Ora marítima
Ora maritima (también conocida en castellano como "Las costas marítimas") es un importante texto sobre geografía descriptiva de la Hispania prerromana. Fue escrita en verso, en el siglo IV d. C., por el poeta latino Rufo Festo Avieno, y dedicada a su amigo Probo, basándose en textos más antiguos, probablemente del siglo VI a. C.
Esta obra es de gran relevancia por ofrecernos la más antigua información de la Península Ibérica de un milenio atrás, momento sobre el que se carece de fuentes –información posiblemente obtenida del viaje de un marino de Marsella mil años antes (530 a. C.)
Avieno expone, al
principio de su narración, que utilizó textos de Hecateo de
Mileto, Helánico de Lesbos, Fileo de Atenas, Escílax
de Carianda, Pausímaco de Samos, Damastes de
Sigeo, Bacoris de Rodas,Euctemón de Atenas, Cleón de
Sicilia, Heródoto de Turios y del ateniense Tucídides.
Es la primera vez que se
dan tantos datos de Iberia al hablar, tanto de pueblos como
de accidentes geográficos, ciudades, divinidades y otros aspectos
culturales. Sin embargo, no sólo se centra en la Hispania prerromana,
también ofrece un recorrido por las costas europeas pasando de
la Britannia hasta el Ponto Euxino. Sólo se conservan
algunos fragmentos de esta obra.
Fue utilizada como fuente
de estudio por estudiosos como Adolf Schulten, que empleó esta
obra para teorizar acerca de la posible ubicación de Tartessos.
"Y como el río
tiene dos desembocaduras, dícese también que la ciudad de
Tartessos, homónima del río, estuvo edificada antiguamente en la
tierra colocada entre ambas, siendo llamada esta región Tartéside."
(Estrabón , 3,2).
"Parece ser que en tiempos
anteriores llamose al Betis Tartessos y a Gades y a sus islas vecinas
Eriteia. Así se explica que Estesícoro, hablando del pastor Gerión
dijese que había nacido enfrente de la ilustre Eriteia, junto a las
fuentes inmensas de Tartessos, de raíces argénteas, en un
escondrijo de la peña." (Estrabón, Geografía 3,2,11).
RUFUS FESTUS AVIENUS
Rufo Festo Avieno
ORA MARITIMA
Considerando, Probo 1, que a
menudo tú me has solicitado, con toda tu alma y sentimiento, que
pudieran conocer el emplazamiento del mar Táurico 2, con una
fiabilidad razonable, aquellos que se encuentran alejados en las
zonas remotas de la tierra 3, he puesto gustoso manos a este
trabajo a fin de que tu deseo fuera viendo la luz en este poema 4.
Pensé, verdaderamente, que en rigor no
estaba bien, dada la edad que ya tengo, el no exponer a tu criterio
el contorno de aquel país del que había yo tenido noticia por
páginas antiguas y mediante una lectura muy profunda a lo largo de
toda mi existencia 5. Pues creo que negar a otro lo que se
posee, sin detrimento alguno, es típico de un inculto y un rudo.
A esto hay que añadir que tú eres
para mí como un hijo, por amor y lazos de sangre. Pero ello no
bastaría, si no supiera que tú has devorado siempre, con ansia
inagotable, los escritos y los tratados recónditos de los antiguos;
que eres de natural abierto, dotado de sensibilidad; que tu corazón
siente una sed insaciable por tales materias y que guardas buena
memoria, más que nadie, de lo que has aprendido. ¿Por qué habría
de derrochar inútilmente los secretos de las cosas en un
inconstante? ¿Quién se empecinaría en tratar temas profundos con
alguien incapaz de seguirlos?
Por tanto, muchas razones,
muchas, Probo, me han impulsado a satisfacer por completo lo que me
habías solicitado tan insistentemente. Más aún, he considerado que
desempeñaría la función de un padre, si con notable riqueza y
profusión de datos mi musa diera a conocer tu deseo. Conceder lo
pedido, en efecto, es propio de un hombre desprendido; aumentarlo en
cambio, colmándolo de un regalo añadido, es propio de un talante
bondadoso y noble.
Me preguntaste, si recuerdas, cuál era
el emplazamiento del mar Meótico. Sabía que Salustio 6 lo
había indicado y no iba a negar yo que sus palabras han sido
consideradas por todos de autoridad bien fundada. Por consiguiente, a
la preclara descripción, en la que este narrador, de estilo y
credibilidad vigorosos, brindó el contorno y el aspecto de los
lugares casi como si estuvieran a la vista, con el peculiar atractivo
de su lengua, hemos añadido nosotros muchos datos, tomados de los
comentarios de muchísimos otros autores.
Se encontrará aquí, pues, a Hecateo
de Mileto 7 y Helánico de Lesbos 8; asimismo Fileo el
ateniense 9, Escílax de Carianda 10; a continuación
Pausímaco 11, a quien engendró la antigua Samos, incluso
Damasto12, nacido en la noble Sige, y Bacoris13, originario de Rodas;
también Euctemón 14, conciudadano de la metrópolis ática; el
siciliano Cleón 15, el propio Heródoto de Turios 16 y,
por último, aquel que es la gran lumbrera de la elocuencia, el
ateniense Tucídides 17.
Aquí por lo tanto, Probo, parte de mi
corazón, tendrás todas las islas que se alzan por la llanura
marina 18, esto es, por ese llano, que tras las ensenadas
formadas por el orbe terrestre al abrirse como en un bostezo19,
impele a Nuestro Mar 20 desde el estrecho tartesio y el
oleaje atlántico, hasta las tierras lejanas; asimismo, los golfos
arqueados y los promontorios; cómo la costa se extiende en suave
pendiente, cómo los macizos montañosos se adentran profundamente en
las olas y cómo famosas ciudades se ven bañadas por el mar; cuál
es el nacimiento de los ríos más grandes, cómo las islas con
frecuencia, son abrazadas por esos mismos ríos; cómo los puertos
arquean ampliamente sus seguros malecones; cómo se rellanan las
lagunas; cómo reposan los lagos; cómo los altos montes elevan sus
riscos pedregosos; cómo el oleaje del turbulento mar, blanco de
espuma, ciñe a los bosques.
Éste será, pues, el objetivo de
nuestro trabajo: la exposición detallada del hondo mar de
Escitia 21 y el llano marino del salado Euxino 22,
incluso islas, si es que alguna emerge en esa marmórea mar. El
resto, por lo demás, ya lo hemos relatado más cumplidamente en
aquel volumen que compusimos acerca de las costas y países del orbe
terrestre 23. Así, para que tengas una prueba paladina de estas
mis fatigas y trabajos, comenzaremos el relato de la presente obrita
remontándonos un poco más arriba 24.
Tú atesora estas noticias en lo más
profundo de tu corazón, pues se sustentan en la garantía de
fidelidad de haber sido remotamente tomadas y obtenidas de otros
autores. Las tierras del extenso orbe se despliegan a lo largo y
ancho, mientras el oleaje se derrama una y otra vez en torno al orbe
terrestre 25. Pero allí donde el hondo mar salado se desliza
procedente del océano, de tal suerte que el abismo de Nuestro Mar se
despliega ampliamente, se encuentra el golfo Atlántico 26.
Aquí se halla la ciudad de Gadir,
llamada antes Tarteso 27. Aquí están las Columnas del tenaz
Hércules, Ábila y Calpe (ésta se encuentra a la izquierda del
territorio mencionado; aquélla, próxima a Libia): retumban bajo el
recio septentrión, pero aguantan firmes en su emplazamiento 28.
También aquí se alza 29 el
cabezo de un peñón sobresaliente (en los más antiguos tiempos lo
denominaron Estrimnis 30) y la encumbrada mole de su pico rocoso
se orienta de pleno hacia el noto templado. A su vez, a los pies de
la aguja de este saliente, se abre para sus habitantes el golfo
Estrímnico 31, en el que se muestran las islas Estrímnides que
están muy separadas y son ricas en mineral de estaño y plomo 32.
Aquí se encuentra una raza de
gran vigor, de talante altanero, y de una habilidad eficiente,
imbuidos todos de una inquietud constante por el comercio. Y surcan
con sus pataches, aventurándose a largas distancias, una mar agitada
por los notos y el abismo de un océano, preñado de endriagos 33.
De hecho, no saben ensamblar sus quillas a base de madera de pino y
tampoco, según es usual, alabean sus faluchos con madera de abeto,
sino que, algo realmente sorprendente, ajustan sus bajeles con pieles
entrelazadas y a menudo atraviesan el extenso mar salado en estos
cueros 34.
Por otra parte, desde aquí hasta la
Isla Sagrada 35 (pues así la llamaron los antiguos) una
nave tiene un trayecto de dos soles. Esta isla despliega en medio de
las olas un amplio territorio y la habita a lo largo y ancho la raza
de los hiernos. Cercana, de nuevo, se extiende la isla de los
albiones. Y los tartesios 36 acostumbraban también a
comerciar hasta los confines de las Estrímnides.
Incluso colonos de Cartago y la
población que habita entre las Columnas de Hércules se acercaban a
estos mares; sobre los cuales el cartaginés Himilcón 37asevera
que podían ser atravesados en apenas cuatro meses, según él mismo
relató haberlo comprobado mediante una navegación. Así, no hay
vientos, en una amplia zona, que impulsen al navío; así el líquido
elemento de una llanura marina encalmada se inmoviliza en sus reinos.
Se añadirá a ello que emerge entre las aguas abundante urchilla y
que a menudo refrena la popa como si fuera maleza. No deja de decir
también que por esta zona la superficie de la mar no alcanza gran
profundidad y que apenas un poco de agua cubre el fondo, que las
bestias marinas recorren la mar por aquí y por allá, que los navíos
se desplazan lentos y lánguidos entre monstruos que nadan por
medio 38.
Si a partir de aquí alguien se atreve
a forzar su esquife desde las islas Estrímnicas rumbo a las aguas
del sector de la Licaonia 39, donde la atmósfera se hiela,
acaba llegando al territorio de los ligures 40, desprovisto de
habitantes, pues hace ya tiempo fueron depredados a manos de los
celtas y por los frecuentes combates. Entonces los ligures,
desplazados a la fuerza, como con frecuencia guía la fortuna a
algunos, llegaron a esos territorios que ahora poseen, cubiertos por
lo general de zarzales terribles; estos parajes son pura pedriza y
abruptas roquedas, y los picos de las montañas se hunden
amenazadores en el cielo. Y este pueblo huidizo vivió ciertamente
durante mucho tiempo en las cárcavas de los peñascos, apartados de
las olas, pues su miedo al salado mar provenía de aquel peligro
primitivo. Tiempo después, la calma y el ocio, a la par que la
seguridad, potenciando su audacia, los persuadió a salir de sus
encumbradas guaridas y a descender a zonas marinas.
Tras aquellas tierras 41, sobre
las que antes hemos hablado, de nuevo se abre una gran ensenada, que
abarca una extensa llanura marina hasta Ofiusa 42. Retrocediendo
desde su litoral hacia el llano del mar Interno 43, por donde
dije antes44 que el mar, al que llaman Sardo, se adentraba en
las tierras, se emplean siete días de marcha a pie 45.
Ofiusa presenta un flanco tan prominente hacia adelante, cuanto oyes que se extiende la isla de Pélope en tierras de los griegos 46. Al principio se la denominó Estrimnis, y los habitantes de estos lugares y campos eran los estrímnicos; posteriormente una plaga de serpientes puso en fuga a sus habitantes y logró que esta tierra quedara despojada hasta de su propio nombre 47.
Ofiusa presenta un flanco tan prominente hacia adelante, cuanto oyes que se extiende la isla de Pélope en tierras de los griegos 46. Al principio se la denominó Estrimnis, y los habitantes de estos lugares y campos eran los estrímnicos; posteriormente una plaga de serpientes puso en fuga a sus habitantes y logró que esta tierra quedara despojada hasta de su propio nombre 47.
Se adentra a continuación hacia los abismos marinos el cabo de Venus y la mar brama en torno a dos islas 48 deshabitadas por la escasez de espacio vital. El Ario se yergue luego imponente, destacándose hacia el desapacible septentrión; por otro lado, desde aquí hasta las Columnas del poderoso Hércules hay una travesía para las naves de cinco días 49.
Después, en plena mar, hay una isla,
de abundante vegetación y consagrada a Saturno. Pero el vigor de su
naturaleza es tal que, si alguien se acerca navegando hasta ella, al
punto se encrespara la mar colindante con esta isla; ella misma
tiembla y salta toda su superficie, estremeciéndose profundamente,
en tanto que, en el resto, la mar permanece silenciosa a la manera de
un estanque 50.
Acto seguido se yergue un promontorio
hacia los aires de Ofiusa y desde el peñón Arvio hasta estos
parajes hay un trayecto de dos días 51. En cambio, la espaciosa
ensenada que se abre desde allí se extiende en lontananza, siendo
difícil navegar en su totalidad con un solo viento; pues llegarás
al centro si te arrastra el céfiro; el tramo que queda reclama al
noto 52.
Si a partir de allí alguien se dirige
de nuevo a pie hacia la costa de los tartesios, realizará el
trayecto en apenas cuatro días; si uno dirige sus pasos hacia
Nuestro Mar y al puerto de Malaca, tendrá por delante una ruta de
cinco soles 53.
Luego se alza la mole del cabo Ceprésico 54.
Por debajo se extiende más lejos la
isla llamada Acale 55 por sus habitantes. Cuesta aceptar la
leyenda que corre sobre esta isla por lo sorprendente del hecho,
pero, son tantos los testimonios, que bastan para confirmarlo. Dicen
que en los aledaños de esta isla el abismo marino no presenta nunca
el mismo cariz que el resto del mar; de hecho, por doquier las olas
poseen un resplandor semejante a la transparencia del cristal y, por
las profundidades de la marmórea mar, es verdad que las olas tienen
un reflejo azulado. En cambio, allá, la superficie del mar está
mezclada con un fango repugnante, según recuerdan los antiguos, y
siempre se halla apelmazada como en torbellinos turbios de
inmundicias 56.
Los cempsos y los sefes dominan las
colinas escarpadas de las tierras de Ofiusa; cerca de éstos, el ágil
lucio y la raza de los draganos asentaron sus hogares bajo el
rigurosamente nevado septentrión 57. Por otro lado se halla la
isla de Petanio 58, hacia la parte de los sefes, y un ancho
puerto 59.
Después, junto a los cempsos se
encuentran los pueblos de los cinetes 60. A continuación,
el cabo Cinético 61, en el que mengua la luz sideral y que se
yergue a lo alto como el más remoto de la opulenta Europa 62,
se orienta hacia las aguas saladas del océano, plagadas de
monstruos 63.
El río Ana 64 corre allá
por medio de los cinetas y surca sus vegas. Se abre nuevamente un
golfo y el territorio se extiende curvándose hacia el mediodía 65.
Desde este río consignado se desgajan de repente dos ramales y su
caudal, como en lenta formación, rechaza las aguas espesas del golfo
ya dicho (en efecto, aquí las profundidades son de puro y denso
lodo). En esta zona se levanta a lo alto la cumbre de dos islas, la
menor carece de nombre y la otra una costumbre insistente la llamó
Agónida 66.
A continuación se halla el
impresionante peñón Sagrado 67, erizado de peñascos y
consagrado a Saturno; hierve la mar agitada y la costa despliega un
frente rocoso. Aquí sus habitantes poseen cabrillas hirsutas y
abundantes machos cabríos, que siempre andan vagando por el
territorio cubierto de maleza; y producen unas cerdas muy alargadas y
recias para su utilización en las tiendas de los campamentos y las
velas y capotes de los marinos 68. Desde aquí hasta el río se
ha dicho que hay un trayecto de un solo sol 69; también
aquí se halla el límite del pueblo de los cinetes.
El país travesío confina con éstos y
el río Tarteso 70 baña la comarca. Acto seguido se
extiende el macizo consagrado al Céfiro, por lo que la cumbre de
este peñón ha sido llamada Cefíride71. Pero en lo referente a sus
altos picachos, se yerguen en la cima de su cresta; una gran mole se
encarama en los aires y una bruma, como remansada por encima, esconde
permanentemente su cabezo nebuloso.
Toda la comarca que sigue es de terreno
cubierto por completo de hierba; a sus habitantes se les ofrece una
bóveda celeste nublada en su parte más alta, el aire espeso, una
luminosidad diurna muy densa y un rocío copioso como el de por la
noche. Ninguna brisa, según es costumbre, logra entrar; ni un soplo
de viento despeja la capa alta de la atmósfera: una perezosa
calígine se echa sobre las tierras y el suelo se humedece
ampliamente72. Si alguien rebasa con su nave el peñón del Céfiro y
penetra en los torbellinos de Nuestro Mar, se ve impulsado de
inmediato por los soplos del favonio 73.
A continuación, de nuevo un
promontorio y un opulento santuario consagrado a la Diosa
Infernal 74, el fondo de una gruta recóndita y una entrada
disimulada. En las cercanías hay una gran laguna, llamada
Etrefea 75; más aún, se dice que estuvo antaño por estos
parajes la ciudad de Herbo; que consumida por los avatares de las
guerras, al fin sólo dejó en este territorio su recuerdo y su
nombre 76.
Entretanto, acto seguido, corre el río
Ebro77 y su Caudal fecunda los terruños. La mayor parte de los
autores refieren que los iberos se llaman así justo por este río,
pero no por aquel río 78 que baña a los revoltosos
vascones. Pues a toda la zona de este pueblo que se encuentra junto a
tal río, en dirección occidente, se la denomina Iberia. Sin embargo
el área oriental abarca a tartesios y cilbicenos 79.
Después se halla la isla de
Cartare 80 y es una tradición con bastante fundamento el
que la dominaron primero los cempsos; rechazados luego por la guerra
con sus vecinos, se desperdigaron en busca de distintos
asentamientos, Se yergue luego la mole del monte Casio y a partir de
su nombre la lengua griega llamó primero casítero al estaño 81.
Después sigue la prominencia de
un santuario y, en lontananza, la fortaleza de Geronte, que lleva un
antiguo nombre griego, pues hemos oído decir que en tiempos pasados
a partir de ella se dio nombre a Gerión 82. Aquí se encuentran
las amplias costas del golfo travesío 83 y desde el río
Ana, ya nombrado, hasta estos territorios las naves tienen un día de
trayecto 84. Aquí se halla la ciudadela de Gadir, ya que en la
lengua de los cartagineses se llamaba Gadir a un lugar vallado. Esta
misma ciudad fue denominada primero Tarteso 85, ciudad
importante y rica en tiempos remotos; ahora pobre; ahora
empequeñecida; ahora, arrumbada; ahora, en fin, un simple campo de
ruinas. Nosotros en estos parajes, excepto las ceremonias en honor de
Hércules, no vimos nada digno de admiración 86. En cambio,
tuvo tal poderío, incluso tal prestigio en épocas pasadas, si damos
crédito a la historia, que un rey altanero, y el más poderoso de
todos los que a la sazón tenía el pueblo maurusio, muy estimado por
el emperador Octaviano, Juba, entregado siempre al estudio de las
letras y alejado por el mar que tenía en medio, se consideraba muy
distinguido con el honor del duunvirato en su ciudad 87.
Pero el río Tarteso 88, fluyendo
desde el lago Ligustino 89, a campo traviesa, envuelve una
isla 90 de pleno con el curso de sus aguas. No corre
adelante por un cauce único, ni es uno solo en surcar el territorio
que se le ofrece al paso, pues, de hecho, por la zona en que rompe la
luz del alba, se echa a las campiñas por tres cauces; en dos
ocasiones, y también por dos tramos, baña el sector meridional de
la ciudad 91.
Por su parte, el monte Argentario se
recorta sobre la laguna; así llamado en la Antigüedad a causa de su
belleza, pues sus laderas brillan por la abundancia de estaño y,
visto de lejos irradia más luminosidad aún a los aires, cuando el
sol hiere con fuego las alturas de sus cumbres. Este mismo río,
además, arrastra en sus aguas raeduras de estaño pesado y
transporta este preciado mineral a la vera de las murallas 92. A
partir de aquí una extensa región se aleja de la llanura de aguas
saladas, tierra adentro; la raza de los etmaneos la habita. Y
después, por otro lado, hasta los labrantíos de los cempsos, se
extienden los ileates sobre tierras fértiles; si bien las zonas
marítimas las controlan los cilbicenos 93.
A la ciudadela de Geronte y al cabo del
santuario, como hemos explicado antes, los separa la salada mar por
medio; y entre altos acantilados se recorta una ensenada. Junto al
segundo macizo desemboca un río caudaloso. Luego se yergue el monte
de los tartesios, cubierto de bosques 94.
Enseguida se encuentra la isla Eritía, de extensas campiñas, y en tiempos pasados, bajo jurisdicción púnica; de hecho, fueron colonos de la antigua Cartago los primeros en asentarse en ella. Un estrecho separa Eritía de la ciudadela del continente en tan sólo cinco estadios 95.
Por donde se da el ocaso del día, hay una isla consagrada a Venus del Mar, y en la misma un templo de Venus, una ermita en roca viva y un oráculo96.
Enseguida se encuentra la isla Eritía, de extensas campiñas, y en tiempos pasados, bajo jurisdicción púnica; de hecho, fueron colonos de la antigua Cartago los primeros en asentarse en ella. Un estrecho separa Eritía de la ciudadela del continente en tan sólo cinco estadios 95.
Por donde se da el ocaso del día, hay una isla consagrada a Venus del Mar, y en la misma un templo de Venus, una ermita en roca viva y un oráculo96.
Cuando se viene desde aquel monte, que
te había dicho resultaba temible por sus bosques, se halla un
litoral de arenales en suave pendiente, en los que los ríos Besilo y
Cilbo derraman sus aguas 97.
Después, hacia poniente, alza sus riscos soberbios el peñón Sagrado 98. A esta zona, en tiempos pasados, Grecia la denominó Herma. La palabra Herma se refiere a un parapeto del terreno, encarado de frente, y el lugar en sí fortifica el estrecho por ambas bandas 99. Otros, al contrario, lo llaman ruta de Hércules; pues, de hecho, se dice que Hércules allanó los mares, a fin de que quedara abierto un camino fácil para el rebaño que había apresado 100. Más aún, la mayoría de los autores afirman que aquella Herma estuvo primitivamente bajo jurisdicción de tierra libia. Y no se debe desdeñar la información de Dionisio, quien atestigua y enseña que Tasteso es el límite de Libia 101.
Después, hacia poniente, alza sus riscos soberbios el peñón Sagrado 98. A esta zona, en tiempos pasados, Grecia la denominó Herma. La palabra Herma se refiere a un parapeto del terreno, encarado de frente, y el lugar en sí fortifica el estrecho por ambas bandas 99. Otros, al contrario, lo llaman ruta de Hércules; pues, de hecho, se dice que Hércules allanó los mares, a fin de que quedara abierto un camino fácil para el rebaño que había apresado 100. Más aún, la mayoría de los autores afirman que aquella Herma estuvo primitivamente bajo jurisdicción de tierra libia. Y no se debe desdeñar la información de Dionisio, quien atestigua y enseña que Tasteso es el límite de Libia 101.
En territorio de Europa se levanta el
promontorio que, ya lo señalé, sus habitantes llaman Sagrado102.
Entre ambos lugares fluye una ligera lengua de agua, la cual antaño
se llamó Herma o Camino de Hércules. Euctemón, habitante de la
ciudad de Anfípolis, afirma que se extiende en una longitud no
superior a las ciento ocho millas y que ambas posiciones distan tres
millas 103. Aquí están emplazadas las Columnas de
Hércules, que hemos leído son consideradas como el extremo de uno y
otro continente. Se trata en realidad de dos peñones parejos que
sobresalen, Ábila y Calpe.
Calpe se encuentra en territorio
hispano, Ábila en el de los maurusios, pues la raza púnica llama
Ábila a aquello que constituye un monte alto en lengua bárbara,
esto es, en la latina, como afirma el autor Plauto; y, por otra
parte, Calpe se denomina en Grecia a aquello que tiene un aspecto
ahuecado, con una pinta de un picacho redondeado 104. Afirma
también el ateniense Euctemón que no existen allí peñas, ni se
alzan cumbres en ninguna de las dos partes; recuerda que entre las
campiñas de tierra libia y la costa de Europa se hallan dos
islas 105; dice que se las llama Columnas de Hércules; refiere
que están separadas treinta estadios; que por doquier están
cubiertas de bosques impresionantes y que son siempre inhóspitas
para los marinos.
Asevera, en efecto, que hay en ellas
templos y altares a Hércules, que los bajeles extranjeros se dirigen
allí para ofrecer sacrificios a este dios y se van apresuradamente,
pues se tiene por impío demorarse en estas islas. Informa que la mar
se mantiene tanto en los alrededores como en las cercanías con
poquísima profundidad en una amplia área; que los navíos no pueden
arribar cargados a estos parajes a causa del poco calado de las aguas
y por el espeso fango de la costa. Pero que si alguien tiene el firme
propósito de aproximarse allá por el templo en sí, entonces nos
informa de que ese tal pone proa hacia la isla de la Luna, librar de
carga a la nave y, aun así, aligerada la lancha, apenas logra
desplazarse sobre las saladas aguas.
En cambio, el tramo de oleaje agitado que se extiende entre las Columnas, afirma Damasto que no llega a los siete estadios. Escílax de Carianda asegura que la corriente que hay entre las Columnas tiene la misma extensión que las aguas del Bósforo 106. Más allá de tales Columnas, por la parte de Europa, los habitantes de Cartago tuvieron antiguamente caseríos y ciudades, aunque tenían la siguiente costumbre: la de construir naves de fondo muy llano, de modo que el esquife, más ancho, pudiese deslizarse por la superficie de una mar de muy poco calado 107.
Sin embargo Himilcón cuenta que desde estas Columnas hasta la zona occidental existe un abismo marino ilimitado, que la mar se extiende a lo ancho, que se despliega un salado mar. Nadie se aventuró en estas aguas, nadie metió sus carenas en aquel llano marino, bien porque falten en alta mar auras que las impulsen, bien porque ningún soplo del cielo empuje la popa, o incluso porque la calina revista el aire con una especie de velo, bien porque la niebla oculte permanentemente el abismo marino y se mantenga un muy espeso nublado durante el día 108.
Se trata de aquel Océano que brama en lontananza alrededor del orbe inmenso, ése es el mar más grande. Este abismo marino rodea las costas, éste es el que surte al salado mar Interno, éste es el progenitor de Nuestro Mar; de hecho, arquea desde fuera las aguas de numerosos golfos y la energía de sus profundidades se desliza dentro de nuestro universo. Pero nosotros te hablaremos de los cuatro más grandes109.
Así, la primera irrupción del océano en tierra firme es el fluctuante mar Hesperio y el salado mar Atlántico 110; a continuación, el oleaje Hircano: el mar Caspio111;el salado mar de los indios: el dorso del mar Pérsico 112, y el abismo marino Arábigo113, ya bajo el cálido noto. A éste una antigua usanza lo llamó antaño Océano y otra costumbre lo denominó mar Atlántico 114.
El abismo de este mar abarca una amplia
extensión y se alarga enormemente en confines imprecisos. Por lo
general, además, este salado mar se extiende tan poco profundo, que
apenas llega a cubrir las arenas del fondo. Por otra parte, una
urchilla copiosa rebosa sobre el abismo marino y el oleaje es aquí
neutralizado por esta ova; las bestias nadan violentamente por medio
de todo el ponto y un pánico intenso mora en estas aguas a causa de
los monstruos. El cartaginés Himilcón refirió en tiempos pasados
que él lo había contemplado y comprobado personalmente en la
superficie del océano. Nosotros te hemos transferido esta
información, transmitida durante mucho tiempo por los anales
confidenciales de los púnicos 115.
Pero ya es hora de que mi pluma vuelva
al objetivo anterior. Por lo tanto, frente a la Columna Libístide,
tal y como había dicho, se alza otra en territorio de Europa 116.
Aquí el río Criso penetra en el hondo abismo marino 117. Por
el lado de allá y el de acá, habitan cuatro pueblos, pues en estos
parajes se encuentran los arrogantes libifenicios; se hallan aquí
los masienos; están también los reinos selbisenos, de campos
feraces, y los ricos tartesios, que se extienden hasta el golfo
Caláctico 118. Además, próximos a éstos aparecen luego el macizo
Barbecio 119 y el río Malaca, junto con la ciudad del
mismo nombre, que en el siglo pasado se llamó Menace 120.
Allá, bajo dominio de los
tartesios, hay una isla frente a la ciudad, consagrada desde antiguo
por sus habitantes a Noctiluca 121. En esta isla hay asimismo
una laguna y un puerto seguro. La ciudadela de Menace se halla por
encima. Hacia donde esta región se aparta de las olas, se yergue el
monte Siluro 122 con su alta cumbre. A continuación
sobresale una peña enorme 123, que se adentra en la
profundidad de la mar. Una pineda, en otros tiempos frondosa, le dio
nombre en griego; y el litoral se abaja hasta el santuario de Venus y
el cabo de Venus 124. Asimismo en esta costa se alzaron antaño
numerosas ciudades y abundantes grupos de fenicios controlaron antes
estos lugares. En cambio, ahora, este territorio, ya solitario,
despliega simples arenales inhóspitos y las campiñas, privadas de
labriegos, se echan a perder y son un erial 125.
A partir del cabo recóndito de Venus
puede contemplarse Herma 126 en lontananza, en territorio
libio, que antes he citado. La costa se extiende aquí de nuevo,
desprovista ahora de pobladores, en realidad, puros terrenos
abandonados. Antiguamente también aquí se alzaron a la vista
muchísimas ciudades y numerosos pueblos frecuentaron estos lugares.
Después, el puerto Namnacio se arquea desde la profunda llanura
marina, próximo a la ciudadela de los masienos y al fondo de esta
ensenada se alza con sus altas murallas la ciudad Masiena 127.
Luego sobresale el promontorio de Trete 128 y, al lado, se halla la insignificante isla Estróngile 129. Acto seguido, en los aledaños de esta isla, una laguna de enorme amplitud ensancha sus riberas 130. Allá el río Teodoro 131 (y no te sorprendas de oír en un paraje sin civilizar y bárbaro un nombre en la lengua de Grecia) desemboca lentamente. Los fenicios fueron los primeros en habitar estos lugares.
De nuevo se extienden desde aquí arenales por la costa y tres islas 132 circundan en toda su amplitud esta costa. Aquí en tiempos pasados estuvo la frontera de los tartesios 133, aquí existió la ciudad de Herna 134. El pueblo de los gimnetes se había aposentado en estos parajes 135. Ahora, en cambio, abandonado y despoblado desde hace tiempo, el río Alebo corre rumoroso sólo para sí 136. Tras todo esto, en medio del oleaje se halla la isla Gimnesia 137, que traspasó este antiguo nombre a la población que la habitaba, hasta el cauce del río Cano 138, que los regaba; y a partir de allí se extienden las islas Pitiusas, y las lejanas siluetas de las islas Baleares 139.
Enfrente, los iberos 140 extendieron
su poder hasta el macizo de Pirena 141, situados
espaciosamente a la vera del mar Interno. La primera de sus
ciudades en levantarse es Ilerda 142. Después, la costa se
extiende en yermos arenales. También aquí estuvo habitada en
otro tiempo la ciudad de Hemeroscopio 143, hoy ya tan sólo
un campo deshabitado bañado por lánguidas aguas. Se levanta
luego la ciudad de Sicana 144; así la llaman los iberos por
el río cercano. Y no lejos de la separación de este río, el río
Tirio rodea la ciudadela de Tiris 145. Y por la parte en que
la tierra se adentra lejos del mar, la región ofrece una extensa
superficie cubierta de maleza a lo largo y ancho. Allá los
beribraces 146, pueblo salvaje y feroz, vagaban en medio de
abundantes rebaños de ganado; y alimentándose a duras penas de
leche y queso graso, sobrevivían al modo de las fieras.
A continuación, el cabo de Crabrasia 147 se destaca a lo alto y el litoral se prolonga desnudo hasta los límites de la despoblada Querroneso 148. Por estas costas se extiende la marisma de Nácaras 149; tal es, pues el nombre de la costumbre dio a esta marisma; y en medio de la laguna sobresale una pequeña isla, fecunda en olivos y por ello consagrada a Minerva. En los aledaños hubo muchísimas ciudades: en efecto, aquí estuvieron Hilactes, Histra, Sarna 150 y la insigne Tiricas 151; nombre antiguo el de esta ciudadela y enormemente famosas fueron las riquezas que sus habitantes por las costas del mundo, pues, además de la fertilidad de sus campos, merced a la cual la tierra cría ganados, viñas y los dones de la rubia Ceres, se transportan mercancías foráneas por el río Ebro. Al lado, un monte puntiagudo 152 alza su soberbio cabezo y el río Óleo 153, surcando las campiñas cercanas, se desliza por entre los dos picos de unas peñas. Enseguida, de hecho, el Selo 154 (tal es el nombre antiguo de este monte) se remonta hasta las nubes excelsas. A su vera se hallaba, en épocas pasadas, la ciudad de Lebedoncia 155, ahora tan sólo un simple campo despoblado, lleno de madrigueras y cubiles de fieras. Después de todo esto se despliegan unos arenales durante muchísimo trecho, por los que antiguamente estuvo la ciudadela de Salauris 156 y en los que, también en otros tiempos, existió la primitiva Calípolis 157, aquella famosa Calípolis, que por elevada y enhiesta altura de sus murallas y los remates de sus techos se alzaba a los aires; la que, con la amplia extensión de sus hogares, abarcaba por los lados una bahía siempre rica en peces. Luego, la ciudadela de Tárraco 158 y el deleitoso emplazamiento de las ricas Barcilonas 159, pues allá un puerto despliega brazos seguros y la tierra está siempre irrigada por aguas dulces. Después se extienden los rudos indigetes 160; pueblo este inculto, pueblo intrépido en la caza y habitante de guaridas. Luego, el cabo Celebándico 161 alarga la mole de su silueta hasta entrar en la salada Tetis. Que aquí estuvo la ciudad de Cipsela 162es ya tan sólo un recuerdo, pues el escabroso suelo no conserva ningún vestigio de la ciudad primitiva. Allá se abre un puerto en un golfo enorme y el mar se mete anchamente en la tierra arqueada 163. Tras esto, se alarga la costa indicética, hasta el extremo de la sobresaliente Pirena164. Después de aquel litoral, que dijimos se extendía un trecho en ligera pendiente, se destaca el monte Malodes 165, donde entre las olas sobresalen dos escollos 166y sus dos cimas se alzan a lo alto de las nubes; en medio de ellos, por otra parte, se halla un puerto holgado y la llanura marina no está sometida a ningún viento; pues las cumbres de los peñones, con sus escolleras por delante, ciñen a lo largo y ancho todos los flancos y entre los roquedales el abismo marino se resguarda tranquilo, reposa la mar, el piélago permanece inmóvil en su encierro. Luego sigue la marisma de Tono 167, a los pies de unos montes, y se alza el macizo del peñón Tononita 168, a través de los cuales el rumoroso río Anisto 169 hace correr el caudal espumeante de sus aguas y corta el mar salado con su oleaje. Esto es lo que hay junto a las olas y las saladas aguas. En cambio, todo el territorio que se aleja del profundo abismo marino, lo poseyeron los ceretes y, antes, los duros ausoceretes 170, que ahora, bajo el mismo nombre, son uno de los pueblos iberos. Luego, en fin, el pueblo sordo 171 habitaba en parajes intrincados y se extendían hasta llegar al mar Interno, por donde se hallan las cumbres de Pirena, rebosantes de pinos; vivían en medio de guaridas de fieras, dominando en un amplio sector no sólo campiñas sino también el abismo marino. En los confines del territorio sordiceno se dice que en otro tiempo hubo una ciudad 172, en las laderas de Pirena, de hogares prósperos y que aquí los habitantes de Masilia 173 iban y venían frecuentemente haciendo negocios. Pero hasta Pirene, desde las Columnas de Hércules, desde el abismo marino Atlántico y el límite de la costa del Céfiro, una nave rápida tiene una carrera de siete días 174. Tras el macizo del Pirineo se extienden los arenales del litoral cinético 175, a los que surca a lo largo y ancho el río Roscino 176. Esta región pertenece, como hemos dicho, al territorio sordiceno. Aquí se extienden una laguna y un pantano de gran amplitud sin duda, al que sus habitantes llaman Sordice 177. Aparte las aguas rumorosas de este enorme abismo marino (pues, a causa del amplio perímetro de sus extensas riberas, es frecuente que se agite bajo los vientos que lo baten), desde esta misma laguna brota el río Sordo 178 y, de nuevo, desde las desembocaduras de este río (***)179 Luego, la costa se curva por el profundo mar y el terreno forma hondonadas a causa del desgaste que sufre; comienza bruscamente un oleaje de más cuidado y se despliega la enorme mole de un abismo marino, en el que se encuentran tres islas de gran envergadura y la mar se derrama por entre sus recias roquedas 180. Y no lejos de esta ensenada, se abre un segundo golfo de terreno quebrado y abarca con sus aguas profundas cuatro islas (a todas ellas según una antigua costumbre se las llamó Piplas 181). El pueblo de los elesices 182 dominaba primitivamente estos lugares y la ciudad de Naro 183 era la cabeza más importante de este reino fiero. Aquí el río Atago184 irrumpe en el salado llano del mar. Y después, cerca de aquí, la laguna de Hélice 185. Luego, una tradición antigua nos ha transmitido que aquí estuvo Besara 186. Ahora, en cambio, el río Heledo 187 y, asimismo ahora, el río Orobo 188 serpean atravesando campiñas desoladas y montones de ruinas, señales de un florecimiento primitivo. Y no lejos de estos ríos, el Tirio 189 desemboca turbulento en la profunda mar (***) Rumoroso el caudal (***)190 Jamás se levantan las volutas de las olas y la serenidad de Alcíona 191 se tiende permanentemente sobre el abismo marino. La cima de esta roqueda se prolonga enfilada hacia aquella prominencia llamada Cándido 192, como ya dije. Cerca se halla la isla Blasco 193 y su territorio se alza del salado mar ofreciendo una figura redondeada. En tierra firme y entre las cumbres de los macizos que se elevan, se despliegan a continuación las lomas de un suelo arenoso y se prolongan unas castas desprovistas de habitantes. Después, el monte Setio 194 yergue esbelto su macizo, también cubierto de pinos. La cadena del Setio, alargando sus estribaciones, alcanza al Tauro 195, pues los indígenas llaman Tauro a un pantano cercano al río Orano 196, cuyo cauce delimita el territorio ibero de los fieros ligies 197. Aquí se encuentra la ciudad de Poligio 198, de caserío bastante escaso y con pocos habitantes. Luego, la aldea de Mansa 199, la ciudadela de Naustalo 200 y la ciudad (***) y en planicie marina desemboca el río Clasio 201. En cambio, la región ciménica 202 se aparta lejos de las aguas saladas, abarcando una gran extensión de terreno y cubierta de bosques; de frente se halla el que le da nombre, un monte de lomas elevadas. El Ródano 203 al fluir erosiona la raíz de sus estribaciones y sus aguas se deslizan errantes por entre el macizo rocoso de este imponente monte. Los ligures 204 se diseminaron a lo lejos, desde la mole y pedriza de este macizo rocoso del Setio, hasta el oleaje del mar Interno. Pero este paraje casi reclama que te exponga explicaciones más amplias acerca del curso del Ródano. Tú procura soportar, querido Probo 205, la lentitud interminable de mi pluma; pues te hablaré, en efecto, sobre el nacimiento de este río, sobre el deslizarse de sus turbulentas aguas errantes, qué pueblos baña con sus aguas, qué provecho queda para la población ribereña y las diferentes bocas de sus desembocaduras. Los Alpes 206 yerguen su cresta nevada a las auras por el punto del nacimiento del sol y sus pendientes rocosas hienden los labrantíos de la tierra gala y por efecto de las tempestades los vientos siempre son de ventisca. Ese río se derrama brotando desde la boca de una gruta abierta, con ímpetu feroz surca las campiñas y es navegable justo desde el nacimiento de sus aguas y su primera fuente 207. En cuanto al lado por el que se yergue este macizo, que hizo nacer el río, sus lugareños lo llaman Columna del Sol 208, pues su cumbre se alza hacia las nubes tan alto que el sol del mediodía no puede verse desde la parte contraria del macizo, cuando se aproxima a los confines septentrionales para volver a llevar la luz del día. Pues tú sabes que la opinión de los epicúreos 209 fue la siguiente: que el sol no es abatido por el ocaso, que no penetra en ningún abismo marino, que no se esconde nunca, sino que recorre el universo, que sigue una trayectoria oblicua por el cielo, reanima las tierras, sustenta con el pábulo de su luz todas las hondonadas, en tanto que a unas regiones concretas les es negada la antorcha resplandeciente de Febo; (Resi***) 210
Cuando el sol ha cumplido la
trayectoria del mediodía, cuando ha declinado su luz por la zona
del Atlántico, para llevar su fuego a los remotos
hiperbóreos 211 y desplazarse al orto aquemenio 212,
gira siguiendo una trayectoria curva hacia sectores determinados
del espacio y rebasa la meta; y cuando niega su fulgor a nuestra
mirada, la noche obscura cae rápida desde el cielo y unas
tinieblas sombrías cubren al punto nuestro mundo. Entonces, por
el contrario, la luz nítida del día alumbra a aquellos que viven
congelados en el septentrión, situado más arriba. A la inversa,
cuando la sombra de la noche alcanza de nuevo a las Osas, nuestra
especie entera vive un día espléndido.
Serpea el río desde su origen atravesando los tilagios, los daliternos, los sembrados de los clahilcos 213 y la campiña leménica 214 (palabras muy ásperas y todas chocantes al oírlas por primera vez, pero, sin embargo, no se te deben silenciar, dada tu aplicación y nuestro interés); se expande, después, en diez meandros mediante el zigzagueo de sus aguas turbulentas; a continuación se mete en una laguna profunda, según afirma la mayor parte de los autores; un enorme pantano, que una antigua usanza de Grecia denominó Áccion 215, distribuye sus aguas rápidas por la llanura de esta laguna, y volviendo de nuevo a brotar y estrechándose a modo de los ríos, fluye acto seguido hacia las agitadas aguas del Atlántico, orientándose hacia Nuestro Mar y hacia occidente, y surca extensos arenales mediante cinco desembocaduras 216. Allá se levanta la ciudad de Arelato 217, llamada Teline en tiempos pasados, mientras la habitaban los griegos. Muchos motivos nos han impulsado a relatar largo y tendido curiosidades sobre el Ródano, pero nunca nuestro ánimo se doblegará hasta asegurar que este río delimita Europa y Libia, bien que el anciano Fileo 218 diga que esto era lo que creían sus habitantes. Despreciemos y burlémonos de esta ignorancia bárbara; y tildémosla con un calificativo apropiado. Una nave emplea en la travesía dos días con sus noches 219. A partir de aquí se halla la raza de los nearcos 220, la ciudad de Bergine 221, los terribles salies 222, la primitiva ciudadela de Mastrabala 223, marismas, un promontorio que alza sus lomas, llamado Cilistrio 224 por sus habitantes. Y, en fin, la propia ciudad de Masilia 225, cuyo emplazamiento es como sigue: de frente se extiende una ribera; un camino 226 apenas viable se abre entre las olas; el torbellino marino baña sus costados; una bahía arrulla a la ciudad y un oleaje extenso acaricia la ciudadela y su extendido caserío. La ciudad es casi una isla y la mano del hombre hizo que toda la llanura marina inundara la tierra, y el esfuerzo tenaz de sus fundadores, como su talento, logró vencer ya en el pasado el contorno de estos parajes y el perfil natural de sus tierras. Si te agrada substituir estos nombres primitivos por estos otros recientes (***) 227. |
- NOTAS A PIE DE PÁGINA -
1 Pariente y amigo de Avieno, probablemente Sexto Petronio Probo, cónsul en 371; o bien su hijo Anicio Petronio Probo, cónsul, también, en el 406, al que se referirá a lo largo de toda la obra (cf. Introducción). 2 El mar de Azov, también llamado Meótida Tetis, laguna Meótida o mar Escítico en la Descripción (31, 243 y 768), citado más adelante (vv. 32-33 y 69). 3 Es decir, los que vivían en los límites del Imperio, alejados del centro de la civilización por antonomasia de entonces, la grecorromana. 4 Como en la Descripción y los Fenómenos, Avieno inicia esta obra con una introducción o preámbulo personalizado, no propiamente ritual, que se extiende hasta el v. 79. 5 Referencia muy general a sus fuentes, especificadas luego (vv. 32ss). Este respeto a las "páginas antiguas", a pesar de ser un cliché literario en la literatura latina, es índice del talante tradicionalista de Avieno, que debió componer estas Costas marinas en edad ya avanzada.
6 Historiador romano (86-36/5
a. C.).
7 Autor de los ss. VI-V a. C., considerado como fundador y padre de la Geografía, perteneciente al círculo de la Jonia arcaica y discípulo de Anaximandro.
8 De fines del s.V a. C.,
originario de Mitilene y perteneciente al círculo cultural
jónico, escribió numerosas obras, de las que apenas quedan
fragmentos, sobre mitología e historia de ciudades y pueblos.
9 O Filesas, s. V a. C. Autor
poco conocido que escribió una Periegesis o Periplo, de la que
sólo se conservan fragmentos.
10 Autor importante, del siglo
VI a. C., que ofrece descripciones geográficas con cierta forma
ya literaria.
11 Geógrafo, probablemente del
VI a. C. de obra perdida.
12 Geógrafo contemporáneo de
Heródoto, s V a. C., que redactó entre otras obras, un Periplo
basado en Hecateo.
13 Como Pausímaco,
desconocido. Sólo aparece citado aquí.
14 Filósofo y científico
ateniense del s. V a. C., sobre el cual no quedan más que
noticias.
15 Sólo conocido de nombre. S.
V a. C. Uno de los pilares de la historiografía griega.
16 S. V a. C. Uno de los
pilares de la historiografía griega.
17 Historiador ateniense, ss.
V-VI a. C., que escribió sobre el hecho bélico más importante,
para él, de la historia griega: la guerra del Peloponeso.
18 El Océano, entendido según
el concepto geográfico primitivo-mitológico, es un río
gigantesco que rodea la Tierra.
19 Acorde con la tradición de
la poesía didáctica, Avieno intenta explicar, de forma
expresiva, la abertura de la cuenca mediterránea frente al
Atlántico como un "bostezo". Se trata de las Columnas
de Hércules o estrecho de Gibraltar también conocido como
"Estrecho Tartesio".
20 El Mediterráneo, llamado
así después del hundimiento del Imperio, con el sentido de "mar
rodeado de tierras". En época romana era conocido como "Mar
Interno", "Mar Interior" o "Mar Nuestro".
Tuvo también nombres parciales.
21 En sentido estricto es el
mar de Azov, el antiguo mar o llano marino Meótico.
22 Sobre éste, el Ponto Euxino
o mar Negro.
23 La Descripción del Orbe
Terrestre, traducción y comentario que Avieno hizo sobre la
Periegesis o Descripción de la Tierra de Dionisio de
Alejandría.
24 Empieza por describir
brevemente la costa atlántica desde las Columnas de Hércules
hasta Estrimnis, en dirección al norte.
25 Referencia a la primitiva
concepción geográfica de la Tierra, por la que empieza la
Descripción.
26 Vendría a corresponder al
golfo de Cádiz, entendiendo golfo como equivalente a mar.
27 Confusión, o
simplificación, entre Gadir (Gades) y Tarteso, que se repite más
adelante. Esta inexactitud ya se cometió en la Descripción.
28 Según el mito fueron
emplazadas por este héroe en memoria de su décimo trabajo, el de
los "Bueyes de Gerión", en el estrecho de Gibraltar.
29 Esto es, el litoral oceánico
o atlántico.
30 Localizable en el extremo
oeste de la Bretaña francesa, departamento de Finisterre, podría
tratarse de la isla de Ouessant, antiguamente un cabo.
31 Podría identificarse con la
bahía de Douarnenez o la rada de Brest, pero hay que darle un
sentido más amplio: abarcaría desde la Punta de Penmarch y el
grupo de islas de Glénan hasta las costas inglesas de Cornualles
e islas Scilly, incluida la bocana del Canal de la Mancha.
32 De ubicación dudosa,
debieron de ser unas islas base, de fácil acceso para la
navegación antigua, en las que se concentraba el comercio, más
que la producción, de estaño, plomo y otros minerales. Fueron
conocidas como Casitérides(="Islas del Estaño").
Habría que identificarlas con el grupo de islas Scilly, en la
costa sudoeste de la Gran Bretaña, antes que con la isla de
Oussant, en la costa francesa.
33 La navegación antigua por
el litoral atlántico, siguiendo derrotas o carreras comerciales y
de exploración, fue en principio preferentemente de cabotaje,
dada la dificultad del océano Atlántico.
34 Embarcaciones primitivas que
debieron de ser muy versátiles, las utilizaron también muchos
otros pueblos. César las empleó en el 55 a. C. al invadir la
Gran Bretaña.
35 Irlanda, llamada Hibernia o
Hierne, y habitada por los hiernos, Avieno la llama Sagrada para
recoger el significado de la denominación griega Hierá o
Hiérnê.
36 Los albiones, nombre quizá
preindoeuropeo, son los habitantes de Albión, la Gran Bretaña.
Sobre los tartesios véanse los vv. 265 ss.
37 Según Plinio fue un
explorador que realizó un viaje por las costas atlánticas de
Europa, en la época de máximo poder de Cartago (s. V a. C.).
38 Relación de las
dificultades para la navegación primitiva por el litoral
atlántico. Estos peligros, reales y no inventados, que
utilizaron, según se ha visto, los cartagineses como propaganda
disuasoria frente a otros pueblos, se repetirán más adelante.
39 El Norte, simbolizado por la
constelación de la Osa Mayor, Calisto, hija de Licaón. No se
refiere al Mare Germanicum (Gran Bretaña-Jutlandia), sino a las
costas de Escandinavia.
40 Se trata de las costas del
mar del Norte e incluso Frisia (norte de Alemania), de donde
fueron expulsados por los celtas hacia el s.VII a. C., para
desplazarse hacia los Alpes Marítimos y el Apenino ligur; esta
migración es la que recoge Avieno.
41 Se refiere a la Isla Sagrada
y a la de los albiones. Ahora el poeta cambia de dirección,
porque empieza a describir las costas de Norte a Sur.
42 Esta gran ensenada podría
ser el golfo de Vizcaya. Ofiusa era un antiguo nombre griego para
referirse a la Península Ibérica; se decía que significaba
"tierra de serpientes", por su relación con óphis,
"serpiente" en griego.
43 El Mediterráneo tuvo en
principio nombres locales, como aquí, donde se llama Sardo al mar
entre Cerdeña y España.
44 Versos 82-84.
45 Por la ruta terrestre que
enlazaba el núcleo comercial más importante del litoral del
golfo de Vizcaya, Burdeos (Burdigala), con Narbona, ya en la costa
mediterránea, a través del curso del Garona, de Tolulouse y
Carcasona.
46 Avieno se refiere a la
península del Peloponeso.
47 Según esto, el nombre más
remoto de la Península Ibérica habría sido Estrimnis, que
también se aplicaba a la Gran Bretaña, algo explicable quizá
por las relaciones comerciales entre ambas y el mar del Norte. La
"plaga de serpientes" que expulsó a los estrímnicos
podría implicar a su vez una referencia a los celtas, llamados
"sefes" nombre procedente del griego sepe =
"serpiente".
48 Tanto el cabo de Venus como
las islas son de identificación difícil porque este Periplo no
ofrece más datos de la costa norte de la Península Ibérica.
49 El Ario es probablemente el
cabo Silleiro, próximo al puerto de Bayona.
50 Una de las islas Berlengas
(la mayor), mejor que las Estelas o los Farilhôes (Farallones),
frente al cabo Carvoeiro.
51 Este promontorio es el cabo
Roca. Entre él y el cabo Ario (Silleiro) hay unos 375 Km., a
razón de unos 187,5 por día.
52 El abra y la ría de Lisboa,
formada por la desembocadura del Tajo. Para penetrar en este
estuario los barcos necesitaban viento del Oeste para desplazarse
al Este, y luego del Sur para, cambiando de rumbo, subir hacia el
Norte.
53 La ruta terrestre actual
desde el estuario de Lisboa hasta la costa de los tartesios, es
decir, la desembocadura del Guadiana (Ayamonte), comprende unos
325 Km (bajando por Setíbal-Marateca-Beja-Ayamonte); distancia
que en cuatro días da unos 81,5 Km. por día: era, por tanto
excesiva para la Antigüedad.
54 El cabo Espichel.
55 La península de Troya, que
pudo ser una antigua isla y que separa el estuario del río Sado y
el puerto de Setúbal del mar.
56 Descripción de la laguna
del puerto de Setúbal, formada por la desembocadura del río
Sado, anegada de arena y fango en su parte central todavía hoy.
57 Los cempsos, ubicados
vagamente entre los tartesios y los Pirineos y situados también
en la isla de Cartare; y los sefes (ya mencionados en el v. 156),
pueblos ambos indoeuropeos, celtas, que ocuparon las riberas del
Duero, Tajo y Guadiana. Los lucios, o lusos, corresponderían,
tras la romanización a los lusitanos.
58 Mejor que la isla
Perceveira, junto a Sines, el bajo de arena, en la barra del Tajo,
llamado Cachopo d Sul o Alpeidâo, que recoge el topónimo de
Petanio; isla que pertenecía a los sefes.
59 Es, otra vez, el puerto de
Setúbal, en el estuario del Sado; no puede tratarse del de Sines,
porque, al ser de pescadores, resulta en exceso pequeño.
60 O cinetas, pueblo que
ocupaba el extremo sudoeste de Iberia. De origen y filiación
desconocidos, ocupaban el estuario del Sado, el valle del Guadiana
y el cabo San Vicente.
61 El cabo San Vicente, un
macizo escarpado, de 53,8 m. de altura, que para los mapas
antiguos (Eratóstenes, Estrabón) era el punto más occidental de
Europa, lo que no coincidía con la realidad. Por lo general
nebuloso, resultaba un peligro doblarlo en la Antigüedad.
62 Sobre Europa, cf. Des.
18ss.
63 Acaba aquí la descripción
de parte de las circunscripciones romanas de la Tarraconense y la
Lusitania.
64 Llamado por los árabes
Guadiana (wad-, "río"), sirve hoy de frontera entre
España y Portugal; es navegable hasta Mértola.
65 El golfo de Huelva, que
abarca 70 millas en arco, desde el cabo de Santa María hasta la
punta de Chipiona.
66 Islas que habría que buscar
en la desembocadura del Guadiana.
67 Después de reseñar el cabo
Cinético, la descripción de este otro promontorio como escarpado
y de costa rocosa sólo cuadra con la punta de Sagres, que además
recoge el topónimo latino de Sagrado o Consagrado. Se abre luego
al sudeste la ensenada de Sagres, en parte también rocosa.
Saturno recibe aquí nuevamente culto marino.
68 Avieno cita aquí de memoria
el verso de Virgilio (Geórgicas III 313) que dice: "...para
uso de los campamentos y vestido de los pobres marinos". La
región descrita es el Algarve.
69 Avieno cita aquí de memoria
el verso de Virgilio (Geórgicas III 313) que dice: "...para
uso de los campamentos y vestido de los pobres marinos". La
región descrita es el Algarve.
70 El Guadalquivir, descrito
más adelante.
71 El Céfiro, o Zéfiro,
divinización del viento del Oeste, beneficioso para la
navegación, recibió culto (habitual entre los griegos; cf.
Dionisio, Per. 364) con la dedicatoria de este cabo y esta costa,
enclaves de referencia marina recordados luego.
72 Esta comarca -descrita aquí
en sentido muy amplio- abarca todo el arco del golfo de Cádiz,
desde Faro y la sierra del monte Figo (San Miguel) hasta Sancti
Petri.
73 Nombre latino del viento del
Oeste, que corresponde al griego céfiro. Viento tibio, que
soplaba en primavera, favorable para la navegación.
74 Proserpina, diosa de los
Infiernos, asimiliada a la griega Perséfone. Raptada por Plutón
(Hades) vivía con él unos meses en el mundo subterráneo
-durante la estación de la siembra, en invierno-. El promontorio
y el santuario son difíciles de identificar.
75 Imposible de identificar,
pues son numerosas las lagunas y marismas en torno al Guadiana.
76 Ciudad desaparecida ya en
época de Avieno.
77 El Tinto-Odiel. La homonimia
con el Ebro en sí, con los iberos e Iberia, es una confusión,
producida por etimología popular, a partir de la relación Érebo-
(H)ibero (Río del Erebo), y por acumulación de datos
sintetizados en estos pocos versos.
78 El auténtico Ebro, que nace
en Fontibre (Reinosa, Cantabria).
79 Acerca de los tartesios cf.
vv. 269ss., para los cilbicenios, v 303.
80 Isla que puede ubicarse en
la desembocadura de los ríos Odiel-Tinto: la actual isla de
Saltés (Huelva), de 8 millas de perímetro, cubierta de bosque,
cultivada en parte y regada por numerosos esteros; el topónimo
podría haberse desplazado a Carteya, en la desembocadura del río
Piedras.
81 Puede referirse al litoral
formado por la cadena de mogotes "Arenas Gordas" ya
citada por Plinio (Hist. Nat. III 3: Hareni montes); de apariencia
rojiza y parcialmente escarpada a pico sobre el mar, se extiende
entre la Torre del Loro (playa de Mazagón) hasta Torre
Carbonero.
82 El nombre de Gerión, o
Geronte, no se refiere a un rey real, que hubiera existido alguna
vez como tal, sino mítico, de tipo histórico-cultural. El
promontorio de este templo, dedicado quizá a Saturno/Crono (según
Estrabón,II 5,3).
83 "Amplias" porque
no sólo abarca la desembocadura del Guadalquivir y el arco
formado por Sanlúcar de Barrameda y Chipiona, sino también la
bahía de Cádiz, a la que se refiere más adelante desde Rota a
Sancti Petri.
84 La singladura entre la
desembocadura del Guadiana y Cádiz era perfectamente factible.
85 La fundación, extensión y
poderío del imperio talasocrático de la ciudad, habitantes y río
de Tarteso, todavía hoy es una cuestión sin resolver -empezando
por el nombre, que lo designaba todo-. Para la localización de la
ciudad habría que pensar en Sevilla o en su zona, que heredó la
importancia comercial del Guadalquivir, antes que situarla en
Jeréz de la Frontera o Cádiz.
86 La relevancia y atractivo de
Tarteso/Gades bastaban para explicar la visita personal de Avieno
a estos lugares, al margen de que pudo haber sido procónsul de la
Bética o del norte de África, y haber conocido en consecuencia
estos parajes.
87 Juba II (50 a. C.- 23 d.
C.), rey por concesión de Augusto (en el 25 a. C.) de Numidia
-los maurusios o mauritanos-, reino situado en la provincia romana
de Mauritania, África noroccidental.
88 El Guadalquivir, que, con el
concurso de otros ríos menores, arroyos y caños, va formando
innumerables marismas y lagunas, en las que hay algunas salinas y
arrozales.
89 Las marismas del
Guadalquivir, ya desde Coria del Río.
90 La actual Isla Mayor, hacia
la desembocadura del Guadalquivir (de 20 millas de longitud por 2
a 6 de anchura). No se refiere aquí a la isla de los cempsos,
Cartare, que citó antes.
91 Tarteso.
92 En línea costera, hacia la
desembocadura del Guadalquivir/Tarteso, no se divisa con tiempo
despejado ningún monte; es de orillas planas que forman
horizonte. Tan sólo bajando hacia Cádiz se aprecian alturas
(Sierra de Ronda, etc.); tampoco este río arrastra estaño.
93 Los etmaneos ocuparon la
llanura situada a la izquierda del río Tarteso/Betis, entre su
desembocadura y Sevilla. Los ileates hacia el noroeste, a la
orilla derecha del mismo río, entre los cempsos (que se hallaban
a su vez hacia el Ana, cf. vv. 195 y 255) y los cinetes (cf. v.
201), llegando hasta Córdoba. Los cilbicenos o selbisenos (cf. v.
422), relacionados con el río Cilbo (cf. v. 320), en la zona
costera al sur de los tartesios, aproximadamente en la actual
provincia de Cádiz.
94 Nueva descripción de Cádiz,
más pormenorizada. Una amplia bahía, que formaba parte del golfo
tartésico, separaba la ciudadela o fortaleza de Geronte (Castillo
de Sta. Catalina, junto a la que desemboca un río "caudaloso",
el Guadalete) del cabo del templo (Cádiz mismo).
95 La isla de León o Gaditana,
de 10 millas de longitud por 4,4 de anchura máxima; en su zona
meridional se halla la ciudad de San Fernando.
96 La islita de San Sebastián,
antes separada y hoy unida a Cádiz.
97 El Besilo es el Barbate, que
desemboca en la ensenada de igual nombre. El Cilbo sería el
Salado, que desemboca por Conil de la Frontera; en sus orillas se
hallaban los cilbicenos. El orden de enumeración está
invertido.
98 Mejor que el cabo de
Trafalgar, que es bajo, correspondería a los Altos de Meca, una
sierra de 170m., al noroeste del cabo.
99 La línea costera desde el
cabo Trafalgar y Altos de Meca hasta Tarifa es de orillas bajas,
llenas de bancos submarinos y arrecifes, que alternan con alguna
cala y ensenada; en un segundo plano aparecen alturas
considerables. Igualmente, la costa africana, hacia el cabo
Espartel.
100 La geografía primitiva, de
época mítica, guardaba recuerdo de un estadio geológico en que
Europa y Asia-África habían estado unidas y sólo un gran lago
central las delimitaba: el mar Interno o Interior (cf. mapa de
Hecateo).
101 Dionisio (Des. vv 10 y
176ss) y Avieno en su traducción funden Tarteso y Gades/Gadir en
una sola ciudad, como ya se ha visto, y la citan como referencia
más lejana hacia el Oeste, la zona del céfiro, enclavada en
medio de las Columnas que por Occidente delimitaban Europa y
África (cf. Des. 22, 100, 265).
102 Los Altos de Meca/cabo de
Trafalgar, que acaba de citar.
103 Este autor trabajó sobre
mediciones, pero las distancias que ofrece aquí no son exactas:
108 millas (= 159 Km.) para la longitud del Estrecho; 3 millas (=
4,5 Km.) para la anchura. La distancia real entre el cabo de
Trafalgar y Gibraltar es de unos 75 Km. ; entre el cabo Espartel y
Ceuta, algo más de 60 Km.; de anchura, entre Gibraltar y Ceuta,
hay unos 25 Km.; entre el cabo de Trafalgar y el cabo Espartel, 45
Km.
104 Referencia geográfica muy
utilizada en la Antigüedad, para significar el occidente más
remoto con respecto a Europa y África, cuyas fronteras a veces se
confundían o fusionaban en un solo continente.
105 Los datos que aporta aquí
Euctemón son inexactos. El peñón de Gibraltar pudo considerarse
isla porque su istmo, apenas visible en parte con la pleamar, lo
une al continente; la ensenada de Getares y la bahía de Algeciras
habrían servido de puertos.
106 La anchura del Estrecho en
su embocadura oriental, entre Punta Europa (Gibraltar) y Punta
Sta. Catalina (Ceuta), es de 23,5 Km., por lo que no es correcta
la estimación de Damasto (7 estadios; cf. v. 46).
107 Los fenicios, o
cartagineses, habían fundado a lo largo de la costa sudoeste de
la Península numerosas ciudades, factorías y emplazamientos:
Gades, Malaca/Menace y Cartagena fueron quizá las más
conocidas.
108 Dificultades tomadas otra
vez de Himilcón, que entorpecían y desaconsejaban la navegación
de altura, a mar abierta, y la de cabotaje, ya consignadas antes:
encalmadas, bajíos, vegetación marina, cetáceos, brumas y
nublados; descripción que completa a continuación.
109 Amplificación sobre el
Océano y sus golfos o mares mayores, traducida de Dionisio (cf.
Per. 41-55) y que Avieno ya había vertido al latín en su
Descripción (73-92).
110 El mar Hesperio era el mar
de occidente o poniente, el mar que quedaba navegando hacia el
oeste, desde Grecia (cf. Des. 739, y Fen. 180). El Atlántico era
el que bañaba, en sentido extenso, la zona de la cadena montañosa
Atlas, también situada al oeste del mundo conocido.
111 El mar Caspio se llamaba
asimismo Hircano, por uno de sus pueblos ribereños: los hircanos
(cf. Des. 83-86).
112 El actual golfo Pérsico
(cf. Des. 89-90).
113 Hoy el mar Rojo (cf. Des.
89-90).
114 Este océano o mar era el
que, en principio, bañaba las costas de occidente, colindantes
con la cordillera del Atlas. Ambos recibieron nombre de Atlas (cf.
Des. 20-21 y 395), el hijo de Jápeto - o Urano-, y Asia.
115 De nuevo los problemas por
las aguas del Atlántico, ya apuntados (vv. 117-129 y 380ss.).
116 La Columna Libístide es
Ábila y su correspondiente en Europa es Calpe (cf. vv. 87,
344-345).
117 que en griego significaba
"Áureo", o bien arrastraba oro o canalizaba su
comercio; se llamaba también Barbésula. Es el actual Gudiaro, el
único río importante que desemboca entre la Línea y Estepona.
118 Los libifenicios habrían
sido colonos fenicios procedentes del norte de África; los
masienos se habrían extendido desde el río Criso hasta
Cartagena; los selbisenos son los cilbicenos, ya citados;
asimismo, los tartesios. El golfo Caláctico es el golfo de
Huelva.
119 La Punta de Calaburras,
cerca de Fuengirola, laque más se destaca desde punta Europa
(Gibraltar).
120 La ciudad de Malaca
corresponde a la actual Málaga, por topónimo y emplazamiento.
Menace es otra ciudad distinta, que debió hallarse en
Vélez-Málaga.
121 Noctíluca, que significa
"la que brilla por la noche", es la luna. La isla, a
ella consagrada, se hallaba frente a la ciudad de Málaga y quizá
está hoy fundida con ella; o bien se trata de los islotes
situados frente a la punta de San Cristóbal en Almuñécar.
122 Sierra Nevada, que destaca
sobre todas las numerosas sierras que se levantan en el interior,
a más de 15 Km. de la costa, a partir de Málaga.
123 La Punta del Sabinal, donde
comienza el golfo de Almería; cubierta de sabinos, cuadra con la
descripción helenizada de la pineda.
124 El Cabo de Gata, donde
acaba el golfo de Almería, que en general es de costa rasa y
llana.
125 Avieno imprime cierto aire
melancólico a estas descripciones, que no son sólo retóricas.
126 La isla de Alborán, de
unos 20 m. de elevación y forma triangular; visible con tiempo
claro, está situada a 40,5 Km. del Castillo de Guardias Viejas y
a 43,5 Km. del cabo Tres Forcas (Ras Tetla Madari, en
Marruecos).
127 El tramo de costa entre
cabo de Gata y cabo Tiñoso no ofrecía ninguna referencia notable
a la navegación antigua. El puerto Namnacio, nombre de tradición
manuscrita dudoso, es Cartagena.
128 El cabo de Palos.
129 O bien La Hormiga, un
islote de 13 m. de elevación, a dos millas del cabo de Palos, o,
mejor, la isla Grosa.
130 El Mar Menor, de unos 150
Kms. cuadrados, orillado de arena casi totalmente.
131 El Segura, que desemboca
cerca de Guardamar, forma una barra que ofrece refugio fácil a
las embarcaciones. Llamado en ibérico Tader o Taber, fue
helenizado en Theódôros: "Don del Dios", quizá con
relación al oro.
132 Se trata del tramo costero entre el cabo de Palos y el cabo de la Nao, llamado hoy Costa Blanca, que se resume en "arenales" y tres islas: la de Tabarca (antes La Plana), el islote de Benidorm y el Peñón de Calpe (o monte Ifach).
133 La frontera de los
tartesios con los iberos debió de hallarse entre el río Segura y
el Júcar, una franja con centro marino en el cabo de la Nao,
ocupada por los gimnetes algún tiempo.
134 Ciudad sólo conocida por
su nombre, ubicable hacia la frontera entre tartesios e iberos.
135 Su nombre, del griego
gymnós: "desnudo", parece referirse al hecho de que
iban "armados a la ligera" - mejor que literalmente
"desnudos"-, porque eran famosos como honderos. Se los
sitúa entre la zona de Elche y el Vinalopó y la de Sueca y el
Júcar, en una época ya muy alejada de la de Avieno.
136 El Vinalopó, que pasa por
Elche, o el Aledo.
137 Ibiza, donde los fenicios
tuvieron una colonia, también llamada por los griegos Gimnesia,
"Desnuda", como sus habitantes, según se ha visto.
138 El Júcar, que desemboca
junto a Cullera. Sería el mismo río que pasaba cerca de la
ciudad de Sicana (cf. v. 480).
139 Pitiusas, "abundantes
en pinos", llamaban los griegos a las Baleares (nombre
fenicio), aparte de Gimnesias. Avieno recoge con claridad la
diferencia entre Pitiusas y Baleares.
140 Según estos datos, pueblo de procedencia desconocida, que ocupaba desde el río Segura hasta el Orano (cf. v. 533); de lengua y arqueología relativamente bien identificadas. 141 Se refiere más a los montes Pirineos en general (cf. v. 565, y Des. 421), que al cabo o promontorio de Pirena (cf. v. 533); hubo también una ciudad llamada Pirene (cf. v. 562). 142 Los vv. 472-475 dan una información muy general, como una cuña informativa, sobre los iberos: el territorio que ocupaban, desde las tierras frente a las Baleares hasta los Pirineos, con su capital Ilerda, la Lérida actual. Aunque se salte el orden lógico de exposición, es más complicado admitir que hubiera habido otra Ilerda hacia la zona de Jávea. 143 Ciudad que debió de hallarse en un alto, quizá en el monte Montgó (de 753m., visible a 75 Km. desde cualquier punto del horizonte), hacia Denia, en cuya cima todavía hoy un castillo es una marca clara desde el mar.
144 Podría ser Sueca, aunque
no hay base arqueológica.
145 El río Tirio es el Turia
(o Guadalaviar), y Tiris hay que relacionarlo con el topónimo de
la actual Turis, cerca de Valencia.
146 Pueblo primitivo, al
parecer celta, ganadero y montañés, que se mitificó con un
patriarca, Bébrix, rey de los bébrices o beribraces, y padre de
Pirene; ocupaba la zona de los Pirineos orientales.
147 Es el cerro de Sagunto o el
cabo de Oropesa (Murviedro), marca o referencia marina óptima
para hallar Valencia navegando desde el nordeste.
148 Peñíscola, de 64m. de
alto, que delimita dos ensenadas.
149 Podría tratarse de la
Albufera de Valencia, donde se halla la isla de El Palmar.
150 Ciudades o asentamientos,
de los que sólo se conserva el nombre, sin rastro arqueológico;
debieron de hallarse en la franja costera entre Sagunto y el Delta
del Ebro.
151 Tortosa, el centro
comercial más importante de la zona del delta del Ebro, navegable
río arriba.
152 Puede identificarse con la
sierra del Montsià, cuya falda oriental llega hasta el mar, entre
Les Cases dÁlcanar y Sant Carles de la Ràpita.
153 Por el nombre tendría que
haber sido un río relacionado con el transporte o comercio del
aceite. El topónimo parece conservarse en el riachuelo de
Llastre, que forma una punta al desembocar tal, que obliga a la
navegación a darle resguardo; además se halla la estación
itineraria de Oleastrum (Itinerario de Antonino 399, 2), situable
en L´Hospitalest de l´Infant. De no ser así habría que
identificar el río Óleo con el Ebro.
154 La sierra de Llavería, con
la cumbre de la Mola de Llavería, de 914 m.
155 Ciudad sin huella
arqueológica, situada cerca de la sierra de Llaveria, en la zona
acotada por L´Hospitalet, Mont-Roig del Camp, Montbrió del Camp,
Vinyols y Cambrils.
156 Los arenales son las playas
de Rifà y Cambrils; Salauris, la ciudad, puerto y cabo de
Salou.
157 Tal y como se describe,
amurallada y en torno a una bahía con el calificativo griego de
Kallípolis, "Ciudad Hermosa", sólo cuadra con
Tarragona (cf. infra).
158 Tarragona ofrecía a la
navegación una topografía y marca marina óptimas.
159 Descripción de Barcelona
que corresponde a la época de Avieno y no al s. VI a. C.: una
ciudad próspera, Barcino, situada en un llano enmarcado por dos
ríos, el Llobregat y el Besòs, con la sierra de Collserola
(Tibidabo) al fondo.
160 O indicetas: ocuparon más
o menos la actual provincia de Gerona. Su capital Indiké y
Indica, debió de hallarse en Empúries o alrededores.
161 En el tramo costero entre
Barcelona y el golfo de Roses se destacan desde el mar varias
marcas: la montaña del Montseny (referencia para enfilar
Barcelona viniendo del este); el cabo de Tossa de Mar y su
ensenada; el promontorio rojizo del cabo de Sant Sebastià (marina
de Palafrugell), y el cabo de Begur o cabo Celebándico, el punto
más oriental de este tramo costero.
162 Ciudad y puerto de los
indigetes. Su ubicación probable no sería en Sant Feliu de
Guíxols, sino en el arco de la costa entre el cabo de Begur y la
Punta Salinas, tierra adentro.
163 Este golfo inmenso es el de
Roses, de 18 Km. de abra, que ofrece buen abrigo, en general, a la
navegación.
164 La costa indicética, o de
los indigetes, se habría extendido, según esto, a partir del
cabo Norfeo hacia el norte, hacia la punta Falcó. El cabo o
promontorio de Pirena es de identificación difícil: lo más
probable es que se trate del cabo de Creus, con preferencia ante
el cabo de Bèar, al lado de Port-Vendres.
165 El macizo de Montgrí, a
unas 3 millas de la costa y el cerro de la torre Montgó.
166 Las islas Medas, conjunto
de islotes, arrecifes y dos islas principales: la Meda Grande, de
76 m. de altura, y la Meda Chica.
167 La costa, baja y
aplacerada, y tierra adentro del golfo de Roses, que en época
prehistórica fue zona marismeña, de la que emergían colinas y
tómbolos, como Castelló dÉmpúries (a 69 m. de altura), bien
divisable desde el mar.
168 El peñón o macizo
Tononita es la Sierra de Roses, estribo último de los Pirineos
que se hunde en el mar, formando un gran promontorio que abarca
desde Roses a El Port de la Selva.
169 El Muga, que desemboca a
4,5 Km. al sur de Roses.
170 Los ceretes, ceretanos, o
cerretanos era un pueblo ibérico que ocupó parte de los Pirineos
meridionales, correspondiente hoy a la Cerdanya, donde la
toponimia conserva su presencia (Puigcerdà, Ceret, etc.), y la
Garrotxa (Besalú-Olot). Los ausoceretes fueron la fusión de los
ceretes con los ausetanos, cuya capital fue Ausa (Vic).
171 O sordiceno: pueblo
ibérico, vecino de los ceretes, que ocupó las laderas
septentrionales de los Pirineos y el Rosellón (riberas de los
ríos Tet y Agly), hasta la costa. 172 Una parte se estableció,
después en Lérida: Los surdaones o sordones. El nombre se
mantiene en Sorède, ciudad del interior, próxima a Cotlliure y
Port-Vendres.
173 Ciudad de tipo fronterizo;
habría que situarla en Roses o sus alrededores, mejor que en Port
Vendres.
Marsella.
174 Entre la desembocadura del
Guadalquivir (Tarteso- costa del Céfiro) y Roses / cabo de Creus
(Pirene) hay unos 1.300 Km., equivalentes a 7.000 estadios; en
siete días da unos 186 Km. por día.
175 La franja costera llena de
marismas, lagunas y estanques, que se extiende desde Cotlliure
hasta el golfo de Fos, muy cerca ya de Marsella.
176 El Tèt, conocido en la
Antigüedad como Tetis y Roscino, que desemboca a la altura de
Canet-en-Roussillon.
177 La marisma o estanque de
Leucate, llamada también Salses.
178 Actual Agly, que desemboca
al sur de la laguna o marisma de Leucate o Salses.
179 En este verso y medio,
perdidos en la transmisión manuscrita, se citaba probablemente el
cabo o promontorio de Leucate, del griego Leuè akté,
"Promontorio Blanco", equivalente al latín Candidum.
180 Posiblemente la marisma de
Lapalme. Las tres islas no son hoy identificables.
181 El conjunto de marismas,
dominadas por Narbona, de Bages y Sigean, de Ayrolle, Gruissan,
etc., que aún contienen numerosas islas: Ste. Lucie, Aute,
Planasse, St. Martín, Etc.; éstas debieron ser las llamadas
Piplas.
182 Pueblo con capital en
Narbona; fueron ligures que colaboraron como mercenarios con los
cartagineses.
183 Nombre que, latinizado en
Narbo, pasará a transformarse en Narbona; una de las principales
ciudades romanas de esta zona.
184 El Aude, que desemboca por
el grau de Vendres.
185 El étang de Vendres. El
nombre de Hélice está relacionado con el pueblo de los
elesices.
186 La ciudad de Béziers.
187 Río de difícil
identificación, quizá el Lirou, afluente del Orb por Béziers.
188 El Orb, que pasa junto a
Béziers.
189 El Hérault, el río más
importante de esta comarca, desemboca por Agde.
190 Estos dos versos y medio se
han perdido en la transmisión manuscrita. La editio princeps
escribe Cinorus, que podría interpretarse como un hidrónimo;
seguimos sin embargo la lección de Holder: "sonoro,
rumoroso".
191 O Alcíone: personaje
mitológico, hija de Eolo, rey de los vientos, y casado con Ceis
(Apolodoro, Biblioteca y 7,4).
192 El promontorio o cabo de
Agde, emplazado frente por frente del cabo Blanco o Cándido
(Leucate).La isla de Brescou, junto a Agde.
193 La isla de Brescou, junto a
Agde.
194 El montículo en que se
asienta la ciudad actual de Sète, que mantiene el nombre.
195 La marisma de Thau.
196 Río fronterizo entre
iberos y ligies/ligures, difícil de localizar; pudo haber sido el
actual Lez (el romano Ledo), que pasa por el centro de
Montpellier.
197 O ligures, pueblo primitivo
de ubicación y extensión territorial imprecisas (sobre el mar
Ligur, cf Des. 113).
198 Ciudad imposible de
identificar con exactitud, quizá Bouzigues, a orillas de la
marisma de Thau y junto a Sète.
199 Quizá Mèze, a orillas
también de Thau, aunque situada antes que Poligio/Bouzigues.
200 Asimismo, imposible de
localizar; se ha asociado a Miguelonne, cerca de
Palavas-les-Flots.
201 Se han perdido los vv.
617-620, en los que se debía describir el estanque de Mauguio. El
río Clasio es, quizá, el actual Vidourle o el Colazon.
202 La cordillera de Cévennes,
al noroeste de Alés, balizando la parte occidental del valle del
Ródano.
203 El río más importante en
esta zona y, junto con el Tarteso, de las Costas, por lo que se le
dedica una descripción muy amplia.
204 Llamados antes ligies.
205 Excursus afectuoso dirigido
a Probo (como ya hizo al comienzo de la obra, cf. vv. 1, 24 y 51),
antes de comenzar con la descripción del Ródano.
206 Cadena montañosa que
limita por el este el valle del Ródano (cf. Des. 428).
207 El Ródano, el río más
caudaloso de Francia.
208 Se llamaban así las cimas
más altas de un macizo; aquí se refiere al pico del Glacier du
Rhône (cf. supra), aunque no sea el más alto.
209 Noción cosmológica
primitiva, no científica, según la cual la tierra es el centro
del universo y el sol gira a su alrededor.
210 Nueva pérdida de texto
original, que incluye los vv. 658-661; por ello Resi carece de
sentido.
211 Pueblo fabuloso que en
griego significa "los que están más allá del Bóreas"
esto es, situado en el Norte más lejano, en pleno Polo Norte, en
un país utópico (cf. los montes Rifeos, Des. 451), de clima
paradójicamente ideal, de tierra fértil, productora de dos
cosechas anuales, etc.
212 Es decir, al Este,
simbolizado por Aquémenes, el rey persa (cf. la "luz
aquemenia", Des. 474).
213 Pueblos sólo conocidos por
estos nombres; pertenecen a un estadio anterior a la campaña de
Aníbal (Segunda Guerra Púnica, 218-201 a. C.), probablemente
precelta.
214 O teménica: la campiña
que rodea el lago Léman.
215 La zona pantanosa, hoy
desecada, que se extiende ente Tarascón, Bellegarde y Arlés.
216 El Ródano desemboca por
varias bocas, aunque sólo tres eran las principales, y formaban
un gran delta pantanoso, lleno de marismas.
217 La ciudad de Arlés,
posible nombre celta; Teline sería precelta, de substrato
ligur.
218 Avieno parece no haber
entendido bien la información de Fileo (al que ya citó al
principio de esta obra): no se trata de que el Ródano separe
Europa de Libia (=África), sino que Fileo se refería a la
población libia, de la tribu ligur de los líbicos (con capital
en la antigua Iulia Libyca, hoy Llívia, que conserva el nombre),
pueblo que ocupó el territorio entre el Pirineo y el Ródano.
219 Es decir, entre Pirene
(=Port Vendres) y Ródano-Marsella hay unos 240 Km., que dan una
media de 72,5 Km por jornada.
220 Pueblo conocido sólo de
nombre; quizá fueron también ligures.
221 Ciudad que podría
identificarse con la actual Berre, en el Étang de Berre.
222 Pueblo pre celta, de
substrato ligur.
223 Ciudad de la marisma de
Berre, quizá Malestrou.
224 El cabo Couronne o la
Chaîne d´Estanque.
225 Colonia fundada por los
griegos focenses antes del s. VI a. C., la más importante de toda
la costa francesa: sirvió de base para la fundación de otras
(cf. Des. 113).
226 Podría tratarse del istmo
que se extiende entre el puerto llamado La Joliette -por el norte-
y el Puerto Viejo -por el sur-.
227 Terminan así las Costas
marinas, sin que se sepa cuántos versos se han perdido.
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