22 DE
SEPTIEMBRE DE 1609. EN VALENCIA, ESPAÑA.
SE PUBLICA
UN EDICTO POR EL CUAL LOS MORISCOS SON EXPULSADOS CON LO PUESTO, LO
QUE SIGNIFICARÁ OTRA DEBACLE PARA LA TAMBALEANTE MONARQUÍA
ESPAÑOLA.
El
fanatismo intolerante del Duque de Lerma y la abulia de Felipe III se
combinan para una medida única por su dramatismo: la expulsión de
los moriscos desde el territorio español. Los moriscos son fósiles
sociales que han ido quedando desde los tiempos de la Hispania
musulmana, musulmanes que después de las expulsiones de 1492 se han
convertido al Catolicismo, pero han seguido siendo odiados y
despreciados por los católicos viejos, con la estupidez irracional
propia de todos los fanáticos religiosos que se sienten alguien
porque pretenden que su beatería es mejor que la de su vecino. Nada
de raro que los moriscos, al probárseles que la asimilación les
está prohibida, opten por una actitud de sordina en contra de
España, y amenacen constantemente con la rebelión, como lo han
probado con las rebeliones emprendidas contra Felipe II.
La
expulsión misma será todo un acto de crueldad. Los moriscos mismos,
aunque católicos, serán expulsados al norte de Africa porque allá
hay musulmanes, lo que quizás no haya sido tan malo habida cuenta de
que la sociedad musulmana tiende a ser más integradora con los
extraños que las católicas... pero sus hijos, para no ser enviados
a naciones islámicas, son separados de sus padres y remitidos a
Marsella en Francia, porque es más caritativo mantenerlos cristianos
sin su familia, que conservarla a ésta y arrojarlos en brazos de
moros. Se les concede tres días para abandonar la península,
cargando apenas lo que puedan llevar encima, y no tienen derecho ni a
juicio ni a sentencia. Tampoco se les protege de las iras del
populacho, por más que el decreto en tabla dice que no les debe
tocar ni con el pétalo de una rosa, etcétera.
A la larga,
la expulsión resultará una estupidez: se ha temido que los moriscos
representen una cabeza de playa del Imperio Otomano o de los señores
de la guerra musulmanes en el norte de África en contra de España,
pero España nada ha hecho para integrarlos y disminuir ese riesgo.
Además su cultura del trabajo y la laboriosidad hacen visible
contraste con el demasiado bien implantado aprecio por la apariencia,
el lujo y la holganza sin dar palo al agua que poseen los españoles,
y que los hacen detestar el trabajo de cualquier naturaleza por
considerarlo indigno. El resultado de la expulsión de los moriscos,
por tanto, será acentuar la parálisis económica que vive España,
sustrayéndole fuerzas vivas a su mercado laboral y acentuando el
predominio de los señoritos y caballeros que sólo despilfarran
dinero y no hacen ninguna actividad productiva. Al día siguiente de
la expulsión de los moriscos, el Imperio Español que es hegemónico
en dos continentes, ha dado un paso más en su imparable declive
hacia el Tercer Mundo.
"Moriscos en Granada", grabado de Joris Hoefnagel, 1564
El 9 de
abril de 1609 se tomó la decisión de expulsar a los moriscos. Pero
el proceso podía suponer problemas debido a la importancia en
factores de población de dichos habitantes. Se decidió empezar por
Valencia, donde la población morisca era mayor y los preparativos
fueron llevados en el más estricto secreto. Desde comienzos de
septiembre, tercios llegados de Italia tomaron
posiciones en el norte y sur del reino de Valencia y el 22 de ese mes
el virrey ordenó la publicación del decreto. La aristocracia
valenciana se reunió con representantes del gobierno para protestar
por la expulsión, pues ésta supondría una disminución de sus
ingresos, pero la oposición al decreto fue disminuida ante la oferta
de quedarse con parte de la propiedad territorial de los moriscos. A
la población morisca se le permitió llevarse todo aquello que
pudiesen, pero sus casas y terrenos pasarían a manos de sus señores,
con pena de muerte en caso de quema o destrucción antes de la
transferencia.
A partir
del 30 de septiembre fueron llevados a los puertos, donde como ofensa
última fueron obligados a pagar el pasaje. Los primeros moriscos
fueron transportados al norte de África, donde en ocasiones
fueron atacados por la población de los países receptores. Esto
causó temores en la población morisca restante en Valencia, y el 20
de octubre se produjo una rebelión morisca contra la expulsión. Los
rebeldes fueron reducidos en noviembre y se terminó con la expulsión
de los últimos moriscos valencianos. A principios de 1610 se
realizó la expulsión de los moriscos aragoneses y en septiembre la
de los moriscos catalanes.
La
expulsión de los moriscos de Castilla era una tarea más ardua,
puesto que estaban mucho más dispersos tras haber sido repartidos en
1571 por el reino después de la rebelión de las Alpujarras.
Debido a esto, a la población morisca se le dio una primera opción
de salida voluntaria del país, donde podían llevarse sus posesiones
más valiosas y todo aquello que pudieran vender. Así, en Castilla
la expulsión duró tres años (de 1611 a 1614) e incluso algunos
consiguieron evadir la expulsión y permanecieron en España.
La
deportación de los moriscos granadinos se realizó en columnas de
1.500 a 2.000 personas, escindidas en escuadras de 500 individuos.
Cada columna seguía un itinerario particular con el fin de asegurar
un mejor avituallamiento. Como media, la expedición recorría un
poco más de 4 leguas al día, y para evitar que los más fuertes
escapasen, se les ataba con esposas.
La opinión
pública acerca de los moriscos se encontraba muy dividida entre los
que consideraban que se debía dar tiempo a su cristianización, los
que consideraban que se debía seguir tolerando y los que proponían
expulsarlos.
La
población morisca consistía en unas 325.000 personas en un país de
unos 8,5 millones de habitantes. Estaban concentrados en los reinos
de Aragón, en el que constituían un 20% de la población, y
de Valencia, donde representaban un 33% del total de habitantes.
A esto hay que añadir que el crecimiento de la población morisca
era bastante superior al de la cristiana. Las tierras ricas y los
centros urbanos de esos reinos eran mayormente cristianos, mientras
que los moriscos ocupaban la mayor parte de las tierras pobres y se
concentraban en los suburbios de las ciudades.
En Castilla la
situación era muy distinta: de una población de 6 millones de
personas, entre moriscos y mudéjares sólo juntaban unos 100.000
habitantes. Debido a este mucho menor porcentaje de población y a la
positiva experiencia con los antiguos mudéjares, los cuales llevaban
siglos conviviendo con la población cristiana, el resentimiento
hacia los moriscos en la corona de Castilla era menor al de la
población cristiana de la corona de Aragón.
Un gran
número de eclesiásticos apoyaban la opción de dar tiempo, una
opción en parte apoyada por Roma, pues consideraban que una total
conversión requería de una prolongada asimilación en las creencias
y sociedad cristianas. La nobleza aragonesa y valenciana era
partidaria de dejar las cosas como estaban, pues éstos eran los
grupos que más se beneficiaban de la mano de obra morisca en sus
tierras. El campesinado, sin embargo, los veía con resentimiento y
los consideraba rivales.
Entre los
defensores de la expulsión se cuenta a Jaime
Bleda, inquisidor de Valencia, donde la población morisca
era la más numerosa, quien propuso al rey la expulsión de los
moriscos. En un principio la idea no fue considerada por el gobierno,
pero la misma fue propuesta de nuevo por el arzobispo de
Valencia, Juan de Ribera, que apoyaba la expulsión al
considerarlos herejes y traidores, a lo que el arzobispo añadió una
característica que hizo la proposición bastante atractiva: el rey
se podría beneficiar de la confiscación de bienes y propiedades de
la población morisca e incluso esclavizarlos.
La política
acerca de la población morisca hasta 1608 había sido la
de conversión, aunque con anterioridad Carlos I (en 1526)
y Felipe II (en 1582) hubiesen insinuado y pretendido una
medida más radical. Sin embargo, fue a partir de 1608 cuando el
Consejo de Estado comenzó a considerar la opción de la expulsión y
en 1609 recomendó al rey tomar dicha medida.
El Consejo
de Castilla evaluó la expulsión en 1619 y concluyó
que no había tenido efectos económicos para el país. Esto es
cierto para el reino de Castilla, ya que algunos estudiosos del
fenómeno no han encontrado consecuencias económicas en los sectores
donde la población morisca era menos importante. De hecho, el
quebranto demográfico no podía compararse, ni de lejos, al medio
millón de víctimas de la gran peste de 1598-1602, cinco
veces más que el número de moriscos expulsados en dicho reino. Sin
embargo, en el Reino de Valencia supuso un abandono de los
campos y un vacío en ciertos sectores al no poder la población
cristiana ocupar el gran espacio dejado por la numerosa población
morisca. En efecto, se estima que en el momento de la expulsión un
33% de los habitantes del Reino de Valencia eran moriscos, y algunas
comarcas del norte de Alicante perdieron a prácticamente
toda su población, que tanto en esta como en otras zonas fue
necesario reponer con incentivos a la repoblación desde otros puntos
de España.
La
expulsión de un 4% de la población puede parecer de poca
importancia, pero hay que considerar que la población morisca era
una parte importante de la masa trabajadora, pues no constituían
nobles, hidalgos, ni soldados . Por tanto, esto supuso una merma en
la recaudación de impuestos, y para las zonas más afectadas
(Valencia y Aragón) tuvo unos efectos despobladores que
duraron décadas y causaron un vacío importante en el artesanado,
producción de telas, comercio y trabajadores del campo. Muchos
campesinos cristianos además veían cómo las tierras dejadas por la
población morisca pasaban a manos de la nobleza, la cual pretendía
que el campesinado las explotase a cambio de unos alquileres y
condiciones abusivas para recuperar sus “pérdidas” a corto
plazo. Por otra parte, la expulsión convirtió a los campesinos
moriscos en aliados de los piratas berberiscos que asaltaron las
costas mediterráneas españolas durante cerca de un siglo.
Cervantes señalaba
ya en la historia de Ricote incluida en el Quijote las
consecuencias humanas de la expulsión de los moriscos. El humanista
judeoconverso y antiescolástico Pedro de Valencia, discípulo y
testamentario del hebraísta Benito Arias Montano, escribió con
su Tratado acerca de los moriscos de España, inédito hasta
1979, la defensa mejor argumentada de la causa de los expulsos.
Igualmente, elDiálogo de consuelo por la expulsión de los
moriscos (Pamplona, 1613) de Juan Ripol se singulariza
por contener argumentados ambos puntos de vista y sostener una dura
crítica al proceso de evangelización y al despoblamiento y crisis
económica que causó la medida.
- 711. Invasión de la península Ibérica por algunos pueblos de religión musulmana.
- 1492. Rendición del Reino nazarí de Granada, dando fin a la Reconquista, en cuya capitulación se respetaba la religión islámica de sus habitantes.
- 1499. Conversión forzosa de los granadinos por el Cardenal Cisneros
- 1501-02. Pragmática de conversión forzosa del Cardenal Cisneros dando a elegir a los musulmanes del reino de Castilla entre el exilio y la conversión: los mudéjares del Medioevo pasaron a ser así pura, y simplemente moriscos
- 1516. Se les fuerza a abandonar su vestimenta y costumbres, aunque la medida queda en suspenso por espacio de diez años
- 1525-26. Conversión por edicto de los moriscos de Aragón y Valencia.
- 1526. Rebelión de Espadán, en la sierra del mismo nombre cerca de Segorbe, al sur de la provincia actual de Castellón.
- 1562. Una junta compuesta de eclesiásticos, juristas y miembros del Santo Oficio prohíbe a los granadinos el uso de la lengua árabe.
- 1569-70. Rebelión de las Alpujarras y guerras de Granada. Los moriscos alpujarreños son reasentados y dispersados por tierras de Castilla-La Vieja.
- 1571, 7 de octubre. Batalla de Lepanto ganada por la Liga Santa (1571), liderada por España contra el Imperio Otomano.
- 1588-1595. Aparecen en Granada los falsos Plomos del Sacromonte y los manuscritos de la Torre Turpiana, intento desesperado de un grupo de moriscos de legitimar su estancia en España.
- 1609, 9 de abril. El Duque de Lerma firma la expulsión de los moriscos de todos los reinos de España.
- 1609, 30 de septiembre. Empieza la expulsión de los moriscos valencianos.
- 1609, el 20 de octubre se produce una rebelión morisca contra la expulsión, pero los rebeldes son reducidos en noviembre.
- 1610. Se expulsa a los moriscos aragoneses.
- 1610, septiembre. Se expulsa a los moriscos catalanes.
- 1611-1614. Se expulsa a los moriscos de tierras de Castilla.
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