las montañas situadas entre Málaga y Ronda; en el momento de su desarticulación se halla en la sierra de Sancti Petri. Conocemos el pueblo natal de nueve hombres de la banda (Guaro en cuatro casos, Monfa, Tolox, El Daidín, Benahaviz), y todos ellos, excepto uno que era natural del Valle de la Almanzora, situado a varios cientos de kilómetros de esta zona, proceden de un área muy circunscrita: sierra Bermeja, lugar que eligen para sus fechorias. En esto se asemejan bastante a los cangafeiros brasileños del siglo XX o a los haidouk de la península de los Balcanes. A pesar de esto, el monfí no se corresponde del todo con el bandido de buen corazón descrito por Hobsbawn, modelo sin duda demasiado mítico y estereotipado.
El bandolerismo morisco no vuelve a aparecer después de la expulsión de 1609. Había nacido de un conflicto amplio y creció y desapareció con él. Pertenece, pues, a una época y a un ámbito geográfico precisos, por lo que, en principio, es un fenomeno con unos caracteres particulares y fácilmente delimitables. Pero es también algo más: los bandidos moriscos andaluces o valencianos son mediterráneos y se parecen en muchos rasgos a los fuera de la ley italianos, dálmatas o cretenses. La cronología del crecimiento del bandolerismo morisco, de 1492 a 1510-1515, de 1510-1515 a 1560, de 1560 a fines de siglo, se corresponde con la cronología de la agitación general (48). Por todo el Mediterráneo abundan los bandoleros, sobre todo a finales del siglo XVI. En Cataluña, por ejemplo, aparecen bandas en tiempos de Carlos V, se incrementan en tiempos de Felipe II y alcanzan su apogeo en tiempos de Felipe III. La diferencia es mínima. Hay similitud, pues, en la cronología, pero no conviene llevar más allá la comparación, ya que los bandoleros catalanes eran por lo general auténticos cristianos. La miseria general existente en todo el Mediterráneo engendra el bandolerismo, cuya propagación se ve facilitada por múltiples condiciones locales. Por último, los bandoleros moriscos no pertenecen a ningún país ni a ninguna época; son vengadores de una minoría oprimida. Estos seres desarraigados, que saben lo que es la tortura, las galeras, la amputación y la horca, que rechazan la paz dictada unilateralmente, han escrito un capítulo en la historia de la resistencia a las persecuciones (49).

(1) J.CARO BAROJA, Los Moriscos del reino de Granada, Madríd, 1957, pp.159-166.
(2) F. BRAUDEL, La Méditerranée et le monde méditerranéen a l'époque de Philippe II. París, 2ª. ed. 1966, tomo II, p.83, 123 y ss. 
(3) P. VILAR. La Catalogne dans l'Espagne moderne. Paris. ]962. tomo I. pp. 579-584; J. REGLA CAMPISTOL, J. FUSTER. El Bandolerismo Catalá. Barcelona. 1963; J. REGLÁ. "El Bandolerismo en la Cataluña del barroco". Saitabi. 1966. pp. 149-160; S. GARCÍA MARTÍNEZ "Bandolerismo. pirateria y control de Moriscos en Valencia durante el reinado de Felipe II. Estudis. 1972, pp. 85-167; S. GARCÍA MARTINEZ, "Comisión del virrey duque de Veragua al bandido valenciano Josep Cases (1679-1680)", Primer Congreso del Paìs Valenciano. volumen III, Valencia. 1976. pp. 459-472; L J. GUÍA MARÍN. -La represión del bandolerismo durante el virreinato de Fray Pedro de Urbina (1650-1652)", Primer Congreso del País Valenciano. volumen III. Valencia. 1976. pp. 411-419, 
(4) C. BERNALDO de QUlRÓS y L. ARDICA. El bandolerismo andaluz. Madrid. 2.ª ed., 1973; D. URVOY, "Sur l'évolution de la notion de gihad dans I'Espagne musulmane", Mélanges de la Casa de Velázquez, 1973, pp. 335-371.
(5) Instituto Valencia de don Juan (I.V.J.) envío 1, pieza 174.
(6) Archivo General de Simancas (A.G.S.) Cámara Cédulas, libro 255, fol. 65.
(7) Archivo Municipal de Granada (A.M.G.), Provisiones, 1, fol. 162.
(8) I.V.J., envío 4, p. 13; 19 de enero de 1547.
(9) E. MENESES GARC1A, Correspondencia del Conde de Tendilla, biografía, estudio y transcripción. tomo I (1508-1509), Madrid, 1974, pp. 782, 804, 807. 
(lO) ld., tomo 11, pp. 326, 327, 515, 519. 537, 547.
(11) I.V.J., envío 1, p. 108. Este documento que, desgraciadamente, no tiene fecha debe ser de 1567 ó 1568. 
(12) Cf., supra, nota 7.
(13) A.G.S., Cámara Cédulas, libro 27, fol. 65 vto., y 73; Burgos, 15 de octubre de 1511.
(14) A.M. Granada, Provisiones I, fol. 156 o A.M. Málaga, Provisiones 1, fol. 125. 
(15) A.G.S., Cámara Cédulas, libro 255, fol 65.
(16) Ibid.. libro 27, fol. 66.
(17) L. del MÁRMOL CARVAJAL, Historia de la rebelión y castigo de los moriscos del reyno de Granada. Biblioteca de Autores Españoles, Historiadores de sucesos particulares, 1, tomo XXI, Madrid, 1946, p. 460.
(18) Biblioteca Nacional, Madrid, ms. 781, n.º 15.
(19) A.G.S., Cámara de Castilla, leg. 2.176.
(20) Id.. leg. 2.174; 1 de noviembre de 1573.
(21) Archivo de la Alhambra, leg. 118, fol. 1. 
(22) L. del MÁRMOL CARVAJAL,op. Cit., p. 179.
(23) Archivo de la Chancillería de Granada, sala 3, leg. 1.447, p. 3; me fue comunicado este documento por Nicolás Cabrillana Ciézar.
(24) A.G.S., Estado, leg. 141, fol. 281, ej. K. GARRAD, "La Inquisición y los Moriscos granadinos, 1526-1580", Miscelánea de Esludios Arabes y Hebraicos, 1960, p. 56. 
(25) I.V.J., envío 1, p. 176.
(26) Id. pp. 188 Y 308.
(27) Ibid.. p. 176.
(28) Ibid.. p. 47.
(29) A.G.s., Cámara de Castilla, leg. 2.176, s.f.
(30) Id. leg. 2.170: 15 de septiembre de 1572.
(31) Ibid., leg. 2.172; 15 de mayo de 1572.
(32) Ibid., leg. 2.1,74; 2 de agosto de 1573.
(33) Cf infra. p. 187.
(34) A.G.S., Cámara de Castilla, leg. 2.175; 1 de noviembre de 1574
(35) Id., leg. 2.174; 30 de mayo de 1573.
(36) La documentación sobre este asunto está dispersa entre' los papeles de A.G.S., Cámara de Castilla, leg. 2.169, 2.178 Y 2.179. 
(37) Id. leg. 2.179; 14 de junio de 1577.
(38) Academia de la Historia; 1 de septiembre de 1852.
(39) A.G.S., Cámara de Castilla; leg. 2.181 
(40) Id., leg. 2.182; 2 de julio de 1580. 
(41) I.V.J., envio 91, f. 450.
(42) El doctor Marin, sus hermanos y sobrinos, fueron autorizados por cédula real a permanecer en el Reino de Granada después de la expulsión de 1570. A.G.S., Cámara de Castilla, leg. 2.181.
(43) Id. leg. 2.171; 6 de septiembre de 1572.
(44) Ibid. leg. 2.173.
(45) E. J. HOBSBAWM. Les bandits. Paris. 1971.
(46) Id. pp. 24-25.
(47) A.G.S., Cámara de Castilla; 1eg. 2.169; 7 de mayo de 1577.
(48) J. REGLÁ, "El bandolerismo en la Cataluña del barroco", Saitabi. 1966, p. 150.
(49) F. BRAUDEL, "Conflits et refus de civilisations: Espagnols et Morisques au XVIe siecle", Annales E.S.C., 1947, pp. 397-410.



Bernard Vincent

Bernard Vincent (París, 1941), es un historiador que ha trabajado sobre la España moderna, especialmente sobre la sociedad morisca en el siglo XVI.

Bernard Vincent
Trayectoria
Bernard Vincent estudió en París y logró su agregación universitaria en París (1966). Se orientó a la Historia Moderna, concretamente se centró en la historia social de España en los siglos XVI-XVII. Ha pertenecido a grandes instituciones de investigación, como el Centre National de la Recherche Scientifique (1976-1978), y la École des Hautes Études en Sciences Sociales, donde ha ocupado los mayores cargos hasta su jubilación en 2010.
Vincent ha estado muy vinculado con España; fue miembro de la sección científica de la Casa de Velázquez (1968-1971), director de estudios (1977-1978), y secretario general (1978-1982) de dicha institución. Sigue viajando muy a menudo a los archivos españoles o para sus colaboraciones académicas.
Desde 1997 es miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia de Madrid.1
Escribió en 1978 una famosa Historia de los moriscos. Vida y tragedia de una minoría, en colaboración con Antonio Domínguez Ortiz, que ha sido revisada en 2009. Muchos de sus libros han aparecido originariamente en castellano. Ha dado visiones de conjunto en Andalucía en la Edad Moderna: economía y sociedad, en España. Los siglos de oro y recientemente en Los siglos XVI-XVII. Política y sociedad





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