Todavía hoy día en las noches de
verano es muy habitual encontrarse por las calles y paseos a algunos
hombres ataviados con el traje típico y con una penca (a la que le
han quitado las espinas) en la mano, en la que llevan clavadas un
puñado de biznagas para venderlas y que van dejando las calles
impregnadas de olor a jazmín a su paso.
La biznaga es un símbolo relacionado
con la ciudad de Málaga, donde gracias a la herencia de los árabes,
y al clima templado, abundan los jazmines. Es raro que una casa
malagueña que tenga un jardín, un patio, e incluso un balcón, no
tenga un jazmín que lo decore y perfume.
La biznaga no es una flor natural
nacida así de una planta. Es una composición hecha con jazmines
ensartados uno a uno en un armazón (este sí es de una planta
natural) que tiene muchos pinchos. En cada uno de esos pinchos se
introduce un jazmín. Este es un trabajo que se hace en las tardes de
verano. Los jazmines se recogen cuando aún están cerrados para que
sea más fácil rellenar el armazón de la biznaga.
El escultor malagueño Jaime
Pimentel, inmortalizó a este personaje típicamente malagueño en
una estatua de bronce en 1968, al igual que hizo con el
cenachero. Originalmente se ubicó en la plaza de la Marina, siendo
su situación final el paseo de Parque.
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