sábado, 20 de abril de 2013

Alpujarras granadinas y Sierra Nevada


Alpujarras y Sierra Nevada; alta verde y blanca

Cualquier época del año es buena para visitar los pequeños pintorescos pueblos de la Alpujarra Granadina. Te espera aire limpio, agua cristalina, nieve en invierno y fresco en verano.

No hay mejor lugar para descansar el cuerpo y el alma, alimentarse bien, probar los buenos jamones, disfrutar de la gastronomía, la historia y sobre todo de la hospitalidad, simpatía y amabilidad de sus gentes.
Senderismo, skí, acampadas o, simplemente llegar hasta as faldas del Mulhacen: El Mulhacén, con una altitud de 3.478,6 m.s.n.m., es el pico más alto de la península Ibérica, y el segundo de España, tras El Teide de 3.718 metros (Tenerife, Canarias). El Mulhacén forma parte del Parque Nacional de Sierra Nevada. Está enclavado en la provincia de Granada, en el sur peninsular de España y pertenece a Sierra Nevada, en la cordillera Penibética. Su nombre viene de Muley Hacén, castellanización del nombre de Mulay Hasan, antepenúltimo rey nazarí de Granada en el siglo XV, del que se dice fue enterrado en esta montaña.

No puedes perderte Lanjarón y la visita al balneario, Capileira, Pampaneira, Trévelez,etc. Con una buena guía preparada con antelación o en las oficinas de Turismo, con conocimiento previo disfrutaras con los cinco sentidos.
Las Alpujarras son el último lugar donde los llamados moriscos vivieron antes de la expulsión del reíno de cristiano de España por parte de los reyes católicos. Hay todo un legado cultural y arquitectónico preservado por el aislamiento y ahora por la riqueza que aportan los visitantes.

LA REBELIÓN DE LOS MORISCOS DEL REINO DE GRANADA
La Rebelión de las Alpujarras fue un conflicto acontecido en España entre 1568 a 1571 durante el reinado de Felipe II. La abundante población morisca del reino de Granada se alzó en protesta contra la Pragmática Sanción de 1567, que limitaba las libertades religiosas y culturales de dicha población. Cuando el poder real consiguió vencer a los sublevados, se decidió dispersar a más de 80.000 moriscos procedentes del reino de Granada por varios puntos de la península Ibérica, para evitar que su concentración provocara nuevas rebeliones. Por la gravedad y la intensidad de sus combates también se le conoce como la Guerra de las Alpujarras.

Conquistada Granada en 1492, las condiciones de existencia de los moriscos quedan recogidas en las Capitulaciones de Santa Fe, en las que se les permitía entre otras cosas mantener sus propiedades, sus costumbres y su religión. Estas condiciones se quebrantaron desde el primer momento, obligando a los moriscos, en pocos años y por la fuerza, a convertirse al cristianismo. Muchos moriscos convertidos se seguían sintiendo musulmanes y practicaban a escondidas su religión.
Con Felipe II, auténtico fanático religioso, la opresión se hace insoportable para los moriscos, obligándoles no sólo al cambio de religión, sino a un abandono de sus costumbres, tradiciones y vestimentas ("se les prohíbe el uso del vestido morisco, las fiestas, el uso de los baños, y se les obliga a dejar las puertas de las casas abiertas y llevar las mujeres el rostro descubierto"). Por otro lado, los cristianos y militares (2 ó 3 familias en cada pueblo) sometían a la gran mayoría de población morisca a continuas vejaciones, dando lugar a que muchos moriscos se refugien en la sierra y se dediquen al pillaje y a la venganza ("los monfíes").

Comienzan a conspirar por todo el Reino de Granada y en secreto deciden tomar las armas. La fecha fijada para la rebelión era el día 1 de enero de 1569 y sería dirigida por don Fernando el Zaguer, llamado "Aben -Xaguar". Sin embargo, los acontecimientos se precipitan y el alzamiento se tiene que adelantar.
    Iniciada la rebelión contra el mayor Imperio que jamás ha conocido la historia del hombre (un Imperio en el que nunca se ponía el Sol), los moriscos tenían la necesidad de un líder, no solo intrépido y valiente, sino que también tuviera sangre real, coronando a don Fernando, descendiente de los Omeyas de Córdoba, como rey de los moriscos con el nombre de Aben Humeya.
El 27 de septiembre decidieron los jefes y religiosos moriscos, hacer rey a D. Fernando de Válor, nombrando a Aben Farax su Alguacil Mayor, y el día 30 del Diciembre de 1568 fue coronado en Cádiar bajo un olivo: "Vistiéronle de púrpura, y pusiéronle a torno del cuello y espalda una insignia colorada a manera de faja. Hizo juramento de morir en su Ley y en el reino. Todos gritaron: "Viva el rey D. Fernando Muley Aben Humeya". Tomó los pueblos de Poqueira, Pitres, Juviles y Ugíjar. Felipe II tuvo que mandar a D. Juan de Austria, para sofocar la rebelión. Aben Humeya multiplicaba las emboscadas y evitaba los grandes encuentros. La táctica de la Guerra de Guerrillas, muy conocida desde los íberos contra los romanos, daba en una zona tan escabrosa como La Alpujarra, unos excelentes resultados. Ante la impotencia por parte del mejor ejército del Mundo por aquellos entonces, los soldados tomaban fuertes represalias contra la indefensa población morisca. El Marqués de Mondéjar ofreció en Órgiva diez mil ducados por la cabeza de Aben Humeya.
  Las fuertes recompensas por su captura, los supuestos privilegios que conllevaba para quien le diera muerte y el afán de poder, ocasionó que su tío Aben Aboo, su amigos Diego de Arcos y Diego Alguacil y la amante del propio Aben Humeya, lo traicionen y asesinen una noche en el  castillo de Laujar de Andarax, estrangulándolo con un cordel, tras horas de agonía.

Empieza ahora un largo y penoso éxodo para los moriscos del Reino de Granada por toda la Península, Norte de África y América.  Durante años vagaron sin rumbo fijo, soportando vejaciones de todo tipo, muertos de hambre, con sus ropas hechas jirones, ... por ley no podían recibir auxilio de ningún cristiano. Para los que aún poseían algunos recursos el exilio era posible, pero para los menos afortunados (la mayoría eran agricultores, pastores y artesanos humildes) y los que aún se resistían en dejar la tierra de sus antepasados, la única solución era pasarse por cristianos viejos e intentar volver al reino de Granada con el paso de los años.

Y algunos lo consiguieron, de hecho hasta bien entrado el siglo XVII hay referencias de juicios y quema posterior de moriscos por parte de La Inquisición. En la actualidad  hay decenas de apellidos por toda la Península Ibérica que provienen de linajes moriscos. 
Cuenta la leyenda de que a principios de siglo, en algún remoto pueblo alpujarreño, aún se practicaba a escondidas la religión musulmana.
Hoy, 12 de marzo del año 2.000, por primera vez en la Historia de la Iglesia Católica, el Papa Juan Pablo II, ha pedido oficialmente perdón por todas las injusticias y atrocidades que la Iglesia ha cometido en sus dos milenios de existencia, sobre todo a musulmanes y judíos.

Gastronomía

Los jamones de Trevélez, ya con denominación de origen, tienen fama de tiempos inmemorables. Su altitud, siempre curados a mas de 1.200 mts, les da el aire fresco que necesita.
Tanto en el valle de Laujar como en la Contraviesa proliferan bodegas en cada cortijo. El vino rosado es el mas tradicional. También el vino blanco procedente de la uva Vigiriega se está convirtiendo en todo un clásico. En Barranco Oscuro no hay que perderse su tinto ecológico ni su cava.
Los quesos tanto en el Marquesado como en las Alpujarras (Los Cortijuelos), son de rica leche de cabra. Y los dulces, muy morunos, con mucha almendra (soplillos, buñuelos de viento, pan de higo), la mayoría hechos al igual que el pan en hornos de leña.
En lo referente a la comida prolifera el cerdo y sus derivados (chacinas, lomos y costillas en orza), los guisos (olla gitana, cocido de coles o de hinojos) y los platos de harina (migas y gachas).
La cocina alpujarreña se basa en la variedad y riqueza de los productos de la tierra, como frutas y hortalizas, cereales, choto, almendras, maíz, ajo, hinojo, miel, judía verde.

Se trata de una cocina sencilla, natural y sabrosa, con una gran variedad de platos autóctonos de calidad que hacen de la gastronomía alpujarreña un atractivo en sí para los que se acercan a la comarca en general.
Los platos típicos de los pueblos son la olla de hinojos, las gachas de “ajo quemao” y las gachas de caldo colorao, el guisaillo matancero, el potaje de castañas, los buñuelos… y gran variedad de exquisitos dulces de origen morisco. Junto a estos platos autóctonos el cerdo es un producto emblemático, la popularidad del rito de la matanza en la Alpujarra muestra su importancia en la producción de los jamones y embutidos de la tierra.
Para los más golosos la herencia musulmana se hace presente en la repostería alpujarreña, que cuenta con una amplia variedad donde elegir: tortas, soplillos de almendra, pan de higo, roscos, los merengues o los deliciosos Rosquillos de Vino.
A todos estos deliciosos platos se les suele sacar más sabor acompañándolos con los excelentes y recios vinos producidos principalmente en La Contraviesa.
Dentro de la gastronomía también encontramos la Olla de San Antón, la Tortilla del Sacromonte, las Habas con Jamón y el Plato Alpujarreño. Muy típicas también son las salaíllas, aperitivo tradicional del día de San Cecílio o el día de la Cruz.
Platos no sólo granadinos sino también andaluces son el gazpacho, las migas y las papas a lo pobre. El resto de especialidades son dulces, como el famoso pionono de Santa Fe, o productos de origen árabe, como los dulces y tés morunos que se pueden degustar, principalmente, en la calle Calderería, en el Albaycín. Pero Granada capital bien merece otra mención propia en este blog.

No podemos dejar de mencionar en estas notas algo que es el mejor compañero de un buen plato: se trata del pan, excelente en gran parte de la provincia granadina, aunque especialmente el pan de Alfacar, localidad de célebres manantiales de agua, y ya sabemos que ésta es ingrediente esencial en la fabricación del pan.
Para terminar hagamos una brevísima referencia a los frutos tropicales de la Costa, principalmente de la zona de Almuñécar; son las chirimoyas, los aguacates y las guayabas, notas exóticas en todos los productos de la región granadina.
Respecto a los productos de artesanía, está la cerámica de Fajalauza (los nombres de las calles de Granada están escritos en placas de este tipo de cerámica, siempre con tonos verdes y azules). Los productos de taracea son la más popular de las artesanías andaluzas, y pueden adquirirse en muchos comercios granadinos, incluyendo los grandes almacenes. Las guitarras artesanales que elaboran los luthiers del barrio del Realejo y la Cuesta de Gomérez son famosas en el mundo entero por su inigualable calidad.

Pan y plato alpujarreño

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